«El año previo a Atlanta 96 recorrí 18.000 kilómetros pedaleando»

Carlos Cortés
carlos cortés MONFORTE / LA VOZ

LEMOS

30 ene 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

No es que a Pablo Rodríguez la vida le cambiase de repente cuando tenía 21 años. La vida hizo algo más que eso, se lo puso todo patas arriba. Un día se despertó y había dejado de ver. El médico que lo atendió poco después le confirmó que se había quedado ciego sin remedio. Le tocaba aprenderlo todo otra vez. «Alguien me dijo una vez que era como nacer de nuevo -cuenta-, y es verdad». Así que puestos a aprender, aprendió a lo grande. Se aficionó al ciclismo, se compró un tándem y llegó a competir en unas olimpiadas. Pero de eso hace más de veinte años. Hoy Pablo tiene 49 años, sigue viviendo en su Monforte natal, tiene dos hijas y trabaja como vendedor de cupones en un quiosco de la Once. Sí, parece una actividad muy sedentaria, pero es que antes de quedarse ciego y de convertirse en deportista paralímpico de élite lo que mejor se le daba a Pablo era tratar con la gente. Y gente en su quiosco tiene a montones todos los días.

-¿Se quedó ciego de repente, sin ningún aviso previo?

-Unos años antes me habían diagnosticado síndrome de Behçet, pero nunca me habían dicho que me iba a quedar ciego.

-Un golpe tremendo para cualquiera, pero usted no se vino abajo.

-Quieras o no, al principio se te viene el mundo encima. Me fui a una escuela de rehabilitación de la Once en Sabadell. Tuve que aprender a comer, a andar por la calle, a hacer todo de nuevo. Alguien que se queda ciego de adulto tiene que desarrollar totalmente los otros sentidos

-¿Con la bicicleta empezó antes o después de la ceguera?

-Después, en el año 1991. Nunca había visto un tándem hasta que me pusieron uno en la mano en la escuela de rehabilitación en Sabadell. Me pusieron una mano en un sillín y otra en el otro, un día monté y me gustó. Empecé con una bici de hierro que pesaba 32 kilos, cuando las de competición no pasan de trece.

-¿Empezó en el deporte como terapia?

-Como terapia. El deporte te ayuda a integrarte mejor con la gente. Es un golpe muy fuerte en una edad muy difícil y cualquier deporte puede servir de ayuda, como rehabilitación y para superarte.

-Han pasado ya veinte años de las olimpiadas de Atlanta. ¿Cómo recuerda aquello?

-Compañeros que corrían conmigo cuando empecé a usar aquella bici de hierro fueron un año después a las olimpiadas paralímpicas de Barcelona 92. Entonces me planteé como reto ir a unos juegos olímpicos. Y me propuse abandonar la bicicleta como práctica deportiva al pasar esos juegos, hiciera o no medalla. Esa era mi meta. Hay que tener en cuenta que a eso no llega casi nadie, solo unos pocos privilegiados.

-Es difícil vivir del deporte. Pero para un deportista paralímpico debe ser poco menos que imposible.

-El deporte paralímpico se lleva el sufrimiento y el otro el dinero. En todo caso, los deportistas paralímpicos de élite están becados y eso ya pasaba en el año 92. Con el plan ADO nos ponían un sueldo para que durante aproximadamente un año y medio o dos años nos dedicásemos únicamente a entrenar. Durante aquella época yo sí vivía exclusivamente de aquello.

-¿Ya trabajaba en la Once?

-Sí. Empecé a trabajar en la Once en 1988.

-Y decidió dejar el deporte.

-Sí. Ya digo que en la meta que me había marcado cuando empecé estaba también dejarlo después de llegar a unos juegos olímpicos. Así que después de Atlanta le pregunté a mi piloto si estaba de acuerdo y él me contestó que quien decidía era yo. Así que completamos la temporada y después del campeonato que se disputó en Montjuic en el mes de octubre de aquel año 1996, lo dejé. Hay que tener en cuenta que aquel año, el de los juegos de Atlanta, estuve pedaleando 18.000 kilómetros, que se dice rápido. Eso supone mucho desgaste, tanto físico como psicológico.

-Tenía 29 años. ¿Podría haber seguido si hubiese querido?

-Sí, pero es que, buf... Al principio te hace ilusión, pero es que después supone un esfuerzo tremendo.

«No hago nada de deporte, si veo que echan el Tour por la tele, la apago»

La vida actual de Pablo Rodríguez, con su trabajo de horarios fijos en el quiosco de la Once del barrio monfortino de la Estación, su casa y sus dos hijas de 10 y 5 años parece todo lo contrario al frenesí de esfuerzo físico y viajes de aquellos años previos a Atlanta 96. En todo caso, veinte años después no parece echar de menos aquella vida.

-El trabajo en un quiosco es muy estático, ¿sigue haciendo deporte?

-Físicamente es muy monótono, sí. Pero lo llevo bien porque implica muchísima relación con la gente y eso a mí me gusta mucho. Y no, hoy en día no hago absolutamente nada de deporte. Es más, si veo que retransmiten el Tour de Francia por la tele, la apago [se ríe].

-¿Pero tampoco se arrepentirá de todo aquello, no?

-Que va, todo lo contrario. Fue una experiencia que queda para mí. Y no en mi cabeza, sino en mi corazón. La ceremonia de inauguración de los juegos, la villa olímpica... aquello es un espectáculo. No hay ni franceses, ni alemanes, ni indios. Allí estábamos todos juntos, aunque después en la competición ya la cosa cambiaba. Haberme dedicado al deporte a ese nivel me permitió recorrer un montón de países y hoy todavía tengo amigos en todo el mundo con los que conservo relación. Algunos incluso me han venido a ver desde Estados Unidos.

1994 Tour de Bélgica. 1994 Mundial del Ciclismo. 1995 Campeonato de España. 1996 Vuelta a Madrid. 1996 Olimpiadas de Atlanta.

su palmarés

Tour de Bélgica. Tres años después de subirse por primera vez a un tándem con piloto, logra un cuarto puesto en la prueba más prestigiosa del ciclismo por etapas para invidentes. Él y su piloto Daniel Barreiro, de Vilagarcía, se convierten además en los primeros españoles en ganar una etapa de esa carrera

Mundial del Ciclismo. Sexto puesto en el campeonato mundial de ciclismo paralímpico que se disputó en Bélgica

Campeonato de España. Segundo puesto en el campeonato de España de fondo en carretera

Vuelta a Madrid. Primer puesto en la clasificación general y en la de montaña

Olimpiadas de Atlanta. Disputó las pruebas de persecución y velocidad,, que no eran las que había preparado previamente. Se clasificó como decimoquinto y decimocuarto