Os Peares, pionero en la Ribeira Sacra al poner coto a los carteles de obras

Luis Díaz
luis díaz MONFORTE / LA VOZ

LEMOS

CARLOS CORTÉS

El plan especial exige que sean retirados cuando esté terminado el proyecto que anuncian

11 ene 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Sobre el papel, los carteles de obras deberían tener fecha de caducidad. Lo lógico sería que su presencia en la vía pública se supeditase a la duración de los trabajos que anuncian. La realidad, sin embargo, es otra muy distinta. Con demasiada frecuencia, vallas y rótulos desplegados por las administraciones acaban formando parte del paisaje de muchos núcleos de población. Años después de la ejecución del proyecto, siguen anclados en el mismo lugar anunciando inversiones que pasaron a la historia. El plan especial de protección de Os Peares, en vigor desde este miércoles, es el primero en la Ribeira Sacra que pone el foco en esa vertiente del feísmo.

El plan especial de protección, infraestructuras y dotaciones de Os Peares afecta a doce núcleos repartidos por A Peroxa, Carballedo, Nogueira de Ramuín y Pantón, los cuatro municipios de las provincias de Lugo y Ourense que integran el consorcio local. Sus directrices están encaminadas a preservar la singularidad del paisaje natural, y también del construido, en este territorio. Entre otras medidas, el documento elaborado por la Consellería de Medio Ambiente, Territorio e Vivenda establece que los carteles de obras «deberán ser retirados unha vez rematada a obra en cuestión».

Quizás porque es algo que cae de cajón, está obligatoriedad se suele pasar por alto en las normativas de ámbito municipal. Ninguno de los técnicos consultados por este diario tiene constancia de la existencia de una directriz explícita en los ayuntamientos de la zona en lo referente a este tipo de carteles. «As obras dos concellos sempre se fan con subvencións doutras administracións e deixar claro quen pon os cartos adoita ser importante», ironiza un técnico municipal de urbanismo.

Un mínimo obligatorio

En algunos casos, las subvenciones incluso están supeditadas a la presencia por un tiempo determinado de los rótulos que informan de su concesión. Para algunas de las ayudas de Agader, por ejemplo, se establece que la placa en la que figura su asignación debe estar visible al menos cinco años. Los carteles de obras, por otra parte, no improvisan los aspectos relativos al diseño y la tipografía. «La Xunta tiene un manual que detalla cómo deben estar rotulados», señalan en un estudio de arquitectura.

Los proyectos subvencionados por las administraciones incluyen sistemáticamente entre las unidades de obra el coste del cartel en el que consta la correspondiente financiación. No sucede lo mismo, curiosamente, con su retirada. «No se suele presupuestar y tampoco queda claro quién debe hacerlo», reconoce un técnico consultado. En el Parque dos Condes de Monforte permaneció instalada durante muchos años una gran valla de una obra del Plan E que fue retirada por el Ayuntamiento aprovechando una reforma posterior en la parte destinada a estacionamiento.

La obligatoriedad de retirar este tipo de carteles al concluir las obras a las que aluden forma parte de las normas de protección del paisaje incluidas en el plan especial del consorcio local de Os Peares, que entra en vigor tras la aprobación del paisaje cultural de la Ribeira Sacra. El plan especial del casco histórico de Monforte, que está siendo revisado por la Xunta como paso previo a su aprobación definitiva, no se hacía eco inicialmente al menos de forma explícita de esta problemática.

Los paneles del proyecto de iluminación del 2010 siguen en el paseo fluvial

Por todos los municipios de la Ribeira Sacra asoman en mayor o menor medida carteles de obras cuyo deterioro delata que esos proyectos se ejecutaron mucho tiempo atrás. En la parroquia de Proendos, en Sober, un grafitero tuvo el detalle de convertir en mural una valla del extinto Plan E situada al pie de la carretera. En el casco urbano de Monforte también hay ejemplos de la necesidad de incluir en los planes de urbanismo directrices como la que deberá aplicar desde ahora el consorcio local de Os Peares.

A la entrada al paseo fluvial por el barrio de Ramberde, cerca de la pasarela de madera que atraviesa el Cabe, un cartel casi ilegible se hace eco de las obras de iluminación realizadas hace ahora diez años. Junto a la Porta da Alcazaba, en pleno conjunto monumental de San Vicente, podía verse hasta hace poco un cartel alusivo al proyecto de reforma que se dio por finalizó en el 2009 en la Rúa Falagueira.

Ahora ocupa su lugar un nuevo panel que informa de la ejecución y el coste de las obras realizadas hace un año en Santo Domingo. Otro tanto sucede, ya en la periferia, con los anuncios sobre el inicio de la urbanización del puerto seco, inaugurado a comienzos del 2014.

Nadie cuestiona la conveniencia de incluir en la normativa urbanística la obligatoriedad de retirar estos carteles, aunque muchos técnicos son escépticos en cuanto a su aplicación práctica. «Se se deixan é por desidia. Está ben regulalo, pero logo hai que facer que se cumpra», señala un técnico. Tampoco estaría de más, apunta, «pensar na súa reciclaxe para novas obras».