El peligroso reto de caminar hasta el cementerio de Chantada

Rodrigo Fernández
Roi Fernández CHANTADA

CHANTADA

Unos peatones cruzan la carretera junto al cementerio parroquial de Chantada
Unos peatones cruzan la carretera junto al cementerio parroquial de Chantada ROI FERNÁNDEZ

Para llegar al camposanto desde esta localidad es preciso cruzar cuatro accesos distintos sin ningún paso de peatones

05 jul 2021 . Actualizado a las 11:38 h.

Los dos kilómetros desde Zaquín, otros dos desde el barrio de A Santa Mariña, 1,7 kilómetros desde A Costaña, el kilómero y medio desde Catro Camiños, los dos kilómetros desde Basán Pequeno, los 2,5 kilómetros desde Basán Grande o la distancia de 300 metros de Marín, hacen que acercase al cementerio parroquial de Chantada sea un ejercicio saludable para los corazones de los caminantes, muchos ya de una edad con la que pueden recordar la de entonces frase publicitaria de una bicicleta estática «Quien mueve las piernas mueve el corazón». Pero este paseo deja de ser tal al poco de acercarse a la tapia de cemento que cierra el espacio donde yacen desde hace décadas chantadinos y no chantadinos, ilustradas, deportistas, agricultores y ganaderas, artistas, muertos en batalla, tratantes, empresarios, escritores, pacienzudos pescadores y tenaces cazadores, matemáticos, monjas y curas, libreros, artesanos, doctores, una reconocida pediatra, viejas y jóvenes, buenos y menos buenos, calvos, barbudos, gordos y flacos, viajeros y emigrantes, vividores, jugadores, y cómo no, el ejemplo de equidad más fraseado una vez llegados a este lugar, los ricos y los pobres, que también los hay en el cementerio de Chantada; poetas y hasta un torero, sí créanlo, un torero gallego de Os Peares. Decimos que deja de ser un paseo, para convertirse en un peligroso paso donde fluye el tráfico que enlaza las vías más importantes y transitadas de la comarca, sin aceras, sin pasos de cebra y con coches que pasan cerca de los caminantes a una velocidad que no siempre es la recomendable, este es pues el problema extramuros.

También al pasar bajo el dintel que en su día rezaba con letras en bajorrelieve de cemento «Paz y bien, hermano peregrino y... hasta luego» nos encontramos con un problema que puede sobrevenir al caminante si ha bebido mucha agua, porque no hay servicios. De ello es consciente el nuevo párroco de Chantada, Manuel Areán y tiene intención de buscar una solución. Manuel Areán es nuevo aunque ya lleve un tiempo más que prudente para abandonar este adjetivo. Lo que pasa es que la larga etapa de párroco del anterior, Daniel de Castro, hace todavía referirse al lalinense Manuel como el cura nuevo.

Es también Manuel Areán sabedor de otra carencia del cementerio, otra que se echará de menos aún más en estos meses estivales, la sombra. Había árboles, se cortaron hace pocos años con el pretexto de que algunas personas se quejaban de que las raíces penetraban en panteones y tumbas o algo así. Califiquen ustedes la magnitud del problema. A servidor, llegado el momento, que funcione o deje de funcionar su ataúd le importa más bien poco. Prefiero que quien venga a visitarme, si aquí vengo a parar, tenga una sombra para taparse de un sol que, por lo que dice la ciencia, va a tener menos piedad en los años venideros sobre nuestro maltratado planeta.

Manuel Areán está a favor de recuperar esos árboles en algunas zonas del cementerio, solucionando así el problema de la sombra. El también cree que de este modo este lugar gozará de una estética más natural y acogedora en contraposición con el abuso del hormigón. También aprueba el cura Manuel la instalación de algún banco para poder sentarse y descansar del recorrido a pie desde Chantada..