¿Por qué las mámoas del monte de Santa Mariña están donde están?

Francisco Albo
francisco albo MONFORTE / LA VOZ

LEMOS

CARLOS RUEDA

Un estudio apunta que la situación de la antigua necrópolis fue elegida para hacerla más visible desde los caminos

16 dic 2018 . Actualizado a las 13:35 h.

La ubicación del célebre conjunto de mámoas o túmulos megalíticos del monte de Santa Mariña -entre los municipios de O Incio, Samos y Sarria- no parece tener nada de fortuita y probablemente se escogió de forma deliberada con el fin de que esta necrópolis prehistórica fuese bien visible desde los caminos naturales que atraviesan el territorio que lo rodea. Esta hipótesis ha sido planteada por el arqueólogo Miguel Carrero-Pazos en un estudio recientemente publicado en la revista Trabajos de Prehistoria bajo el título Modelando dinámicas de movilidad y visibilidad en los paisajes megalíticos gallegos. El caso del monte de Santa Mariña y su entorno.

En la investigación, según explica el autor del trabajo, se aplicó una serie de análisis basados en los sistemas de información geográfica y la estadística espacial. Usando tales herramientas se identificó un amplio conjunto de rutas naturales que pueden haber sido utilizadas por los pobladores prehistóricos del territorio y se estudió la visibilidad que ofrecen desde esos caminos la necrópolis de Santa Mariña -situada en una meseta que se eleva a unos ochocientos metros sobre el nivel del mar- y otros conjuntos de mámoas existentes en la misma área geográfica.

Entre las conclusiones que saca de este estudio, el investigador señala que la visibilidad de estos enclaves parece estar directamente relacionada con las vías naturales de tránsito y que se incrementa en los itinerarios que siguen una dirección de ascenso o de descenso en relación con estos conjuntos de enterramientos. La mayor parte de estos grupos de túmulos -dice por otro lado- «descargan su potencia visual en dirección norte» y además entre ellos existen «evidentes interrelaciones visuales».

La visibilidad que ofrecen estos conjuntos de túmulos desde la distancia -señala asimismo el arqueólogo- «parece haber estado vinculada a una movilidad elevada de los grupos humanos neolíticos». La elección de los puntos estratégicos en los que se llevaban a cabo los enterramientos, indica por otra parte el estudio de Carrero-Pazos, parece obedecer a la intención de potenciar su protagonismo en el paisaje durante los desplazamientos por los caminos, «haciendo partícipe al difunto de la vida de los vivos y reforzando con ello el vínculo comunitario a través del recuerdo y la memoria».

Una hipótesis ya planteada en otras áreas megalíticas de la península y Europa

El estudio realizado por Miguel Carrero-Pazos no se limita al monte de Santa Mariña y su entorno inmediato, sino que cubre un territorio el que se encuentran otros cinco grupos de mámoas situados en los lugares de O Edramo, Os Chaos, Bardaos, Chao de Nadela y el monte Mela. Entre todos ellos suman un total de 75 túmulos. El área geográfica en la que se desarrolló la investigación se extiende por los municipios de O Incio, Samos, Sarria, Láncara y Triacastela.

Las conclusiones que se desprenden de esta investigación -según indica el arqueólogo- refuerzan otras hipótesis similares que se han planteado anteriormente en diversas áreas de la península ibérica y de Europa en las que se conservan monumentos megalíticos. La potenciación de la visibilidad en el paisaje que parecen haber querido imprimir a estos conjuntos funerarios las antiguas poblaciones que los construyeron, agrega, podría constituir «una característica común al conjunto de este fenómeno». El papel de los túmulos megalíticos como configuradores del paisaje en el período neolítico, apunta asimismo Carrero-Pazos, debe ser entendido teniendo en cuenta que también pueden haber servido como elementos de demarcación de los territorios.

También en el Barbanza

La necrópolis de Santa Mariña y los conjuntos de mámoas que existen en el mismo territorio no son los únicos yacimientos megalíticos de Galicia en los que se han realizado estos estudios de visibilidad en el paisaje. Otro trabajo publicado este mismo año sobre los grupos de mámoas de la sierra del Barbanza llega a unas conclusiones muy parecidas a las de Miguel Carrero-Pazos. El estudio, firmado por los arqueólogos Ramón Fábregas, Carlos Rodríguez-Rellán, Julián Bustelo Abuín y Víctor Barbeito Pose, apareció en un libro colectivo sobre el megalitismo ibérico publicado en Portugal bajo el título De Gibraltar aos Pirenéus.

Según apunta Ramón Fábregas, «os investigadores xa levaban moito tempo intuindo que os camiños tiñan un papel moi importante nas sociedades neolíticas» y suponiendo «que os enterramentos se facían en lugares estratéxicos escollidos adrede para que puidesen ser vistos con facilidade durante os desprazamentos dos grupos humanos». Las nuevas herramientas tecnológicas que se utilizan actualmente en estas investigaciones, añade el arqueólogo, «veñen demostrar cientificamente esas intuicións e proban que hai unha relación directa entre os camiños naturais e as mámoas».

Un conjunto de enterramientos que puede tener hasta 6.000 años de antigüedad

La necrópolis del monte de Santa Mariña, formada por cerca de cincuenta mámoas, está considerada como el conjunto de enterramientos megalíticos más numeroso e importante de la provincia de Lugo. Desde el 2006 goza de la categoría de bien de interés cultural. Es la primera necrópolis megalítica gallega a la que se aplicó este rango, ya que los pocos yacimientos de esa época que fueron declarados BIC con anterioridad consisten en monumentos individuales y aislados, como el conocido dolmen coruñés de Dombate.

Pese a su singularidad y su especial valor, el yacimiento no ha sido investigado a fondo y las únicos sondeos arqueológicos que se hicieron hasta ahora en él fueron realizados en 1993 bajo la dirección del catedrático de la USC Antón Rodríguez Casal. Los investigadores suponen que las mámoas que conforman este conjunto pueden haber sido construidas en diferentes épocas a lo largo de un período que se extendería entre hace 6.000 y 4.000 años, es decir, desde el Neolítico hasta la Edad del Bronce. No obstante, las escasas investigaciones arqueológicas efectuadas hasta el momento no permiten determinar su antigüedad con una mayor precisión.