Cova Eirós prueba que Triacastela fue muy fría y lluviosa en el Paleolítico

Francisco Albo
francisco albo MONFORTE / LA VOZ

LEMOS

ROI FERNÁNDEZ

Hace 30.000 años, la pluviosidad de la zona superaba en un 64% a la actual

23 sep 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Los hombres de Neandertal y los Homo sapiens que vivieron en Cova Eirós en diferentes épocas de la prehistoria conocieron un clima mucho más frío y lluvioso que el actual. Esta es una de las principales conclusiones de un estudio paleoclimático que ha tomado como base los fósiles de mamíferos de pequeño tamaño descubiertos en el yacimiento paleolítico de Triacastela. Esta investigación parte de la base de que los pequeños vertebrados son extremadamente sensibles a los cambios ambientales, por lo que su presencia o su ausencia en un yacimiento puede indicar con gran precisión las condiciones climáticas que reinaron antiguamente en la zona.

El estudio fue elaborado por Iván Rey, uno de los miembros del equipo científico que realiza las excavaciones. Los resultados fueron reunidos en una tesis de fin de máster que se presentó la semana pasada y se publicarán más adelante en una revista especializada. Según explica Rey, la investigación indica que el clima de la zona fue especialmente frío hace en torno a 30.000 años, una época en que la cueva fue ocupada por Homo sapiens. Los artefactos que fabricaron -encuadrados en la tecnología del período Auriñaciense- se encuentra en el llamado nivel arqueológico 2. «En esa época la temperatura media anual estaba entre tres y cuatro grados centígrados por debajo de la actual, que es de unos once grados», apunta el investigador.

Unas condiciones similares se dieron hace unos 84.000 años, cuando la cueva fue poblada por neandertales cuyos vestigios se hallaron en el nivel arqueológico 3. Mucho más atrás en el tiempo, hace unos 118.000 años, la gruta sirvió de refugio a otros grupos neandertales más arcaicos.

Un tiempo menos riguroso

En la época correspondiente a ese nivel arqueólogico -el número 4-, el clima también era frío, pero menos que en las mencionadas etapas. La temperatura media anual estaba entre 1,5 y dos grados por debajo de la actual.

Por lo que respecta a los índices de pluviosidad, la investigación realizada sobre los fósiles muestra que en las épocas correspondientes a los niveles arqueológicos 2 y 3 la precipitación media anual rondaba los 1.600 mílímetros o litros por metro cuadrado. La media anual actual en la misma zona es de 1.033 litros, por lo que diferencia es de un 64,5%. En los tiempos que coinciden con el nivel arqueológico más antiguo, los índices de pluviosidad eran muy similares a los actuales.

Roedores propios de las tierras de alta montaña

En los diferentes niveles arqueológicos del yacimiento de Cova Eirós se encontraron fósiles de diecinueve especies de micromamíferos, algunos de los cuales no se encuentran en la actualidad en la zona. Es el caso del topillo nival (Chyonomis nivalis), un roedor que hoy solo vive en algunas zonas de la Península Ibérica en alturas situadas por encima de los 1.200 metros sobre el nivel del mar. La cueva de Triacastela está a 780 metros de altura, lo que indica que en el Pleistoceno la condiciones ambientales de la zona eran análogas a las que ahora solo se dan en las áreas de alta montaña. Hoy no está claro si el topillo nival sigue presente en Galicia, ya que algunos atlas faunísticos mencionan esta especie, pero en otros no figura.

Dentro de esta colección de fósiles, señala por otro lado Iván Rey, destaca la presencia de restos de murciélago grande de herradura (Rhinolophus ferrumequinum), una especie que hoy en día sigue presente en Galicia. El hallazgo reviste especial importancia, ya que esta es la primera vez se documenta la presencia de esta clase de murciélago en un yacimiento del Paleolítico en toda la península.

Otras especies

En la cueva también se han encontrado numerosos fósiles de otros vertebrados de pequeño tamaño, entre los que hay diversas especies de reptiles, anfibios y peces. En este último caso se trata sobre todo de restos de truchas que según todos los indicios fueron pescadas por los antiguos pobladores de la zona en el arroyo de Bezcas, que corre al pie de la empinada ladera en la que se encuentra la cueva.

A esto se añade la presencia de fósiles de muchas especies animales de mediano y gran tamaño, entre los que figuran el oso de las cavernas, el león, la hiena el rinoceronte, el ciervo, el rebeco o la cabra. Estos vestigios biológicos, que también serán de gran ayuda para reconstruir las antiguas condiciones ambientales de la zona, están siendo estudiados actualmente por otros especialistas.

Una vegetación densa formada por bosques abiertos y prados húmedos

El estudio paleoambiental realizado sobre los fósiles de Cova Eirós, según apuntan los investigadores, indica que el paisaje de la zona era considerablemente distinto del actual cuando los nómadas paleolíticos se desplazaban por la zona. En las épocas de gran pluviosidad la vegetación era más abundante que ahora. «Pero el medio vegetal no era cerrado, sino que coexistían los bosques abiertos con los prados húmedos», puntualiza Iván Rey. «También parece que había bastantes rocas en zonas próximas a la cueva, sin que se pueda decir propiamente que fuese un territorio rocoso», agrega.

Por otro lado, los investigadores tratan de relacionar la época fría más reciente que se registró en Cova Eirós con uno de los eventos Heinrich, unos episodios de fluctuaciones climáticas -de unos 750 años de duración cada uno- que se produjeron durante la última glaciación. En esas etapas, numerosos icebergs se desprendieron de las masas de hielo del hemisferio norte y enormes volúmenes de agua dulce fluyeron por el Atlántico, causando cambios en las corrientes marinas y otras alteraciones. Rey señala además que por ahora no se sabe si los datos climáticos obtenidos en Cova Eirós se pueden aplicar al resto de las sierras orientales gallegas. «Para saberlo con certeza hay que excavar y extraer información de otras cuevas», añade el investigador.