Aprovechan los viejos edificios de Cerámicas El Castelo como lienzo para murales artísticos

Carlos Cortés, Alberto López

Lo más vivo que se puede ver entre los edificios abandonados de Cerámicas El Castelo son cuatro murales pintados en diferentes puntos del recinto. La vieja fábrica de ladrillos de Monforte cerró hace 18 años y va camino de la ruina, pero sus fachadas descoloridas son como un lienzo en blanco para los aficionados a esta expresión artística. Iniciativas como la del consorcio de turismo o la de los comerciantes de Quiroga han hecho proliferar murales en fachadas y muros tanto de los centros urbanos de la Ribeira Sacra como en algunos parajes rurales, pero apenas hay ejemplos de aprovechamiento de espacios industriales degradados como soporte para esta forma de arte.

Los murales de la fábrica de El Castelo fueron pintados hace aproximadamente cinco años. Los cuatro más cuidados, de mayores dimensiones y cierto valor artístico, porque hay algunos más que parecen hechos de forma apresurada y con menos intención estética. Estos cuatro están en pequeñas construcciones auxiliares, no en el edificio principal de esta fábrica de ladrillos, construida hace cerca de cien años y que dejó de tener actividad en el 2004. Desde entonces, no ha trascendido ningún intento por reactivarla o por utilizar sus instalaciones para nada, así que los autores anónimos de esos murales son los únicos que le han sacado partido a una fábrica a la que ya han empezado a hundírsele algunos muros y trozos de tejado.

Hojas, jeroglíficos y fantasmas

Dos de estos cuatro murales están hechos a base de motivos vegetales que parecen fundirse con la vegetación que ahora trepa por todas partes entre los restos de esta empresa. Otro recrea sobre una pared de ladrillo desnudo figuras características de los jeroglíficos del antiguo egipcio. Y el cuarto reproduce una escena de dos agricultoras recogiendo una huerta que sería bucólica sino fuese por los rasgos fantasmagóricos de las dos protagonistas, a tono con el ambiente solitario y un poco lúgubre de esta fábrica abandonada.

Los cuatro murales destacan además por el entorno en el que están, un paisaje de abandono total con la maleza creciendo por todas partes, maquinaria industrial abandonada, paredes con manchas de humedad y boquetes incipientes incluso en tejado del enorme edificio principal de una fábrica en la que llegaron a trabajar 65 personas. En todo caso, tanto los inmuebles dela vieja fábrica como los 13.000 metros cuadrados de la parcela en la que se encuentran son propiedad privada y sin permiso de los dueños no se debe entrar.

Doa Ocampo, muralista: «As fábricas abandonadas son lugares inspiradores»

Doa Ocampo é unha das artistas de murais con máis obras visibles na Ribeira Sacra. Ademais de ser de Sober, participou no proxecto «Un toque de cor na Ribeira Sacra», que financiado polo consorcio de turismo levou a arte mural a todos os municipios deste territorio.

—Que lle parecen as fábricas abandonadas como soporte para a arte mural?

—Este tipo de instalacións son, ademais de lugares con interese histórico e a veces económico, lugares tamén de moito interese visual. Son inspiradores. No caso do muralismo, ademais de que as paredes sexan grandes tamén se busca moito que o lugar resulte interesante.

—Hai algún exemplo de aproveitamento de instalacións industriais abandonadas na Ribeira Sacra?

—Hai murais na fábrica da luz de Barxacova, en Parada de Sil, que agora é un albergue. Tamén hai dous ou tres no poboado abandonado de Fenosa na Chaira, en Pantón. En Barxacova están promovidos e feitos con permiso, pero penso que na Chaira non. En todo caso, son cousas puntuais, Este tipo de actuacións son máis frecuentes noutros sitios.

—Vostede vive do seu traballo como muralista?

—Si, vivo disto, pero para poder facelo teño que viaxar moito. Aquí hai máis movemento que antes, pero aínda non é suficiente.