Del Montepulciano a la Ribeira Sacra

Luis Díaz
LUIS DÍAZ MONFORTE / LA VOZ

LEMOS

ROI FERNÁNDEZ

El italiano Roberto Flammini se asienta como bodeguero en Pantón, donde compró la bodega Pena das Donas

18 feb 2018 . Actualizado a las 20:09 h.

Todavía quedan paraísos escondidos en la Ribeira Sacra. Paisajes vitícolas poco conocidos, pero capaces de atrapar con su magia a quienes los descubren. A tiro de piedra de la N-120, a la altura de Os Peares, la ribera de Pombeiro es uno de los secretos mejor guardados del municipio de Pantón. Sobre el cauce encañonado del Sil, viejas cepas se retuercen en formas caprichosas junto al elevador que atraviesa los bancales. Son las viñas de la bodega Pena das Donas -ahora Alma das Donas-, con la que se hizo el pasado año el italiano Roberto Flammini. «Esto es algo maravilloso, pero se está quedando vacío. Tiene que venir gente joven, locos como nosotros», comenta sonriente desde este privilegiado mirador.

Los «locos» en cuestión son él y su mujer, la gallega Lara Santos, periodista y encargada de la comunicación en la bodega. Ninguno cuenta con vínculos en la zona, pero desde hace tiempo tenían metida entre ceja y ceja la idea de elaborar un vino en la Ribeira Sacra. «En Galicia, veíamos claro que debía ser aquí», dice Lara. La puesta a la venta de Pena das Donas era la oportunidad que estaban esperando. No la dejan escapar.

Roberto Flammini nació en la región montañosa de los Abruzos, de triste actualidad en los últimos años como consecuencia de varios terremotos. En los viñedos de esa zona del centro de Italia prolifera la variedad montepulciano, con la que se elaboran tintos concentrados y potentes bajo la denominación de origen Montepulciano d’Abruzzo. «Compartimos con la Ribeira Sacra la cultura del vino, allí siempre hay un vaso en la mesa a la hora de comer», explica Roberto.

A Galicia llegó por vez primera en su época de estudiante universitario, de la mano de una beca del programa Erasmus que le permitió conocer a su actual mujer. Ya como pareja vivieron en Italia, posteriormente en Inglaterra y más recientemente en Madrid, donde este economista de profesión trabajaba para una multinacional. «En Madrid teníamos una vida cómoda, la verdad. Pero nos tentaba un cambio, dejar ese ritmo tan frenético de la ciudad. Galicia nos da otras cosas», explica Lara Santos.

Los pies en la tierra

A la pareja le gusta enfatizar en el punto de locura que supone su apuesta por la viticultura heroica. Pero tienen los pies en la tierra. Trabajan con la misma gente que estaba antes al frente de la bodega y no se dejan engañar por el glamur que rodea al mundo del vino. «Se ha puesto algo de moda, como el mundo de la cocina. Pero es un mercado duro y en la viña hace más frío que en una oficina», apunta Roberto con sorna gallega.

La extrema parcelación de la tierra propia de la Ribeira Sacra no le pilla por sorpresa. También es una de las características de la viticultura en los Abruzos. Alma das Donas, como fue rebautizada la bodega, tiene tres hectáreas de viñedos propios entre Pombeiro y la zona de Quiroga. Tras una primera vendimia en la que casi duplicaron la producción, el objetivo es ir incorporando poco a poco nuevas parcelas.

Toca catar los vinos y se suman a la mesa Óscar Guitián y Xiao Germade, encargados de la bodega y las viñas. «Tenemos un equipo fantástico, con ganas y mucho recorrido», apunta Lara. Los aromas del vino asoman en la sala de catas, pero sobre todo se respira buen rollo.

Nuevos proyectos que puedan frenar la reducción de la superficie vitícola

Al menos en proyección, los vinos de Ribeira Sacra atraviesan un momento dulce. La singularidad del paisaje vitícola permite a las bodegas jugar con una importante ventaja frente a otros competidores. Pero la continuidad de la viticultura heroica está seriamente amenazada por el despoblamiento. Las estadísticas del consejo regulador lo ponen de relieve. Ribeira Sacra nunca había sonado tanto, pero la superficie de viñedo está a la altura del año 2005. Aunque la viña vuelve a ser rentable, no hay gente dispuesta trabajarla.

Condicionantes como las dificultades del cultivo o la fragmentación de la propiedad mantuvieron hasta ahora esta zona a salvo de inversiones especulativas de grandes grupos. Pero tampoco facilitaron que el modelo de pequeñas bodegas con viñedo propio tenga garantizado un relevo que parece necesario. Aunque hay productores de prestigio que pusieron desde fuera sus miras en Ribeira Sacra, elaboran sus vinos de prestado sin necesidad de invertir ni en bodega ni en viñedos.

Nómina internacional

La magia del paisaje y la diversidad vitícola de la Ribeira Sacra comienzan a tirar, sin embargo, de proyectos a la escala que más se ajusta a las características de este territorios. En muchos casos, sus impulsores proceden de lugares insospechados, Roberto Flammini no es está solo en la nómina de elaboradores internacionales. El importador de vinos danés Martin Damm también acondiciona su propia bodega en Amandi.