Comilonas frente a viticultura, el dilema de la ribera de San Fiz

Luis Díaz
luis díaz MONFORTE / LA VOZ

CHANTADA

Bodegas de diferentes usos y volúmenes constructivos en la ribera chantadina de San Fiz
Bodegas de diferentes usos y volúmenes constructivos en la ribera chantadina de San Fiz ROI FERNÁNDEZ

El plan contra el feísmo entra en la última fase antes de su aplicación

04 nov 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

El plan de ordenación de la ribera de San Fiz, en Chantada, estará en condiciones de ser aprobado por la Xunta de Galicia en el plazo aproximado de tres meses. La Dirección Xeral de Calidade Ambiental e Cambio Climático necesita ese tiempo para emitir los informes preceptivos sobre el impacto del proyecto, último paso que deberá superar antes de su entrada en vigor. Junto con Doade, San Fiz posiblemente sea la postal de referencia de la singularidad vitícola de la Ribeira Sacra. La candidatura a patrimonio de la humanidad urge poner orden en las edificaciones que salpican la ribera chantadina. El impacto económico de la crisis sanitaria, según apuntan muchos afectados, complica un objetivo ya de por sí complejo.

La proliferación de edificaciones en la ribera de San Fiz, muchas de ellas de difícil encaje en una zona con ese valor paisajístico, tiene que ver sobre todo con sus buenas comunicaciones. A solo cinco kilómetros de Chantada, esta flanqueada por el corredor de Monforte a Lalín. Esta circunstancia motivó que compradores de dispares procedencias adquiriesen parcelas para levantar edificaciones que poco tienen que ver con las bodegas tradicionales. «A mí me parece bien que se ordene. Se edificó para paparotadas y hoy parece una urbanización», opina un industrial de Chantada que tiene viña y bodega en San Fiz.

Este propietario es uno de los que tomaron parte en a las reuniones informativas que se desarrollaron desde el anuncio del proyecto de ordenación de San Fiz, una de las diez iniciativas ambientales, paisajísticas y urbanísticas que forman parte del plan estratégico para la Ribeira Sacra. Todas estas propuestas, anunciadas por la Xunta el pasado mes de junio, están relacionadas con la candidatura que deberá evaluar la Unesco a lo largo del 2021. Los afectados recibieron información del equipo redactor sobre la filosofía del plan. Las medidas concretas se desconocen, pero trascendieron algunas pistas sobre el alcance de su puesta en práctica.

Fuentes próximas al equipo redactor indicaron que el objetivo primordial será «igualar a estética», sin recurrir salvo en casos extremos a medidas drásticas como derribos. El presidente del consejo regulador, José Manuel Rodríguez, abogó por la fórmula de la integración de la práctica totalidad de las edificaciones en las visitas a la zona en las que acompañó a los técnicos.

En estos mismos términos se pronunció el alcalde de Chantada, Manuel Varela, cuando le fue presentado el proyecto por la conselleira de Medio Ambiente, Ángeles Vázquez; la directora xeral de Ordenación do Territorio e Urbanismo, Encarnación Rivas; y el arquitecto redactor del documento, Mario Crecente. «O que está feito vaise salvar en máis do 95%. En catro, cinco ou seis casos igual hai que facer algunha modificación», señaló Varela.

Los problemas se plantean con edificaciones que excedieron sobre las autorizaciones del Ayuntamiento en canto al volumen construido, y en las que pese a tener dimensiones más reducidas están revestidas de bloques y ladrillo. En esos casos, avisa el alcalde, solo quedarán dos alternativas: «meterlle a piqueta ou arranxalos». A los viticultores les preocupa que la piqueta pueda ensañarse no en los de las «paparotas», sino entre los que cuidan el viñedo.

Atalaya privilegiada

Buena parte de las bodegas de San Fiz tienen un marcado componente lúdico. El viñedo, en ellas, es un pretexto para disfrutar de la gastronomía en una atalaya privilegiada y bien comunicada sobre el Miño. Pero esta ribera también es una de las principales zonas productoras de uva de Chantada, una de las cinco subzonas de la denominación de origen Ribeira Sacra. Muchos cosecheros anteponen la funcionalidad a la estética en las casetas en las que guardan tijeras de poda, sulfatadoras y otros aperos necesarios para el cuidado de las viñas.

«A madeira e a pedra son caras. A adaptación vai ter un custo moi elevado e se non hai axudas igual o que traballa as viñas é o prexudicado», apunta un viticultor. Un presupuesto de reforma que era asumible hace unos meses puede convertirse en un lujo inalcanzable en el actual contexto económico. «El que levanta un chalé en el medio de la ribera tiene menos problemas que el que tiene un alpendre en bloques, que suele ser el que cuida el viñedo», argumenta uno de los propietarios.

Desmonte en la zona de viñedo de San Fiz, en una imagen de archivo
Desmonte en la zona de viñedo de San Fiz, en una imagen de archivo ROI FERNÁNDEZ

El impacto sobre los bancales en las viñas

El impacto visual de la disparidad de construcciones no es el único problema paisajístico que se plantea en la ribera chantadina de San Fiz. Las obras en esta zona de cultivo también afectan en ocasiones a los bancales en los que se configura el viñedo, principal seña de identidad de la Ribeira Sacra y eje sobre el que pivota la candidatura a patrimonio de la humanidad. La alteración de las muras rompe la continuidad del paisaje y causa daños difícilmente reversibles en una zona catalogada como BIC.