La romería de San Mateo, años de tres garrafones de vino por pandilla

FELIPE AIRA MONFORTE

LEMOS

La lluvia, habitual en esta romeria, no amilanó a estos asistentes al San Mateo, en septiembre de 1944
La lluvia, habitual en esta romeria, no amilanó a estos asistentes al San Mateo, en septiembre de 1944 TOÑO GARCÍA

Monforte se volcó en la fiesta de A Parte al desaparecer la de Santa Uxía

06 sep 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Septiembre era singularmente festeiro en Monforte. Desde marzo, con el San Lázaro, se sucedían las celebraciones todos los meses. Pero era en el período de tránsito del verano al otoño cuando tenían lugar tradicionalmente dos de las romerías populares más importantes de la comarca de Lemos. La más antigua era la de Santa Uxía, que tenía lugar el 16 de septiembre en el Campo da Virxe y dejó de celebrarse hace décadas. El San Mateo aún llena el campo de la fiesta en la parroquia monfortina de A Parte cada 21 de septiembre, aunque en el 2020 habrá un paréntesis obligado como consecuencia de la pandemia.

En sus mejores tiempos, eran centenares los puestos y miles los participantes en estas romerías. No solo acudía gente de Monforte, sino de toda la comarca e incluso de municipios cercanos de la provincia de Ourense. Prácticamente todas las familias de Monforte participaban en las comidas campestres con las que se despedía el verano. Negocios e industrias, paraban su actividad para dispensar a los trabajadores la posibilidad de asistir a las romerías. Crónicas de mediados del siglo pasado atestiguan que no pocos emigrantes con raíces en la zona procuraban que sus vacaciones o permisos coincidieran con estas fechas para asistir a esas celebraciones.

Una pandilla posa en el campo de la fiesta de A Parte
Una pandilla posa en el campo de la fiesta de A Parte TOÑO GARCÍA

A mediados del siglo pasado, se cifraba en más de seis mil personas la asistencia a la romería de San Mateo. Muchos devotos asistían a los actos religiosos y a la procesión del santo, con fama de curar los males de oído. Durante finales del XIX y buena parte del XX, agrupaciones musicales, rondallas, orfeones y orquestas locales amenizaban foliones y verbenas. Ambas romerías se caracterizaban por ser celebraciones campestres y muchas de las familias acudían en burros engalanados. Otros, caminando con las viandas y bebidas a cuestas, ataviados con pintorescos atuendos.

Tortas para la casa real

Según relatan las crónicas de mediados del pasado siglo, lo normal era llevar al menos, tres garrafones de vino por familia o pandilla. Y por cada garrafón, una gran empanada de las que siempre tuvieron fama en Monforte. También eran obligadas famosas tortas, que a comienzos del siglo XX se mandaban regularmente al Palacio Real de Madrid por un negocio local. Así se hacía desde que el rey, a su paso por la estación monfortina de ferrocarril, fuera agasajado con estos dulces elaborados por la confitería-pastelería de la familia De la Fuente.

Eran por encima de todo fiestas de exaltación gastronómica y entre las empanadas la más apreciada era de la de páxaras o papuxas, ave ahora protegida que solía cazarse en septiembre mediante unas trampas denominadas esparrelas cuando buscaba uvas o moras con que alimentarse. Abundaban en las romerías los asados de cabrito, carne o pollo, los típicos huev

Participantes en la romería de San Mateo posan junto a una de las antiguas atracciones
Participantes en la romería de San Mateo posan junto a una de las antiguas atracciones ELENI GONZÁLEZ

os cocidos, que servían de acompañamiento, y los puestos donde degustar el pulpo. En algunas crónicas de mediados del siglo pasado se lee que en el San Mateo llegaron a darse cita más de treinta puestos. El vino, por supuesto, de la Ribeira Sacra.

Hay que decir que, debido a los desórdenes habituales, a finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, era habitual solicitar la presencia de la guardia Civil. Resulta llamativo el número de ocasiones en las que se producen altercados que provocan incluso la muerte de alguna persona por disparos de armas de fuego en la fiesta del San Mateo o al regreso de ella. Con frecuencia se incautaban pistolas o incluso escopetas, según recogen noticias de la época.

Una tremenda tormenta

A diferencia del San Mateo, la romería de Santa Uxía acabó por desaparecer. La ermita de Nosa Señora dos Campos, levantada en el siglo XVI por el Ayuntamiento con permiso de los monjes benedictinos, había sufrido un serio abandono con la marcha forzada de los monjes con motivo de la desamortización. Décadas después, la ermita continuó su existencia con la ayuda de los romeros y vecinos del barrio. Su pérdida definitiva se produjo con la caída sobre su techumbre de varios árboles de grandes dimensiones, después de una tremenda tormenta que descargó en febrero del año 1883.

A pesar de todo, la festividad perviviría todavía durante algún tiempo. Sin duda, la desaparición de la romería que se celebraba en la ladera de San Vicente incrementó la identificación de los monfortinos con la que aún tiene lugar en la parroquia de A Parte. La romería de Santa Uxía, conocida popularmente como festa das empanadas, terminó por desaparecer a comienzos de la década de los treinta del pasado siglo. Durante un tiempo, se trasladaron parte de los festejos desde el Campo da Virxe al vecino barrio de A Florida.

Las empanadas de «O Chutas», unas de las más famosas, viajaban en tren a Madrid

Allá por la década de los años cuarenta y cincuenta del pasado siglo, un grupo de monfortinos establecidos en Madrid se reunían todos los sábados para degustar las empanadas elaboradas en el horno de O Chutas, que les eran enviadas por tren cada semana desde Monforte. Hombre muy conocido y apreciado, Manolo O Chutas era muy aficionado al fútbol y entre la hinchada lemista también se le conocía como Periquín. Sus famosas empanadas viajaban a Madrid por ferrocarril y allí las recogía casi siempre Ángel Martín, monfortino y comisario de policía afincado en la capital.

En aquellas comidas también participaban, entre otros, José González Blanco, miembro del Centro Gallego y antiguo director de la Rondalla Monfortina; y el musicólogo y escritor José Ibáñez, que hoy da nombre al conservatorio municipal de Monforte. Sus compañeros de peña gastronómica madrileña le pidieron que escribiese una reseña sobre aquellos encuentros. Y dedicó unos poemas a las empanadas gallegas y en particular a las que se elaboraban en Monforte en el horno de O Chutas, que estaba situado en el barrio de San Antonio, muy cerca del convento de Santa Clara.

Ibáñez obsequió con una copia del poemario en honor de la empanada a Manolo O Chutas, que siempre lo conservó con gran orgullo. «¡Qué empanada a galega! Quén raios te pilla quente/ nos tempos que morre a xente/ loitando sempre á refrega/ por levaren unha enchenta», se lee en una de las estrofas.