La leyenda de la corona de fuego y el origen de la devoción de San Blas

felipe aira MONFORTE

MONFORTE DE LEMOS

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Los enfermos de oído buscaban curación junto a la tumba de fray Andrés Pardo, abad muerto por un conde de Lemos

30 dic 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Dos monjes, Diego García -en el siglo XIV- y Andrés Pardo -a comienzos del siglo XVI- ambos al parecer asesinados, eran considerados mártires en el monasterio monfortino de San Vicente do Pino. ¿Cuál de ellos es el protagonista de la historia que llevó a escribir en el siglo XIX los primeros relatos sobre la corona de fuego? Tal vez los dos, pero en estas líneas vamos a centrarnos en la figura de fray Andrés Pardo.

En las escrituras antiguas del monasterio monfortino, y en concreto en libro registro de fray Mancio, están las siguientes anotaciones: «Andrés Pardo primero […] que dizen murió como mártir por defender las cosas del monasterio». Así lo afirma el cronista benedictino en el año 1613. El abad Andrés Pardo, lo fue entre 1509 y 1512, siguiendo las fuentes que existían por aquel entonces en el archivo monacal monfortino.

En el año 1640, tal y como se indica en el propio libro registro, añaden al lado del manuscrito de fray Mancio esta anotación: «Púsole el conde un casquete de hierro ardiendo, está enterrado en la iglesia de la Regoa aneja al monasterio en un sepulcro de piedra labrada de su estatura y con el casquete de hierro en la cabeza. Está su sepultura en medio de la iglesia levantando de la tierra y es fama que los enfermos de oídos que pesaban por debajo del sepulcro, sanaban».

Un testimonio incómodo

El obispo de Lugo mandó quitar este sepulcro del interior de la iglesia de A Régoa en el año 1796. Así se hizo. En la demolición de esta iglesia románica, durante la primera parte del siglo XVIII, el sepulcro no se trasladó y fue abandonado allí mismo. ¿Por qué? Sin duda, el hecho de que en ese momento los monjes benedictinos no se encontraran en la población, después de haber sido expulsados de su monasterio unos años antes, fue concluyente para su abandono.

La historia de fray Andrés Pardo no era plato de gusto dentro del entorno de la casa de Lemos, dado el final que este monje pudo tener a manos del segundo conde de Lemos. Tampoco el Obispado profesaba admiración por esta historia, dado que la iglesia de A Régoa, como ocurrió con otras ubicadas en Monforte y su jurisdicción, había sido objeto de pleitos entre monjes benedictinos y Obispado. No olvidemos que la decisión de quitar la escultura y sepulcro del interior del templo, la había llevaba a cabo el propio Obispado en el referido año 1796.

La estatua yacente fue encontrada durante unas obras llevadas a cabo en el mandato en la alcaldía de Alfonso Espinosa Feijóo (febrero de 1931, abril de 1931). Apareció en la actual plaza de España, que era el lugar donde se levantaba la iglesia románica hasta el primer tercio del siglo XIX. Sea o no la estatua yacente del abad la que describen los cronistas benedictinos en los documentos ahora mencionados, el que siga actualmente todavía en el museo provincial de Lugo, no debería ser una realidad. Se trata de una pieza con especial relevancia de nuestra historia local, que ademas pertenece al Ayuntamiento monfortino. Y es aquí donde debería estar.

Cesión en depósito

En una sesión ordinaria celebrada por el pleno en 1932, siendo alcalde Justo Mazaira Noguerol, uno de los temas que trataron los munícipes llevaba por título: «Cesión en depósito de la estatua yacente existente en el patio de la casa consistorial».

En el acta de aquella sesión se lee lo siguiente: «El sr. Tizón manifiesta que antes de levantar la sesión tiene que hacer un ruego a la Presidencia. Concedida la palabra dice, que como es sabido en las excavaciones hechas para reformar la plaza de la República se ha encontrado una estatua yacente de un abad cuya estatua ha sido trasladada al patio de esta Casa Consistorial, (...) en el estado en que se encuentra está expuesta a que sufra deterioro (...) pide a la Corporación acuerdo sea entregada en depósito a la Excma Diputación Provincial, para que forme parte del museo provincial, sin que eso implique la renuncia a la misma de parte del Ayuntamiento que podrá reclamarla el día que sea organizado un museo en esta localidad».

La propuesta de Juan Tizón Herreros fue aprobada por unanimidad. Además del alcalde, Justo Mazaira, y del propio Tizón, integraban la corporación los ediles Alfonso Espinosa Feijoo, David Barreiro Rodríguez, José Rodríguez Díaz, José López Crespo, José Díaz Vázquez, Ramón Goyanes Gayoso, José María Soto Rodríguez, Manuel López Cadórniga, Jesús Carballada Méndez, José Ledo Torres, Manuel Rodríguez Rodríguez y Ramón Quiroga Fernández.

LA ESCULTURA

Heráldica

A los pies del yacente aparece un escudo formado de tres fajas horizontales y ocho estrellas en la bordura, armas que corresponden al linaje de los Arjona. La talla es de estilo gótico y está construida en piedra de mármol

Cronología

Puede ser de comienzos del XVI. El abad Andrés Pardo administró la abadía monfortina a comienzos de ese siglo

Un casquete de hierro en la cabeza que fue retirado de la talla

La fama de curación de los males de oído que profesaban los monfortinos a fray Andrés Pardo desde comienzos del siglo XVI se llegó a fundir con la historia de San Blas con el paso de los siglos. Factores y maniobras que sería muy extenso explicar -mencionar que fueron promovidas por los condes de Lemos y el Obispado de Lugo, que mantuvieron continuos pleitos con los monjes de San Vicente do Pino- llevaron al olvido de este monje, prevaleciendo solamente la figura de San Blas, con su cofradía que se remonta al referido siglo XVI. La estatua yacente que se conserva en Lugo tiene daños en la cabeza que fueron causados en el momento de quitar «el casquete de hierro» que delataría su brutal asesinato. De esta manera se eliminaba un elemento que mantendría viva la historia de la corona de fuego.

Una de las noticias más antiguas sobre la Cofradía de San Blas se remonta al año 1650. Figura en el Libro Registro de Fray Mancio de Torres. Haciendo registro de una escritura del Tumbo de Abades, Libro VI, dice: «Procurar se haga la escriptura con el Vicario mayordomos y cofrades de la Cofradía de San Blas, inclusa en este convento de que esta ajuntado avedes pagar cada año a esta casa 19 reales de misas y onras y veinticuatro al predicador de los dos sermones y para acuerdo se vea el encavecamiento. Año 1650».

En la iglesia de San Vicente hay un retablo dedicado al santo y una talla del siglo XVIII, además, de una reliquia ósea que podría ser del siglo XVII. La cantidad de reliquias que se afirman, pertenecen a San Blas, ya no solo en España, sino en todo Europa, son numerosas. En el año 1779, en el Libro III de Fábrica del archivo de Santa María de A Régoa, se hace esta mención: «Imágenes. En el altar del Santo Cristo […] otra de San Blas».

Entra en escena otro abad

En la desaparecida iglesia románica de A Régoa, entonces situada en la plaza de España, se guardaba la imagen de San Blas, y se celebrara su festividad. Pero además de este interesante dato hay que añadir y comentar que durante varios siglos, por lo menos, desde el año 1512, se veneraba la tumba que guardaba los restos de un abad de San Vicente do Pino. La tumba se elevaba sobre cuatro leones, pasando los devotos por debajo de ella para implorar curación de males de oídos y garganta. El sarcófago del abad Diego García se conserva actualmente en esa iglesia, con una inscripción en la cubierta, partida por el báculo abacial.