—¿No volvió a Galicia desde la pandemia?
—La verdad es que no. Pero el próximo puente o vacaciones sí que iremos a ver a la familia. Nos vemos, pero no es igual a través de una pantalla que físicamente.
—Aparte de la familia, ¿qué extraña de Galicia?
—Pues muchos rincones porque, parece tonto, pero muchas veces nos cuesta descubrirlos. Quiero disfrutar de mi aldea, de esa calma, recordar cuando estaba allí y volverme niño por un segundo.
—¿Cómo era de niño?
—Muy travieso. Mis padres tuvieron mucha paciencia conmigo. En realidad no tengo palabras para agradecérselo. Estoy muy agradecido de que me llevaran por el buen camino.
—¿Es verdad que empezó jugando como portero de fútbol?
—Sí. En el colegio de A Barrela.
—A los malos nos ponían siempre a jugar de porteros.
—Exactamente. Eso es lo que me pasaba a mí. Pero lo disfruté. También hice taekuondo. Hice bastantes cosas hasta que encontré el deporte que me dio el amor y disfrutar del deporte, que ha sido el baloncesto.
—¿Cuál diría que ha sido el mejor momento de su carrera, el que guarda con más cariño?
—Mi primer título con Unicaja, que fue la Copa del Rey. Y también mi debut en la ACB, que fue un momento muy grato.
—¿Y el peor?
—Un año que no estuve al cien por cien, mi último año en Málaga. No estuve a la altura que el club quería. Fue el año más frustrante.
—¿Por qué renunció a la NBA?
—Lo he dicho muchas veces. Tuve un problema familiar, bastante grave, y preferí no dar ese salto, quedarme cerca de ellos.
—¿Se arrepiente?
—No. Luego tuve opciones de volver, pero estaba muy cómodo con mi rol en la ACB y en ningún momento me he arrepentido. Mi tren era este y estoy orgulloso de lo que hice. A la gente no le gustará, pero yo soy así de claro. Estuve 20 años en la ACB y eso muy pocos pueden decirlo.
—Tampoco tuvo mucha presencia en la Selección. ¿Le queda una espinita con eso?
—No. Lo que no me gusta es lo que se hablaba: que si no llevaba bien las bromas, que no me llevaba bien con los Gasol, que si mi mujer se metía en medio... Y era todo mentira. Las temporadas eran muy intensas, mis equipos llegaban a las finales y yo acababa físicamente muy cansado, necesitaba descansar. Fui algunos años, en los que me encontraba bien.
—No debe ser fácil vivir con 2,09 de estatura.
—Recuerdo que mis padres, los pobres intentaban conseguir zapatillas para mí como podían. Las cosas van cambiando pero aún así, hay algunas que no: las camas, los ascensores...
—Se habrá dado muchos chichones.
—Muchos. Mire, las puertas de mi casa las hice a medida y aún así me agacho; porque estoy acostumbrado.
—Usted siempre mira hacia abajo.
—Hombre, claro. Las mejores vistas son las mías. Hay gente que hace muchos esfuerzos para tener estas vistas.
—En el cine, sentarse detrás de usted es una ruina.
—Nah. Me siento siempre en la última fila, ja, ja.
—Con los años que lleva en Málaga no se le nota el acento.
—A veces me sale y a veces no. Al principio aquí les costaba entenderme por el acento gallego. Y en Galicia me dicen que tengo acento andaluz.
—¿Celta o Dépor?
—Celta. Me gustaba porque estaba Cañizares.
—¿Se maneja algo en la cocina?
—No soy un experto, hago algo. Las cosas fáciles.
—¿Cómo diría que es usted en pocas palabras?
—Soy tímido, honrado, fiel y sincero.
—Dígame un sitio donde sea feliz.
—En una cancha de baloncesto. En la que sea.
—Una canción.
—Black or White de Michael Jackson.
—¿Lo más importante en la vida?
—Ser feliz y disfrutar de ella. Hay que vivir cada momento.