«Si salen nuevos tipos de tomate, ¿por qué no mejorar la mencía?»

Luis Díaz
LUIS DÍAZ MONFORTE / LA VOZ

LEMOS

MIGUEL VILLAR

Vicente Sotés, experto en cambio climático, dice que la viticultura tendrá que adaptarse al calentamiento global

21 mar 2019 . Actualizado a las 07:37 h.

El tiempo anda más revuelto que nunca y la incertidumbre se ha instalado en las viñas. Nada parece seguro cuando la meteorología es tan cambiante. Todo depende para el viticultor. «La gente del campo suele contestar a las preguntas con un ‘depende’. No es solo una forma de ser de los gallegos. En mi tierra, en La Rioja, se dice mucho. En la vida, dos y dos no siempre son cuatro. Para el viticultor, casi nunca. Es algo en lo que siempre insisto a mis alumnos». Quien habla es Vicente Sotés, catedrático de viticultura de la Universidad Politécnica de Madrid, vicepresidente de la Organización Internacional de la Viña y el Vino (OIV) y destacado experto en los efectos del calentamiento global en el viñedo. Este jueves intervendrá en la jornada La Ribeira Sacra frente al cambio climático y las enfermedades de la vid. Sotés abordará los efectos de este nuevo escenario sobre la producción de uva.

-Durante un tiempo, se debatió si el cambio climático era o no real. ¿Etapa superada?

-He estado repasando documentación y sobre el mismo tema de esta charla ya hablé en Monforte en el año 2007. Entonces el cambio climático se ponía en duda. Muchos decían que era un camelo. Pero de camelo no tiene nada, son datos científicos. El camelo viene cuando los políticos se meten en el medio. Las emisiones de dióxido de carbono han motivado una subida media de las temperaturas de 0,8 grados en el pasado siglo. Eso, a efectos prácticos, es mucho, Los efectos no van a ser uniformes, pero hay lugares como el sur de Europa que se van a ver seriamente perjudicados.

-¿La toma de conciencia está a tiempo de mitigar esos efectos perjudiciales?

-Está clarto que tenemos que disminuir la emisión de gases de efecto invernadero. El problema es que China se encuentra en pleno crecimiento y en Estados Unidos las políticas dependen de quien gobierna. Es un tema muy complejo. Se habla de coches eléctricos, pero su fabricación también implica una huella de carbono. Hay que enfocar bien la cuestión. Muchas empresas están tomando conciencia de la necesidad de reducir el impacto ambiental de su actividad, también las bodegas.

-¿Que pasará en el viñedo?

-Pues que habrá que cultivar cada vez mejor. El viñedo estará cada vez más expuesto al cambio climático y lo que viene será más complicado. Algunos pensaban que con el calentamiento no iba haber heladas. Ya ve lo que ha pasado estos años en Galicia y otras zonas de España.

-¿Cuáles son las pautas para poder cultivar mejor?

-Sabemos que las oscilaciones meteorológicas serán cada vez más marcadas. No queda más remedio que adaptar el cultivo a ese escenario cambiante. La espaldera, por ejemplo, ¿es mejor que la cepa en vaso de toda la vida para contener el grado? Creo que solo es la más cómoda. Hay que reflexionar sobre muchas cuestiones, incluidas las variedades que plantamos. No todas se adaptarán igual. La disponibilidad de agua es una cuestión crucial para un futuro que ya está ahí. Habrá episodios de precipitaciones intensas y meses en los que no caerá ni una triste gota.

-Algunos expertos sugieren que habría que trasladar el viñedo a zonas más altas. ¿Qué opina?

-Yo creo que las laderas funcionan bien. El problema está en los viñedos que se han desplazado a las zonas de valle. La solución no es nada sencilla. El viñedo está asociado a unas poblaciones, al lugar donde viven las personas que lo trabajan. Cambiamos de sitio las zonas de viñedo, vale. ¿Y qué hacemos con los viticultores?, ¿los llevamos en autobús?

-El título de su charla deja en el aire la pregunta de si será necesario sustituir variedades de vid en la Ribeira Sacra.

-La elección acertada de las variedades es algo fundamental. En esto también pesa la comodidad del viticultor, pero existen muchas opciones para actuar frente al cambio climático. Incluso está la posibilidad de obtener nuevas variedades mejor adaptadas. Hay investigaciones en marcha muy interesantes [mediante cruzamientos] que tropiezan con una normativa que debería ser más flexible. Si se autorizan nuevas variedades de melocotón o de tomate, ¿por qué no de vid? Mejor una mencía mejorada que tener que echar mano de otras variedades foráneas.

-¿Y cómo sería una mencía «mejorada»?

-La variedad tipo del futuro debe ser de ciclo tardío, más resistente a la sequía y a las altas temperaturas. También menos sensible a las enfermedades del viñedo, porque cada vez habrá más restricciones normativas al empleo de productos fitosanitarios de síntesis. Necesitamos mejorar las variedades manteniendo la tipicidad. Otros países trabajan en esta línea desde hace tiempo y aquí sería preciso ponernos a tope con ello.

-¿Por qué esas reticencias a la obtención de variedades más adaptadas al cambio climático?

-La viticultura es muy inmovilista. Se basa en la tradición, que tiene mucha importancia. La diferenciación de los vinos es lo que nos permite competir. Si hacemos lo mismo que en otros lugares del mundo, nos machacan. Pero el cambio climático plantea retos a los que hay que dar respuesta. Los acontecimientos van muy deprisa y no podemos quedarnos de brazos cruzados.

-¿Qué tal está posicionada la Ribeira Sacra con vistas a ese nuevo escenario?

-Las zonas con una mayor tipicidad y tradición vitícola están en condiciones de aguantar mucho mejor los problemas derivados del cambio climático. El cultivo del viñedo en la Ribeira Sacra tiene una historia milenaria. En lugares así, la viña está más acostumbrada a resistir.