«Emigramos para traballar nas casas dos máis ricos de Suíza»

Carlos Cortés
CArlos Cortés MONFORTE / LA VOZ

LEMOS

Cerca de 140 gallegos emigrados en la costa dorada de Zúrich se reúnen en Monforte

02 may 2023 . Actualizado a las 10:34 h.

El nombre de la asociación de emigrantes gallegos Val d’Ouro, que ayer celebró en Monforte su reunión anual, no tiene que ver con el lugar de origen de sus integrantes. No es que la mayoría procedan del municipio de O Valadouro. El oro estaba en el lugar en el que fueron a trabajar la denominada Goldenküste, la costa dorada de Zúrich. En su mejor época, a principios de los años 90, la asociación llegó a representar a 200 familias y en sus actividades podían participar fácilmente 400 personas.

Esta sociedad gallega en Zúrich se fundó en 1990 y permaneció activa hasta el 2015, cuando ya muchos de sus integrantes habían emprendido el camino de vuelta. Como el que fue su presidente, Etelvino Noguerol, que en el 2015 se instaló de nuevo en O Saviñao, su municipio de origen. «A maioría de nós —cuenta— eramos choferes ou xardineiros, ou empregadas do fogar no caso das mulleres; emigramos para traballar nas casas dos máis ricos de Suíza».

Muchos de estos emigrantes llegaron a Suiza para emplearse en lo que pudieron. Sobre todo empezaron en la hostelería y la construcción, sectores a los que en la segunda mitad del siglo XX llegó abundante mano de obra gallega en oleadas sucesivas. Pero unos pocos de los que eligieron Zurich como destino acabaron en la costa dorada del lago, la de los multimillonarios. Allí vive por ejemplo Roger Federer. Muchos de estos emigrantes tenían sus propias casas, pero otros vivían en las propias villas de sus empleadores, en las zonas reservadas para el servicio. Todos se consideraban afortunados. En general, el trabajo doméstico en esas casonas era mucho más llevadero que el de la hostelería o la construcción. Y estaba bien pagado.

Quizás por el carácter especial del tipo de trabajo en el que se emplearon, los integrantes de la asociación Val d’Ouro mantienen los vínculos entre ellos. No importa que todos o casi todos sus integrantes lleven años de vuelta en Galicia. Ya han pasado 8 años desde que este colectivo de emigrantes cesó su actividad, pero la mayoría de sus antiguos integrantes siguen en contacto entre ellos. Y pocos faltan a sus reuniones anuales.

La de este 2023 se celebró en Monforte y acudieron alrededor de 150 personas. Los participantes llegaron de toda Galicia, porque a la costa dorada de Zúrich llegaron emigrantes de distintos puntos de Galicia. Si acaso, abundan especialmente los procedentes de la comarca de Barbanza, pero los hay de todas partes. En la comarca de Lemos ese fue un destino especialmente popular para los que se marchaban a Suiza desde O Saviñao o Pantón. De hecho, el alcalde de Pantón, José Luis Álvarez, estaba en la reunión de ayer en Monforte. Aunque el suyo es un caso especial, porque él en Zúrich trabajó para un banco.

En Barcelona con 15 años

El que fue presidente de la asociación presenta un historial laboral más habitual. La historia de Etelvino Noguerol en la emigración empezó cuando tenía 15 años, pero no en Suiza, sino en Barcelona. Los siete años que trabajó allí en la hostelería le dieron la ocasión de aprender no solo catalán, sino también italiano, algo que agradecería mucho solo unos pocos años después. «Nunha residencia con servizo de restaurante no que traballei alí tiña como xefa a una muller italiana», recuerda. El servicio militar lo obligó a volver a Galicia y una vez pasado ese trámite en aquella época obligatorio volvió a emigrar. Y esa vez a Suiza, donde ya estaban cuatro de sus hermanos.

En la obra en la que se puso a trabajar nada más llegar a Zurich compartió tajo con esos cuatro hermanos. Los cuatro trabajaban en la misma empresa, que como la mayoría de las constructoras en activo en aquellos años en esa parte de Suiza eran propiedad de italianos. «En Zúrich fálase alemán, pero o idioma no traballo era case exclusivamente o italiano», asegura Etelvino Noguerol. Gracias al italiano que aprendió en Barcelona, él se ahorró el primer golpe que se llevan muchos emigrantes, el de no ser capaces de hacerse entender en su vida cotidiana.

Un ingeniero saudí

Etelvino Noguerol se enroló en la construcción porque sus hermanos le facilitaron el trabajo, pero también porque le gustaba y quería probar algo distinto a la hostelería. Y si unos años después se pasó al servicio doméstico en la orilla este del lago Zurich fue por descansar un poco del trabajo físico continuo que supone la obra. Su mujer había encontrado trabajo en una de las mansiones de la Goldenküste y supo que sus jefes necesitaban un chófer. Y en esa ocupación pasaría Etelvino Noguerol los 28 años siguientes.

Era, recuerda, un trabajo mucho más relajado que el de la construcción. Su jefe era un ingeniero nacido en Pakistán, pero criado en Arabia Saudí y el Reino Unido. Directivo de una empresa pública perteneciente a la familia real saudí, vivía en Zúrich una vida a todo tren. La parte mala del trabajo de chófer era que se suponía que había que estar disponible prácticamente a cualquier hora. La buena en este caso era que el ingeniero tenía unos horarios más bien rutinarios y solo recurría al chófer cuando era estrictamente necesario.

La relación con sus empleadores era tan buena que incluso ahora siguen en contacto: «El xa morreu, pero á súa muller, que ten agora 93 anos, aínda lle fixemos unha visita non hai moito».

Ahora lleva ya años retornado, pero no olvida Zúrich. «En Suíza viven a miña filla e a miña neta —explica—, a emigracion con eu virme definitivamente, a emigración é para sempre».