Alerta en Ribeira Sacra: la edad media de los 2.397 viticultores está en 65 años

Luis Díaz
luis díaz MONFORTE / LA VOZ

LEMOS

ROI FERNÁNDEZ

Solo 150 nacieron en 1970 o en adelante, según los datos del consejo regulador

12 dic 2018 . Actualizado a las 21:47 h.

Un godello incluido por el Financial Times en una selección navideña de blancos de todo el mundo. Una minúscula bodega que salta a la revista del Wall Street Journal. Un tinto joven entre los vinos españoles predilectos del crítico del New York Times. Ribeira Sacra está que se sale. No solo despunta en publicaciones especializadas como la de Robert Parker o en boletines para minorías ávidas de novedades. Los medios generalistas más influyentes a nivel internacional también ponen el foco en la originalidad de sus vinos. Pero a pie de viña, a Ribeira Sacra le va como anillo al dedo el tópico del gigante con pies de barro. La media de edad de sus 2.397 viticultores se sitúa ya en 65 años.

No parece la mejor edad para trabajar entre los bancales de sus empinadas laderas, pero así andan las cosas en esta peculiar denominación de origen. «Ao que coñece a ribeira non lle estraña. Hoxe en día un viticultor con cincuenta anos é un rapaz», dice el presidente del consejo regulador, José Manuel Rodríguez. La media de edad de 65 años figura en un estudio que se realizó entre los viticultores con viñedos inscritos en Ribeira Sacra. Otro dato llamativo que sale a relucir es que solo 150 nacieron en 1970 o en adelante.

Un precio rentable

Pese a todo, en el consejo regulador prefieren ver el vaso medio lleno. «Hai futuro porque o prezo da uva é rendible», señala José Manuel Rodríguez. Incluso se podría crecer en producción de uva. «Penso -explica- que é factible chegar aos dez millóns de quilos [este año fueron 6.170.995] porque hai unha porcentaxe de autoconsumo que pode acabar entrando no mercado». La recuperación de viñedo abandonado, por el contrario, le parece más que improbable. «Medrar en hectáreas, coa actual situación demográfica, véxoo moi difícil», apunta Rodríguez.

Los datos internos del consejo regulador sobre la media de edad de los viticultores fueron determinantes para que las grandes bodegas se decidiesen en los últimos años a plantar viñedo. Rectoral de Amandi, la mayor de todas, era muy reacia a modificar su política de comprar uva exclusivamente y sin embargo acabó por reunir terrenos en diferentes zonas. No ha sido la única bodega importante que le ha visto las orejas al lobo. Pero ni siquiera esas nuevas plantaciones frenan la pérdida de superficie. En Ribeira Sacra hay ahora 1.229 hectáreas de viñedo censadas. Desde el 2010, cuando eran 1.271, la tendencia es decreciente. Los nuevos viñedos que plantan grandes y medianas bodegas no frenan la sangría demográfica.

«Fan falta incentivos económicos como os que reciben noutras zonas en Europa os viticultores que traballan viñas en pendente», opina José Manuel Rodríguez. Esas ayudas por el sostenimiento del paisaje no se aplican en Ribeira Sacra. Tampoco parece que vaya a traerlas consigo la declaración de Bien de Interés Cultural, paso previo a la candidatura a Patrimonio de la Humanidad. El presidente del consejo regulador cree que solo las bodegas de cierta entidad pueden evitar -a través de empresas de servicios que trabajen las viñas- un recorte drástico de la superficie vitícola.

Vinos más ambiciosos

Hijo de padres gallegos y nacido en Suiza, el enólogo Fredi Torres ha trabajado en diferentes zonas vitícolas. Algunas, como el Valais suizo o el Priorato catalán, comparten con Ribeira Sacra los condicionantes de la viticultura en pendiente. Desde el 2013, elabora vinos en la Ribeira Sacra -aunque al margen de la denominación de origen- como uno de los socios de Sílice Viticultores, la pequeña bodega de Sober que saltó a las páginas del Wall Street Journal. En Sílice también preocupa lo que pueda pasar a medio plazo con los viñedos. «Donde resulte posible, y no lo es en todas las viñas, hay que intentar ir hacia vinos más ambiciosos, que permitan pagar mejor la uva y que la viticultura sea más atractiva», explica.

El precio del kilo de la variedad tinta mencía oscila ahora entre un euro y -en el mejor de los casos- un euro y medio. Solo en elaboraciones muy especiales se pasa de ahí, si bien son meras anécdotas en el conjunto de la producción. El kilo de godello, por su escasez, llega a pagarse a dos euros y medio. Pero «a esa burbuja le queda muy poco para explotar», avisa el enólogo de otra conocida bodega.

Sober resiste mejor una tendencia general a la baja

Los datos disponibles de viticultores por municipios van del año 2005 al 2017. En ese período, en toda la denominación de origen se perdieron 511. Unas zonas aguantan mejor que otras. Sober pasó en esos trece años de 401 a 443. Pero es la excepción en un contexto marcado por la tendencia negativa. Chantada bajó de 502 a 346; O Saviñao, de 391 a 361; y Quiroga, de 309 a 234. Pantón aguanta algo mejor. Tenía 446 en el 2005 y cerró el 2017 con 443 viticultores. En este caso hay que tener en cuenta, no obstante, que salió beneficiado de una ampliación por la que accedieron a la denominación amplias zonas de llano.