San Blas de Cereixa, un festejo con raíces que se hunden en la prehistoria

Francisco Albo
francisco albo MONFORTE / LA VOZ

A POBRA DO BROLLÓN

Vecinos de Cereixa recogen en el castro de San Lourenzo tocones de roble para quemar en la fiesta de San Blas
Vecinos de Cereixa recogen en el castro de San Lourenzo tocones de roble para quemar en la fiesta de San Blas XURXO AYÁN

Varios estudios históricos indican que esta tradición local conserva elementos anteriores al cristianismo

02 feb 2020 . Actualizado a las 10:35 h.

La parroquia de Cereixa, en A Pobra do Brollón, es uno de los dos lugares -junto con Monforte- donde se celebra la festividad de San Blas. En Cereixa, la tradición muestra una singularidad histórica y cultural que dio pie a la aparición de varios estudios en publicaciones de ámbito internacional, aunque este hecho es poco conocido en el sur lucense.

Por una parte, el arqueólogo Xurxo Ayán -oriundo de esa parroquia de A Pobra do Brollón- presentó en un congreso arqueológico europeo celebrado en el 2005 en la ciudad irlandesa de Cork un trabajo sobre este festejo que después fue publicado en Inglaterra en un volumen titulado Folk beliefs and practice in medieval lifes. Por otro lado, Marco Virgilio García Quintela, catedrático de historia antigua de la Universidade de Santiagol, analizó esta tradición en dos estudios. Uno de ellos fue presentado en un congreso de antropología celebrado la capital gallega en el 2004 y fue publicado en inglés dos años más tarde en Budapest. García Quintela mencionó también esta celebración en un estudio aparecido en el 2014 en la Revista de Dialectología y Tradiciones Populares.

Ambos investigadores destacan el hecho de que en Cereixa, además de la festividad de San Blas, se conserva también la de San Lorenzo, que se perdió y fue recuperada en tiempos muy recientes. García Quintela señala que ambas fiestas se celebran con un intervalo de seis meses -una a principios de febrero y otra a principios de agosto-, unas fechas que coinciden aproximadamente con las de dos antiguas celebraciones religiosas europeas que son consideradas anteriores al cristianismo, como el Imbolc y el Lugnasad de Irlanda. De igual manera que estas fiestas -apunta el historiador-, las de la parroquia de Cereixa guardan relación con el fuego y el agua.

La festividad de San Blas es precedida por la llamada «noite dos cepos», en la que se queman tocones de árboles previamente recogidos por los vecinos. Anteriormente, la madera se recogía en un robledal llamado Os Carballos -que ya no existe- y en la actualidad se recoge cada año en un lugar diferente de la parroquia. En cuanto a la de San Lorenzo, la tradición local considera a este santo como favorecedor de la lluvia y se sabe que en otros tiempos la imagen del santo era mojada en el río con este fin cuando la fiesta coincidía con una época de sequía.

Lugares de celebración

García Quintela indica por otro lado que la fiesta de San Blas tiene lugar en la parte baja y habitada de la parroquia, mientras que la de San Lorenzo se celebraba sobre una altura, en el castro del mismo nombre y en una zona despoblada que los vecinos conocían como A Mourindá, donde se situaban las leyendas locales relativas a los mouros. Las dos festividades -agrega el historiador- componen una dualidad en el plano espacial, ya que se reparten en áreas habitadas y deshabitadas, y también en el plano temporal, ya que «los santos dividen el año en dos mitades casi exactas y los ritos asociados de fuego en invierno y agua en verano evocan la estación opuesta».

Estas dualidades simbólicas, apunta García Quintela, son también características de diversas festividades precristianas europeas como el Imbolc y el Lugnasad. Xurxo Ayán considera por su parte que «Cereixa é un caso único en Galicia, xa que o seu calendario festivo anual fosilizou as crenzas prerromanas e distintos ciclos da cristianización».

Rituales paganos supervivientes de la cristianización

En opinión de García Quintela, las tradiciones asociadas en Cereixa a las fiestas de San Blas y San Lorenzo indican que cuando la Iglesia católica impuso su hegemonía en los primeros siglos de la Edad Media «emprendió una ‘lectura’ del paisaje pagano tratando de comprender los hitos que lo articulaban en las tradiciones locales para, seguidamente, plantear una ‘negociación’ entre esas tradiciones y sus propias exigencias». De esta forma, los dos festejos -dedicados a santos mártires- pasaron a ocupar el lugar de otras tradiciones locales mucho más antiguas, aunque conservaron gran parte de sus elementos originales.

En sus investigaciones sobre la fiesta de San Blas, Xurxo Ayán reunió menciones que aparecen en antiguos documentos sobre visitas de representantes del obispado lucense a Cereixa. García Quintela señala que en estos documentos se describen los ritos celebrados en la iglesia de la parroquia durante la festividad sin mencionar directamente la tradición de la «noite dos cepos».

Sin embargo, dice por otro lado el historiador, en esos papeles se leen también «conminaciones a los curas para que luchen contra prácticas supersticiosas o ajenas a la ortodoxia». A su juicio, «es legítimo interpretar que el objetivo implícito de esas exhortaciones es la ‘noite dos cepos’ evitándose el choque con las prácticas comunitarias», lo que supondría que la Iglesia intentó erradicar los elementos que más parecían de origen pagano pero sin causar un enfrentamiento con la población que mantenía esas tradiciones.

Ayán considera que el San Blas de Cereixa ha mantenido mejor los rasgos simbólicos heredados de su lejano origen precristiano que el de Monforte, un culto urbano que estuvo mucho más controlado por los condes de Lemos y los poderes eclesiásticos.