Cruces, flores y mascarillas para ir a ver a la Virgen a lo alto del monte Faro

Carlos Cortés
Carlos Cortés CHANTADA / LA VOZ

LEMOS

La mayor romería del año se celebró a pesar del coronavirus

09 sep 2020 . Actualizado a las 17:54 h.

Trescientos metros muy cuesta arriba y jalonados de cruces de madera. Así es el acceso más clásico a la romería que se celebra en el monte Faro cada 8 de septiembre. Por ese sendero cubierto de hierba y algunas flores llegan a la ermita de la Virgen los que quieren hacer al menos una parte del recorrido a la manera clásica: andando o de rodillas. Y así fue también este año, porque la devoción religiosa no está reñida con la precaución ante el coronavirus. La única diferencia fueron las mascarillas.

Como es habitual, la primera misa de la mañana, la de las ocho, se celebró dentro de la ermita. La mañana era luminosa, pero todavía acababa de amanecer y fuera hacía un frío considerable. Además, la asistencia a esta primera misa siempre es la más reducida del día. Solo una veintena de madrugadores llenaban el interior del pequeño templo, pero es que este año no podía haber muchos más. El aforo estaba limitado para garantizar separación suficiente entre unos y otros. Unos voluntarios proporcionaban gel en la entrada y advertían que solo se podía salir por la puerta lateral.

Las catorce cruces

Mientras tanto, en el exterior los vendedores ambulantes instalaban sus puestos y el recinto para las misas de campaña estaba ya preparado. Más de doscientas sillas rodeadas de vallas y con metro y medio de separación esperaban a los fieles. A la mañana le quedaban otras cinco misas, una cada sesenta minutos hasta la de la una del mediodía, que es siempre la más concurrida de todas.

Al tiempo que el aparcamiento se llenaba de coches, también iba ganando intensidad el goteo de gente que llegaba a la cumbre por el sendero de las catorce cruces, una por cada parada del viacrucis. La mayoría subían a pie, pero algunos iban descalzos y no fueron pocos los que completaron esos trescientos metros de rodillas o a gatas, según como fuesen de fuerzas.

Pese a que la cuesta tiene una pendiente muy respetable, entre quienes la suben así hay de todo: hombres, mujeres, mayores y jóvenes. Generalmente silenciosos y con las rodillas al descubierto, la mayoría tratan de no ponerse de pie hasta la puerta de la ermita. Otros se paran un poco antes, junto a uno de los monolitos de piedra colocados allí hace cerca de veinte años y grabados con poemas del trovador medieval Xoán de Requeixo, por el que se sabe que ya en el siglo XIII había en lo alto de este monte una ermita en la que se hacían romerías.

Desde pequeños

Rodrigo y José Antonio son de los que subieron de rodillas. Tienen 48 años, son vecinos de la parroquia de Milleirós, en el cercano municipio de Carballedo, y llevan toda la vida subiendo al monte Faro cada 8 de septiembre. Siempre arrodillados los últimos trescientos metros. «É pola fe que lle temos á santa -explica Rodrigo-, estamos ofrecidos desde pequenos e xa nosos pais tamén viñan».

Junto a ellos, los chantadinos Miguel Carbonell Valín y Sergio Sánchez se toman un descanso antes de correr a por un desayuno en uno de los puestos de la fiesta. Son asiduos a la romería del 8 de septiembre. Un año van andando desde Chantada y al siguiente en bicicleta. Cuando hacen la subida a pie tienen que salir a las cinco de la mañana para llegar a la cima a las ocho. Este año tocó bicicleta, así que no madrugaron tanto. Las bicicletas no sirve en el terreno blando del viacrucis, pero ellos quieren llegar a la ermita por ahí, así que lo hacen andando.

Tradición y religión

Los dos lo hacen porque les gusta mantener la tradición, aunque cada uno tiene además sus propias motivaciones extra. Las de Miguel Carbonell son claramente religiosas: «Para quien cree, como es mi caso, poder venir al Faro un día así es una ocasión que no se debe perder, y no hay más que ver a toda esta gente aquí para comprobar que no soy el único».

Las razones de Sergio Sánchez no son estrictamente religiosas, pero se le parecen: «Houbo algún apuro do que acabei librando e creo que fago ben en vir, pero isto para min non é unha cuestión de relixión, senón algo persoal».

Medidas contra las aglomeraciones y bastante más gente que hace tres semanas

La parroquia chantadina de Requeixo decidió mantener a pesar de todo en este 2020 las dos fiestas que organiza en la ermita de la cima de este monte. Los vecinos y el cura Xabier Diéguez estaban de acuerdo en que si se toman las precauciones adecuadas, el riesgo de contagio es mínimo. Espacio allí arriba hay de sobra, así que solo había que tener cuidado con las aglomeraciones dentro de la ermita y en la misas. En la romería del 15 de agosto, conocida por los vecinos como la del Faro Pequeno, contaban con poca gente, pero hubo incluso menos. Se notó el miedo a los brotes de coronavirus que en aquel momento empezaban a proliferar en diferentes puntos de Galicia.

Tres semanas después, este martes el Faro Grande fue mejor de público. No tuvo la asistencia multitudinaria de un año bueno, tampoco la de un año normal, pero subió mucha gente. El párroco decía la víspera que esperaba a unas tres o cuatro mil personas. Si se equivocó no fue por mucho.