A una de las ganadoras del gordo no le gustaba gastar en estos sorteos, pero el camarero del bar le apartó un décimo
09 ene 2016 . Actualizado a las 21:14 h.«A min non me gusta a lotería». La frase tiene su gracia, porque es de una de las personas a las que le tocó el gordo del Niño en el sorteo del miércoles. Se llama Luisa Núñez, trabaja como limpiadora del Ayuntamiento, tiene un hijo a punto de cumplir 18 años, un marido en paro y una casa a medio reformar. Vamos, que los 200.000 le vienen estupendamente. Pero no parecían para ella porque, ya está dicho, a ella no le gusta comprar lotería. Puestos a jugarse los cuartos, prefiere La Primitiva, que no cuesta veinte euros. Menos mal que se cruzó en su camino Carlos Casasempere, que le reservó un décimo del 22654 sin que ella se lo pidiese Algo así como el cuento emocionante de aquel anuncio, pero en San Clodio.
El guion de esta historia real arranca con una broma en los días previos al sorteo de la Lotería de Navidad. Luisa es clienta habitual del bar Central y tiene una estrecha relación con la familia de cristina Casasempere, la copropietaria del local junto con el concejal Roberto Castro. Luisa se quejó en el bar de que ni ella ni su marido Pablo tenían lotería de Navidad. Sabía que la que vendía el Central se había agotado. Como tantas otras veces que acude a echarla una mano a su hija cristina, Carlos estaba tras la barra y la oyó. «Comenteino por meterme con el, porque en realidade non me importaba ter ou non ter lotería», recordaba ayer Luisa.
Pero su amigo Carlos se quedó fastidiado y unos días antes del sorteo de Reyes apartó uno de los 65 décimos del 22654 que habían encargado para vendérselos a los clientes del. «Téñoo aquí apuntado co teu nome, pero se non o queres quedo eu con el», le dijo. A Luisa no le gusta jugar a la lotería, pero tampoco quiso hacerle un desprecio, así que le pagó los veinte euros, se llevó el billete y se dispuso a pasar olímpicamente del sorteo.
Y en eso andaba el miércoles por la mañana, cuando se puso a trabajar en la cocina de su casa y le dio por encender la tele. Esta casualmente sintonizada en La 1, y el sorteo estaba terminando. Solo le dio tiempo a reparar en que el gordo terminaba en 4, como su único décimo, así que le pidió a su hijo César que mirase en Internet cuál era el número premiado. «¿Tocounos a lotería?», le preguntó el chaval con sorna antes de mirar en el ordenador y cantarle el número completo imitando el soniquete de los niños de San Ildefonso. Después llegaron los gritos.
Iban a un funeral
«Luisa é practicamente da casa», explica Carlos. No son parientes, pero ella trabajó un tiempo cuidando de la madre de él y desde entonces tiene una relación muy buena con toda la familia. Está orgulloso de haberle insistido para que comprase el décimo y, de hecho, cuando se enteró de que habían repartido el gordo en el bar se alegró antes de nada por ella. Básicamente, porque en aquel momento no sabía que sus dos hijos tenían también un décimo cada uno. Enseguida se lo contó su mujer, con la que viajaba a Ponferrada para participar en un funeral.
El hermano de un cuñado suyo había muerto repentinamente de un infarto con solo 45 años. La situación era muy triste, pero oyeron la noticia por la radio del coche justo antes de aparcar frente al tanatorio. Entró tan nervioso que no pudo evitar contárselo a su cuñado. No pasó nada, se abrazaron emocionados.