Recuerdos de los grandes festejos de la condesa que se hizo monja

Francisco Albo
francisco albo MONFORTE / LA VOZ

MONFORTE DE LEMOS

En el Museo de Arte Sacro se conserva un retrato que muestra a Catalina de la Cerda después de convertirse en monja
En el Museo de Arte Sacro se conserva un retrato que muestra a Catalina de la Cerda después de convertirse en monja ALBERTO LÓPEZ

Hace ahora 390 años que Catalina de la Cerda, viuda del séptimo conde de Lemos, regresó para siempre a Monforte

21 nov 2019 . Actualizado a las 18:40 h.

El próximo día 29 se cumplen 390 años de la partida de Madrid de Catalina de la Cerda -viuda del séptimo conde de Lemos, Pedro Fernández de Castro-, que el siguiente 5 de diciembre llegó a Monforte para residir en la ciudad el resto de su vida. Coincidiendo con este aniversario, la historiadora monfortina Manuela Sáez publicó en la revista ourensana Diversarum Rerum un estudio histórico sobre las fiestas y los ceremoniales religiosos en que participó la condesa, sobre todo después de haberse convertido en monja bajo el nombre de sor Catalina de Concepción. Este trabajo incluye reproducciones de varios antiguos documentos conservados en los archivos del convento de Santa Clara que narran los festejos organizados en Monforte en 1634 y 1645. En los primeros se celebró el ingreso de Catalina de la Cerda en la orden de las clarisas y en los segundos, el traslado del convento desde la calle Falagueira -donde estuvo inicialmente- hasta su actual ubicación en el barrio de Ramberde.

En su estudio, Manuela Sáez señala que la condesa entró como novicia en la orden clarisa en enero de 1663 y no ingresó definitivamente en ella hasta el año siguiente, una vez que recibió una autorización del papa Urbano VIII para seguir administrando su hacienda después de haberse convertido en monja. El documento de 1634, de autor anónimo, explica que los festejos organizados con motivo de su ingreso se celebraron entre el 27 y el 30 de agosto de ese año. El sobrino de Catalina de la Cerda, el noveno conde de Lemos, quiso organizar unas fiestas de grandes dimensiones, pero ella no se lo permitió. Aun así, la celebración no fue pequeña. Según la crónica, hubo un banquete en el que «fue tan copioso el número de convidados que no fue capaz ninguna sala del palacio para que cupiesen y así estaba dispuesto el patio cubierto de ramos adornado y acomodado de modo que no le ofendía el sol ni el calor del día». Un grupo de músicos de la catedral de Santiago, además, estuvo tocando todo el tiempo que duró la comida.

Por otro lado, para celebrar el acontecimiento, el conde mandó soltar a todos los presos encerrados en la cárcel que estaba bajo su jurisdicción. Al mismo tiempo, todos los conventos de Monforte recibieron limosnas con el encargo de oficiar misas por la condesa Catalina. La recién ordenada monja pagó también un banquete que se ofreció a los pobres de la localidad en la fortaleza de San Vicente do Pino.

Primera piedra

El actual convento de Santa Clara todavía no estaba construido en esa época. La primera piedra del edificio -según indica la crónica anónima- se colocó ocho días después de que Catalina de la Cerda recibiese la ordenación. Pero sí estaba levantada ya la iglesia conventual, donde la condesa tomó los votos en una solemne ceremonia junto con otras tres novicias que antes habían formado parte de su servidumbre. El templo fue adornado lujosamente para la ocasión.

El documento dice asimismo que «para divertir al vulgo y muchachos» se levantó en la plaza situada ante la iglesia «una fuente de vino con que se entretuvieron muy gustosamente». Durante esas jornadas, por otro lado, se repartieron «limosnas muchas y largas» entre los necesitados y se distribuyeron vestidos para que las mujeres pobres asistiesen a las misas. Para completar la celebración se colocaron luminarias «en todo lugar y en los conventos» y también se dispararon cohetes.