Otro episodio anterior, en el año 1919, obligó a emigrar a muchos agricultores

La Voz

LEMOS

07 may 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

El presidente nacional del Sindicato de la Vid, Carlos Cavero Beyard, acudía a Galicia el 23 de mayo de 1967 para abordar los daños causados por la helada que había arrasado semanas antes los viñedos. Cavero presidió ese día en Santiago una asamblea en la que participaron responsables de los sindicatos de viticultores de Galicia y León. Al igual que ahora, las vides de la comunidad vecina también habían quedado devastadas. «Cada uno de los representantes de las provincias fue leyendo con datos estadísticos las pérdidas causadas en sus respectivas localidades por las recientes heladas, y que ascienden a cerca de mil millones de pesetas», informaba La Voz.

En una entrevista concedida a este diario, el presidente nacional del Sindicato de la Vid no ocultaba la gravedad de las pérdidas. «Decir cuáles son exactamente los daños, no es posible. Pero puedo anticipar que han sido considerables en León, y por lo que se refiere a Galicia, en Orense son del orden del ochenta o noventa por ciento de su producción, que es de un millón de hectolitros. Las medidas a adoptar dependerán, precisamente, de las características de los daños en cada zona», explicaba Cavero.

Las noticias publicadas en aquella época por La Voz ofrecen valiosas indicaciones sobre otras heladas tardías registradas a lo largo del pasado siglo y que causaron verdaderos estragos en el campo gallego. «Se recuerda que en el año 1919 hubo unas heladas tan nefastas como las actuales, que obligaron a la mayor parte de los campesinos emigrar a América, con objeto de proveer a sus hogares de lo más indispensable para subsistir», desvelaba una crónica fechada en Ribadavia el 5 de mayo de 1967.

También en 1945

El abogado y escritor monfortino Luis Moure Mariño firmaba un artículo en La Voz el 7 de mayo de 1967, bajo el título Noche de la Santa Cruz, en el que se hacía eco de los estragos en el campo de otra helada anterior todavía más funesta. «Me acuerdo de aquella espantosa noche de 1945. Hace ya 22 años y la tragedia sobrevino, lo mismo que ahora, la noche de la Santa Cruz [...] Bajaba de las cumbres de La Escrita y Manzaneda un aire gélido, que cortaba como un cuchillo. El cielo aparecía despejado, y sobre el paisaje aterido -altos ya los centenos, en flor los frutales, se presentía la guadaña de la helada que iba a segar la cosecha», escribía Moure Mariño.