La demanda de vinos elaborados con variedades alternativas a la mencía se dispara en la Ribeira Sacra
14 feb 2016 . Actualizado a las 05:00 h.Al menos en sus inicios, Ribeira Sacra era sinónimo exclusivo de una uva. El horizonte de sus vinos se agotaba en la mencía, variedad con la que salió del anonimato de los graneles. Sus principales competidores atravesaban entonces horas bajas. Pero Bierzo y Valdeorras no tardarían en cargarse las pilas. El socorrido «póngame un mencía» pronto se convirtió en un problema para las bodegas de Ribeira Sacra. Porque «el mencía» -así, a secas- llegaba a bares y restaurantes desde otras zonas a menos de la mitad de precio. Si la viticultura heroica quería ser diferente, se imponía con urgencia un cambio de rumbo.
El giro se inició a finales de los noventa. Fue entonces cuando Ribeira Sacra comenzó a desprenderse tímidamente del reclamo de la mencía, al menos en la estrategia promocional del consejo regulador. Mencías había muchos y de variadas procedencias. Lo importante era vender Ribeira Sacra. Por vez primera, la denominación de origen sacaba pecho de su singularidad. Apelaba a las características que hacen que sus tintos sean distintos a los que producen otras zonas cercanas con una misma variedad. Aquello que da sentido, precisamente, al sello de una denominación de origen.
La estrategia fue calando en el mercado a base de folletos, vídeos, catas y demás iniciativas promocionales. Ribeira Sacra era diferente, aunque la mencía siguiese siendo principio y fin de su horizonte vitícola. Según las estadísticas del consejo regulador, en el año 2000 las otras variedades tintas tradicionales -en su mayoría brancellao y merenzao- sumaban siete mil kilos, sobre una producción total de casi dos millones. El camino de la singularidad todavía tenía mucho que desbrozar.
Las bendiciones de la crítica y la consiguiente demanda de vinos diferentes ha propiciado, sin embargo, un crecimiento significativo de las variedades minoritarias en los últimos años. Hablamos de términos porcentuales, porque su volumen sigue siendo anecdótico en las estadísticas de la denominación de origen. En la última vendimia, por ejemplo, la producción de merenzao casi se cuadriplicó con respecto a la del 2012. Aún así, son 52.000 kilos los que se cosechan de esta variedad. De brancellao, entraron en las bodegas en la última campaña 41.000 kilos, y de sousón 37.915 kilos. Poca cosa en comparación con los casi 90.000 kilos de tempranillo de esa misma campaña.
El caíño deberá esperar
El caíño tinto no llega en la vendimia del 2015 a los 7.000 kilos. Es la razón por la que no figura entre las variedades catalogadas como preferentes tras la reciente modificación del reglamento del consejo regulador. A diferencia de merenzao, brancellao y sousón, no se podrá citar al menos en las etiquetas. Nadie cuestiona sus méritos, pero la producción se considera irrelevante al menos por el momento.
Los cambios introducidos en la reglamentación constituyen otra vuelta de tuerca en la búsqueda de la singularidad. Las bodegas punteras de Ribeira Sacra venían reclamando desde hace tiempo un marco más flexible para los que no se conforman con vinos del año ligeros y afrutados. Esas modificaciones coinciden, curiosamente, con un debate interno entre los enólogos sobre el potencial real de envejecimiento de algunos de estos vinos de variedades minoritarias.
Las dudas entre los técnicos posiblemente sean fruto de la falta de perspectiva. No hace mucho, pasaba lo mismo con la mencía. Nadie acababa de creerse que fuese una uva capaz de dar más que vinos jóvenes y ligeros en la Ribeira Sacra. «La variedad no es un fin en sí mismo. Un merenzao puede ser muy bueno o muy malo. Lo que define al vino es la viña, la viticultura y una elaboración consecuente», opina Alfonso Losada, responsable del área de enología en la estación de Leiro. Pero el vino también es esclavo de las modas. Y las variedades minoritarias están ahora en la cresta de la ola. «No importa el precio, cada vez los piden más», dice Humberto Loureiro, en el Centro do Viño da Ribeira Sacra. Si han conseguido ser profetas en su tierra, está todo dicho.
Variedades tintas minoritarias. Datos de producción de la última vendimia
Brancellao. 34.549 kilos. Variedad de gran arraigo en la zona, donde era mayoritaria en el siglo XVIII
Merenzao, 52.996 kilos. Otra variedad de cultivo tradicional, del mismo linaje que la mencía
Sousón. 37.915 kilos. Variedad de reciente introducción, más arraigada en O Ribeiro
Caíño. 6.743 kilos, Variedad de gran tradición en el oeste de Galicia, escasa aún en la zona
Variedades de uva
Preferentes
Tintas: Mencía, brancellao, merenzao y sousón
Blancas: Loureira, treixadura, godello, dona branca, albariño y torrontés
Autorizadas
Tintas:Tempranillo, garnacha tintorera, mouratón, grao negro, caíño tinto, caíño bravo y caíño longo
Blancas: Branco lexítimo y caíño blanco
Una recuperación muy reciente con protagonistas poco conocidos
5.233.882 kilos
Producción de mencía
El total cosechado, incluidas las variedades blancas, fue de 5.811.670 kilos
559.755 kilos
Otras uvas tintas
Hay que tener en cuenta que más de la mitad (332.250 kilos) son de garnacha
Sobre la recuperación de las variedades minoritarias en la Ribeira Sacra circulan muchos tópicos. El primero está relacionado con la edad de las cepas, considerada sinónimo de calidad del vino. Proliferan los merenzaos que proclaman su procedencia de vides viejas, cuando la recuperación de esta uva es muy reciente. Una de las primeras plantaciones de cierta entidad se llevó a cabo en la bodega ourensana Alodio en el año 2003. Paradójicamente, se debió a un error. Pretendían corregir de forma natural las carencias de acidez de la mencía plantando brancellao, pero el viverista les envió merenzao. Cuando las cepas comenzaron a producir, los bodegueros repararon en la equivocación. El sueco Gabriel Gothlin, entonces socio de Carlos Costoya en Alodio, estaba por reinjertarlas, ya que las aportaciones de merenzao y brancellao a los vinos diferían por completo.
El merenzao despuntó en Ribeira Sacra a partir de la cosecha del 2007, cuando Algueira elaboró el primer vino de esta variedad. Raúl Pérez había comprobado su potencial en Monterrei, en la etapa en la que trabajaba con José Luis Mateo en Quinta da Muradella. En Algueira encontró en Fernando González la misma inquietud por la experimentación. Fue, sin embargo, el malogrado bodeguero de Quiroga Vicente Gallego el primero que reparó en el potencial del merenzao. En su bodega, el mejor depósito siempre era el que llevaba mayor proporción de maría ordoña, como se conoce en Quiroga a esa uva.
El brancellao o albarello es otra de las variedades que despiertan interés en las bodegas más inquietas de Ribeira Sacra. Fuera de la zona, pocos habrán oído hablar de Enrique Pérez, el enólogo que impulsó su recuperación rastreando viejas viñas que habían quedado a monte. Los escritos históricos del científico Antonio Casares, gran olvidado de la modernidad vitícola, fueron su fuente de inspiración.