Un raro vestigio de las etapas más frías de la última glaciación

La Voz

O INCIO

Molar del mamut de Buxán en el museo Luis Iglesias.
Molar del mamut de Buxán en el museo Luis Iglesias. xoán a. soler< / span>

14 nov 2013 . Actualizado a las 14:55 h.

La antigüedad del mamut de Buxán sigue sin conocerse con exactitud, ya que los restos nunca fueron datados con la técnica del carbono 14, a pesar del tiempo transcurrido desde su descubrimiento. Algunos investigadores estiman que pueden datar aproximadamente de hace 25.000 años, una época a la que pertenecen la mayoría de los fósiles de mamut encontrados en diferentes lugares de la Cornisa Cantábrica.

Los restos que se han conservado consisten en un molar inferior derecho de 19,5 centímetros de longitud y catorce de anchura, un trozo del molar inferior izquierdo de ocho centímetros de largo y 18 de ancho, dos vértebras incompletas, un hueso de grandes dimensiones y pequeños fragmentos de huesos de difícil identificación.

Paso entre valles

Los expertos opinan que la muerte del animal pudo producirse al caer en un pozo o una grieta abierta en el suelo de roca caliza, aunque sus restos también pudieron sido arrastrados al interior de la cavidad por un arrastre de tierras mucho después de que hubiese perecido por otros motivos. El mamut tal vez seguía una ruta de paso entre los valles de Lemos y Sarria, que posiblemente eran zonas de pasto en ese periodo prehistórico.

De acuerdo con las teorías más recientes, lo más probable es que el mamut de O Incio -como la mayoría de los que se han encontrado en la Península- viviese en una de las etapas más frías de la última glaciación. En un estudio publicado el año pasado, los paleontólogos Diego Álvarez-Lao y Nuria García señalan que la presencia de especies como el mamut lanudo, el rinoceronte lanudo y el reno en el territorio ibérico no fue constante, sino que se registra solo en los episodios de frío más intenso de la Edad de Hielo. En esos periodos, los animales adaptados al clima glacial se habrían visto obligados a migrar hacia el sur para sobrevivir, puesto que los mantos de hielo que cubrieron por entonces extensas regiones del centro y del norte de Europa les impedían encontrar pastos. En el sur del continente, donde el clima era más moderado incluso en esas etapas de frío extremo, convivieron con especies como el ciervo, el corzo y el jabalí, que vivían habitualmente en las regiones más templadas del continente.