Los túneles secretos del castillo de San Vicente, una leyenda en parte real

felipe aira MONFORTE

MONFORTE DE LEMOS

Las cuevas existentes en el conjunto monumental alimentaron leyendas sobre pasadizos
Las cuevas existentes en el conjunto monumental alimentaron leyendas sobre pasadizos ALBERTO LOPEZ

El único pasadizo que se sabe que existió comunicaba el palacio condal y el monasterio en el siglo XVII

11 may 2020 . Actualizado a las 18:04 h.

Entre las leyendas y tradiciones de Monforte que han llegado hasta nuestras días figura la existencia de varios túneles que comunicarían la fortaleza situada en el monte de San Vicente con el río o incluso con alguno de los monasterios o el colegio del Cardenal. Del único pasadizo que existen noticias, entre la numerosa documentación estudiada, es del que se levantó en el siglo XVII entre el palacio condal y la iglesia de los benedictinos monfortinos. El libro de registro de escrituras de Fray Mancio de Torres, que localicé en una colección particular monfortina en 1999, hace referencia a dicho túnel.

Fray Mancio hace inventario de todas y cada una de las escrituras y documentos existentes en el archivo del monasterio de San Vicente do Pino. La alusión a este pasadizo se encuentra en un documento registrado inicialmente en el siglo XVII. «Unos mandatos  y brebes del nuncio sobre elpasadiço que el año 1619 se edificó adevoción de los Condes desu casa ala Iglesia y ano de 1621 se derribó y ano de 1623 se intentó queesta casa se lobolbiese a rreedificar y ano 621 se les había buelo y ano de 1626 los mismo Señores Condes, digo el Señor Conde Don Francisco de Castro lo quito del todo y hiço un gran bien aestacasa y Iglesia de redemirla de aquel ympedimiento que tomaba la puerta principal delayglesia ysin costa ni pleyto de su voluntad», recoge textualmente esta escritura.

El manuscrito del pasadizo. Escritura de Fray Mancio de Torres que alude al túnel que comunicó en el siglo XVII el palacio condal y el monasterio benedictino
El manuscrito del pasadizo. Escritura de Fray Mancio de Torres que alude al túnel que comunicó en el siglo XVII el palacio condal y el monasterio benedictino ARCHIVO F. AIRA

Allá por el año 1619, por la devoción de don Pedro Fernández de Castro, conocido como el gran conde de Lemos, y su esposa Catalina de la Cerda y Sandoval, se construye el pasadizo de la casa de los nobles, en el palacio condal, hasta la iglesia benedictina. Los enfrentamientos entre estos dos grandes poderes medievales, iglesia y nobleza, fueron especialmente notorios en Monforte en algunos momentos. Otra de las leyendas enraizadas entre los monfortinos, la historia de la corona de fuego, indica en alguna de sus versiones la existencia de un pasadizo entre la iglesia y el palacio condal. El enfrentamiento entre el abad y el señor feudal habría desencadenado ese trágico episodio.

Como virreyes de Nápoles, entre los años 1610 y 1616 los condes de Lemos aprovecharon su estancia en Italia para conseguir cientos de relicarios y sus correspondientes reliquias. Entre 1616 a 1618, Pedro Fernández de Castro, séptimo conde de Lemos, es nombrado presidente del Consejo de Italia. Tras la caída en desgracia de su suegro, el Duque de Lerma, primer ministro y Valido de Felipe III, se retira a su palacio monfortino junto con su esposa Catalina de la Cerda, que había reunido en Nápoles una importante colección de objetos religiosos.

Bar en la cueva. Una taberna ocupó hasta la pasada década de los ochenta una de las cuevas del monte
Bar en la cueva. Una taberna ocupó hasta la pasada década de los ochenta una de las cuevas del monte

En ese momento proponen a los monjes construir un pasadizo para que se pudiese acceder directamente desde su palacio hasta la iglesia. Y obtienen el permiso por parte de la comunidad benedictina, que posiblemente quiso ganar así la consideración de los condes. En el año 1621, sin embargo, se manda destruir el túnel. El conde de Lemos fallece en el año 1622 en Madrid, a donde se había trasladado expresamente para visitar a su madre enferma. Al conocer la noticia del repentino fallecimiento de su marido, Catalina de la Cerda, que se había quedado en Monforte, viaja a Madrid y no regresaría hasta años después.

Nuevo intento en 1623

En el año 1623, se intentó por parte de la casa condal que los monjes volviesen a edificar el pasadizo. El nuevo conde de Lemos era el hermano de Pedro Fernández de Castro, que había fallecido sin sucesión. Francisco Ruiz de Castro tenía una gran afinidad con la orden benedictina y en 1629 renuncia a todos sus títulos y posesiones e ingresa como monje en el monasterio de Sahagún, con el nombre de Fray Agustín de Castro. Su hijo mayor, Francisco Fernández de Castro, hereda el título. En el año 1626, con el VIII conde de Lemos, termina la historia del pasadizo entre la iglesia y palacio.

El pasadizo que comunicó ambas edificaciones ocupaba, según la documentación que se conserva, toda la puerta principal de la iglesia. Existió otro túnel que atravesaba las zonas intramuros y extramuros, en las inmediaciones de la puerta de Zapaterías y la parte alta de la actual plaza de España, la antigua plaza de la Leña. Discurría paralelo a la muralla en la calle Santo Domingo y tenía como finalidad recoger el agua de lluvia. Era de gran anchura y quedó tapiado bajo el pavimento de esa calle.

La existencia de este aliviadero de aguas pluviales posiblemente alimentase la arraigada leyenda sobre el túnel que comunicaba la fortaleza con el río Cabe, que desembocaría en el Malecón a la altura del barrio de la Peña. La existencia de varias cuevas en el monte de San Vicente se relacionaba popularmente con esos pasadizos.

Las cuevas que se conservan en el monte fueron bodegas vinculadas a los cenobios

Las cuevas del monte de San Vicente, siguiendo la tradición popular, se relacionan con la antigua sinagoga. Si alguna vez lo fue, todo se acabó con la expulsión de los judíos. A partir de ese momento, las grutas existentes en la calle Falagueira y el Campo da Virxe se destinarían definitivamente a bodegas para el almacenamiento y elaboración del vino. Los huecos a cielo abierto servían de respiraderos durante la cocción del vino para evitar la acumulación de gases que se desprenden en el proceso de fermentación.

La calidad de las jambas empleadas en la puerta de entrada hace pensar en algún caso que el lugar tuvo una relevancia que fue perdiendo y de la que hoy nada conocemos. A la entrada de la cueva de la calle Falagueira se conserva una inscripción que alude al cambio, que se hizo de la propiedad al convento dominico de San Jacinto, en el año 1740. El lugar, junto con otra propiedad anexa, formaba parte de las huertas y bodegas del primitivo cenobio de monjas franciscanas que se levantaba anteriormente en sus cercanías.

A comienzos del siglo pasado, se encontraron en la calle Falagueira restos de utensilios y hábitos que parecen haber pertenecido a aquellas religiosas del siglo XVII. Otras cuevas fueron abiertas a la altura del Campo da Virxe en esa misma época. Se conserva una escritura de permuta otorgada el día 9 de mayo de 1637, ante Francisco López de Sobrado, «escribano de S.M. y vecino de la Villa de Monforte», por la que el desaparecido monasterio de monjas adquirió dos bodegas en ese lugar. La permuta se lleva a efecto «por la madre Sor Catalina de la Concepción del convento de Descalzas de la dicha villa».

Una está cerrada

Otra escritura de 1691 por Tomas Antonio de Arzúa, «contador mayor de los Estados de Lemos, como apoderado del Excmo Sr. D. Ginés Fernando Ruíz de Castro, Conde de Lemos» otorga un foro «a favor de Pedro Rodríguez Mosquera, vecino de ella, de un sitio junto la hermita de Nuestra Señora con el fin de fabricar una bodega en renta de un real de vellón para el aforante».

Estas cuevas convertidas en bodegas situadas en el Campo da Virxe todavía se conservan en la actualidad. Una de ellas está inserta en el restaurante O Grelo, y otra vecina se encuentra abandonada. Hace años albergó una taberna en la que se practicaba el popular juego de la rana.