Tiempo de poda en la Ribeira Sacra

Luis Díaz
Luis Díaz MONFORTE / LA VOZ

LEMOS

carlos rueda

La próxima cosecha comienza a tomar cuerpo a golpe de tijera, mucho antes de la salida de los primeros brotes

08 ene 2019 . Actualizado a las 15:54 h.

El vino de esta añada empieza a tomar cuerpo. Todavía queda mucho para que aparezcan los primeros brotes primaverales en las cepas, pero la cosecha comienza a perfilarse ahora. Puede iniciarse antes o después, pero enero es el mes de la poda en las viñas de la Ribeira Sacra. Con un poco de práctica, cualquiera puede podar. Hacerlo bien, es otra historia. Hay incluso quien lo considera un arte.

«Eu véxoa máis ben como un exercicio de sentido común. Á cepa lle vas deixando cada ano unha tarefa. Ao ano seguinte, vés como a desenvolveu. Se puido con ela, se aínda se lle pode esixir algo máis ou se, pola contra, hai que rebaixarlle a carga», opina el presidente del consejo regulador, José Manuel Rodríguez.

La poda consiste en una serie de cortes que se ejecutan en brazos y sarmientos durante la parada invernal de la cepa. Sin ella, esas prolongaciones crecerían más y más cada año hasta agotar una planta incapaz de alimentar tanta producción.

En sus primeros años, la poda sirve para dar a la planta una forma determinada que busca el viticultor para optimizar el cultivo. Más adelante, permite una cosecha anual de uva lo más regular y constante posible. Lo que se busca al controlar su potencial de crecimiento vegetativo es «regularizar la fructificación, haciendo que los racimos aumenten de tamaño, mejoren de calidad y maduren bien», explica el Tratado de Viticultura General de Luis Hidalgo.

«Dos cepas de la misma variedad y en igualdad de condiciones, con idéntica carga, pueden tener producciones diferentes, según se haya repartido esa carga, porque las yemas de las varas tienen fertilidad más pronunciada y perfección en sus racimillos debido a su posición en el sarmiento», recoge este tratado vitícola.

No se poda igual una cepa vigorosa que otra menos robusta. Ni se puede asignar la misma «tarea» a la vid en un viñedo de suelo pedregoso y en otro de tierra profunda y fértil. El número de yemas que se dejan, y la consiguiente carga de racimos, debe tener en cuenta ese tipo de condicionantes. «Na ribeira de Doade dicíase antes que unha cepa sen varas era como un soldado sen fusil. Pero se o soldado non ten forza para ter conta do fusil, mal asunto», ironiza José Manuel Rodríguez.

En otros tiempos, la poda se acomodaba a la fase que atravesaba la luna. En determinados momentos, no se debía tocar a la cepa. Es una recomendación que cada vez se sigue menos. Cuando se compagina la viticultura con otra actividad, o se dispone de una superficie de viñedo relevante en extensión, resulta difícil renunciar a semanas enteras de trabajo solo porque coinciden con una determinada fase lunar.

«Entre a minguante e a nova din que é a mellor época. En crecente e lúa vella, non se debe podar. Nalgunhas árbores, os brotes van cara abaixo se a poda foi en lúa mala», detalla el ingeniero agrónomo Victoriano Pérez. «Non sei se a norma sirve so para os que podan de noite ou tamén para os que o facemos de día», comenta luego con socarronería.

El margen de tiempo para la poda depende de la intensidad del invierno, que determina a su vez el período de parada vegetativa de la vid. Suele realizarse entre diciembre y febrero, aunque lo normal es que se concentre en enero. En zonas de ribera bien abrigadas se poda ya desde diciembre porque es difícil que las heladas primaverales afecten a los primeros brotes.

La poda en las viñas más expuesta a las heladas que se producen en ocasiones a finales de abril y comienzos de mayo se aplaza lo más posible para retrasar también la brotación. Cuanto más tarde vuelva a la vida la cepa, menos posibilidades hay de perder la producción por el descenso de las temperaturas nocturnas.

El problema, apunta Victoriano Pérez, es que los años vienen cada vez más raros «e moitas veces a savia xa corre pola planta no mes de febreiro». Podar en esas condiciones, con actividad vegetativa, supondría un debilitamiento de la cepa que pagaría en esa e incluso en futuras cosechas.

No solo el clima cambia en la Ribeira Sacra. También lo hicieron los sistemas de conducción del viñedo y las vides cultivadas. Por su comodidad, prolifera la guía de las cepas en espaldera, en vez del vaso tradicional. Pero la poda propia de las conducciones más recientes, mediante postes y alambres, no siempre es compatible con los suelos pobres de las viñas en bancales.

Tampoco se podan igual todas las variedades. Con la mencía hay una mayor experiencia acumulada, y se trata además de una cepa muy constante en la producción de uva. No sucede lo mismo con otras variedades de cultivo tradicional recuperadas en los últimos años.

El albarello o brancellao trae de cabeza a más de un viticultor. «É unha poda complexa polo tipo de caste e porque inflúen outros factores como o tipo de clon ou de portainxertos. Pero hai que ter en conta que é unha cepa menos produtiva, co que convén deixar algún ollo máis na cepa», dice Xesús Verao.

En la viña de su familia en A Cividade se conservan algunas de las cepas más antiguas de esta variedad. Vides centenarias de las que se extrajo material vegetal para una investigación en la Estación de Viticultura e Enoloxía de Galicia. Verao sugiere podar el albarello por el sistema de vara y cotón, a la antigua usanza. «Tíralle máis do entendemento á cepa», dice.