LUIS DÍAZ
La historia se repite, demasiado pronto, en la ribera de Amandi. Por segunda vez en cuatro años, los viticultores que sufrieron las consecuencias del pedrisco se echan las sulfatadoras a la espalda para curar los cortes en las vides mediante la aplicación de tratamientos fitosanitarios. El objetivo ya no es salvar la vendimia de este año, que se da prácticamente por perdida en las viñas más dañadas por el granizo, sino actuar con celeridad con el fin de mantener sanas las cepas para que la producción pueda volver a la normalidad en la cosecha del 2023.