Objetivo cumplido en la exhumación del cementerio de Castroncelos

Francisco Albo
francisco albo MONFORTE / LA VOZ

LEMOS

roi fernández

Los investigadores recuperan dos cuerpos humanos que, según todos los indicios, son lo que estaban buscando

02 jul 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

La Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) dio ayer por terminada la exhumación de los restos de dos vecinos de Monforte asesinados en 1938 y enterrados en el cementerio parroquial de Castroncelos, en A Pobra do Brollón. En la operación se pudieron recuperar dos cuerpos que en opinión de los especialistas que llevaron a cabo la tarea son con total seguridad los del antiguo concejal Ramón Somoza Álvarez y el sastre José Rodríguez Silvosa. En los trabajos estuvieron presentes varios miembros de las familias de los dos hombres. Durante la jornada de ayer, el lugar también fue visitado por el alcalde de A Pobra do Brollón, José Luis Maceda, y el de Monforte, José Tomé.

Una vez terminados los trabajos, como se hace siempre en este tipo de exhumaciones, la asociación presentó una denuncia en el cuartel de la Guardia Civil, haciendo constar legalmente el hallazgo de restos humanos con indicios de muerte violenta. El objeto de esta iniciativa -explican- es «que la justicia investigue el crimen, según dicta la ley de enjuiciamiento criminal española y la Convención contra la Desaparición Forzada de la la ONU». Según explican los miembros de la ARMH, los restos humanos estaban sepultados en dos lugares diferentes, separados por una distancia de unos veinticinco metros y situados respectivamente junto al muro este y al muro oeste del recinto del cementerio.

Indicios de heridas graves

En los dos cuerpos se detectaron diversos indicios de heridas graves y uno de los cráneos presenta un orificio que puede haber sido causado por un disparo de bala. No obstante, para determinar con precisión las circunstancias en las que se produjo la muerte de estas personas es preciso llevar a cabo un proceso identificativo con métodos de antropología forense que tardará varios meses en concluir. Una vez acabado este proceso, los restos mortales serán entregados a los parientes de las víctimas, que decidirá la manera en que se les dará una sepultura definitiva.

Para determinar la identidad de los cadáveres - apuntan por otra parte desde la asociación- seguramente no será necesario realizar pruebas genéticas. Este tipo de análisis se practica en las exhumaciones de fosas comunes en las que aparecen restos de individuos de similar edad que pueden confundirse unos con otros. En este caso se trata de dos fosas individuales bien diferenciadas, cuya ubicación y cuyas características se corresponde de manera exacta con los datos de que se disponían previamente los investigadores acerca de la forma en que se produjo la muerte y el enterramiento de cada una de las víctimas.

Los restos serán sometidos ahora a un exhaustivo proceso de identificación

Un hallazgo que se produjo gracias a testimonios orales y a pruebas documentales

El hallazgo de las sepulturas de Ramón Somoza Álvarez y José Rodríguez Silvosa se produjo de una manera casi fortuita, cuando los integrantes de la ARMH buscaban los restos de otras dos víctimas de ejecuciones extrajudiciales de la Guerra Civil. Estos restos no han aparecido todavía, pero sí se encontraron los que después se ha comprobado que son los de José Rodríguez Silvosa. Este hallazgo dio pie a suponer que en el cementerio de Castroncelos había rastros de otros asesinatos cometidos por motivos políticos, diferentes de los que originaron la búsqueda.

El historiador Alejandro Rodríguez, uno de los miembros del equipo de investigadores de la asociación, señala que la localización de las dos fosas se basó en testimonios orales y a la vez en registros documentales de la época. El archivo del tribunal militar de la provincia de A Coruña -que se halla ubicado en Ferrol- contiene documentación relativa a este sangriento suceso.

Clavos de un ataúd

Gracias a estos testimonios se pudo saber que Ramón Somoza Álvarez había sido enterrado en un ataúd, mientras que José Rodríguez Silvosa fue sepultado directamente en el suelo del cementerio. En la operación de exhumación realizada durante los dos últimos días se comprobó que los dos cadáveres habían sido soterrados precisamente de esa forma. La madera estaba desintegrada, pero la presencia de numerosos clavos indica que el enterramiento había sido realizado con un féretro.