El bosque de castaños del cañón del Sil era un gran viñedo hace solo medio siglo

Luis Díaz
Luis Díaz MONFORTE / LA VOZ

LEMOS

Las imágenes inéditas captadas por un fotógrafo holandés en 1969 muestran la ladera norte llena de vides

19 feb 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

La Ribeira Sacra es un paisaje de fuertes contrastes. De vocación atlántica e influencia mediterránea, según la orientación de las laderas. Pocos lugares lo ilustran tan bien como la ribera de Doade, muy visitada por la proximidad del embarcadero del catamarán del cañón del Sil. Las viñas flanquean en paredes verticales la carretera que atraviesa la cara sur de la ribera, donde la uva madura con facilidad por el mayor número de horas del sol. Del otro lado, un espeso bosque de castaños cubre la totalidad de la pendiente. Parece que llevase ahí toda la vida, pero nada más lejos de la realidad. Hace solo cincuenta años, sobre los bancales que aún deja entrever el souto se levantaba un gran viñedo.

Las fotos que lo atestiguan, inéditas hasta la fecha, llegaron curiosamente de Holanda. María Jesús Soto, destinataria de la colección, pasó buena parte de su vida en ese país, al que había emigrado su padre en 1965 desde Doade. Dos años después, siguió el mismo camino junto con su madre. Monforte y Castro Caldelas tenían entonces estudios fotográficos, pero es muy difícil encontrar imágenes de aquella época relacionadas con la viticultura. «Nadie hacía fotos de la ribeira. Todavía no era sacra, solo era ribeira», aclara la propietaria de las imágenes.

Un valor que nadie veía

Ella decidió regresar a Galicia y tiene a su cargo desde hace tiempo el club náutico de Doade. Ningún sitio mejor para recrear la historia de las fotos de la ribera de Santa Marta, el souto de toda la vida que en realidad era viñedo hasta no hace mucho. «El jefe de la fábrica en la que trabajó mi padre tenía un hijo al que apasionaba la fotografía. Pensamos que le gustaría Galicia y al final se animó a venir», relata. La visita se produjo en el verano del año 1969, cuando se captaron las imágenes que ilustran este reportaje. «Él le dio al paisaje de la ribera un valor en el que nadie reparaba entonces», apunta María Jesús.

Tras el fallecimiento del autor de las fotos, la familia quiso que pasasen a manos de quienes habían hecho posible aquel viaje. Sus destinatarios hicieron llegar a su vez copias al consejo regulador de Ribeira Sacra, cuyo presidente concede a las imágenes un valor muy especial. «Todo o mundo pensa que esa ladeira leva así toda a vida. Incluso xente que pola súa idade debería recordar as viñas. É algo que di moito do que era a ribeira en tempos, a xente nin miraba para ela», dice José Manuel Rodríguez.

El valor de estas fotos, a su juicio, va más allá del testimonio histórico. También esconderían un mensaje de futuro, ahora que Ribeira Sacra perfila su candidatura a Patrimonio de la Humanidad. «Hai que ser rigorosos na protección da Ribeira Sacra, pero tamén hai que ter moito coidado coas fotos fixas das paisaxes vivas», opina el presidente del consejo regulador.

Santa Marta, la aldea que se tragó el embalse sin que las aguas se acercasen a ella

Desde el mirador de Soutochao, entre Doade y el embarcadero del catamarán, se aprecia con claridad el contraste entre ambas márgenes del río. De lado de la carretera, el viñedo se extiende desde lo más alto hasta el fondo del embalse. En la cara norte, por el contrario, son los castaños los que se adueñaron de los bancales que aún se dejan ver en algún punto. Casi en la cima, ocultos por los árboles, están los restos de la aldea de Santa Marta, perteneciente al municipio ourensano de A Teixeira. El abandono de este pueblo, que coincidió con las obras del embalse de Santo Estevo, tiene mucho que ver con la actual configuración del paisaje de la ribera.

«La construcción del embalse había causado filtraciones que hicieron que el terreno cediera y todo el pueblo tuvo que ser desalojado», cuenta Juan Pérez Fernández, en una colaboración para blog de la asociación naturalista Axena publicada en el año 2009. La familia materna de este biólogo, afincado actualmente en Estocolmo, es originaria de la aldea de Santa Marta, cuya evacuación no dejó rastro alguno en la prensa de la época.

Fueron indemnizados

Pese a que casas y fincas quedaron a salvo de las aguas del embalse, los vecinos de Santa Marta fueron indemnizados por sus propiedades como si el lugar hubiese sido anegado. «Mudáronse a Monforte, Sober, Ourense... Alí non podían quedar. Hai seis ou sete anos, caeu o terreo por baixo do pobo uns corenta metros. Víase dende a estrada, pero a vexetación medra e parece que non pasou nada», comenta un vecino de Doade que conoció a una de estas familias.

La ubicación privilegiada de la aldea, situada en una balconada sobre el cañón del Sil, propició que fuese ocupada en los años noventa por jóvenes ansiosos de llevar a la práctica un estilo de vida alternativo. Para evitar males mayores, Iberdrola optó por demoler todas las construcciones que quedaban en pie, incluidos los restos de la iglesia de San Martiño, del siglo XIX. A raíz de una denuncia de Adega, Patrimonio sancionó entonces a la compañía con 90.000 euros.