Huellas del fuego que durarán años en el valle del Lóuzara

Francisco Albo
francisco albo QUIROGA / LA VOZ

LEMOS

ROI FERNANDEZ

El reciente incendio ha provocado una seria degradación ambiental

29 jul 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

La Consellería de Medio Rural dio por controlado a las once menos veinte de la noche del lunes el incendio forestal que se declaró en la sierra de O Courel a última hora de la tarde del pasado sábado. Según las estimaciones provisionales de los técnicos de este organismo, la superficie total afectada por el fuego fue de 195,33 hectáreas, de las cuales 187,33 corresponden a monte raso y unas ocho a terrenos arbolados.

Por el momento no se hizo una evaluación detallada de los daños ambientales causados por el siniestro en esta zona, situada en gran parte parte en la margen derecha del río Lóuzara y encuadrada en la Red Natura. Pero ya antes de que fuese controlado el incendio, el ingeniero de montes y director de la Estación Científica do Courel, Antonio Rigueiro, advirtió que aunque la mayor parte de la zona quemada fuese de matorral, eso no significaría que la degradación del medio natural sería poco importante.

En esta apreciación coincide el biólogo Guillermo Díaz Aira, coordinador del albergue turístico de Quiroga y experto en el medio natural de la zona, quien considera muy graves las pérdidas causadas por el fuego aunque solo una reducida parte del total corresponde a superficie arbolada. Según explica, la cubierta vegetal de la zona arrasada por el incendio estaba formada principalmente por diversas especies de ericáceas o brezos, un tipo de comunidad vegetal que goza de protección en el territorio de Red Natura y que conforma uno de los ecosistemas característicos de la sierra. Estas plantas -añade- tienen un gran valor melífero y guardan una relación estrecha con la larga tradición apícola de la sierra de O Courel.

La importancia que ha tenido la apicultura en el valle del Lóuzara desde hace muchos años se percibe por la presencia de numerosas alvarizas. Un buen número de ellas se encuentran precisamente en el área afectada por el incendio. Aunque en su mayoría estas viejas construcciones están hoy en desuso, en la zona siguen existiendo importantes colmenares, que destacan sobre todo en la margen izquierda del río, en las cercanías de la localidad de Seceda. «A zona queimada era sen dúbida unha fonte de alimentación moi importante para as abellas que se crían neste territorio, que poderán seguir encontrando comida noutros lugares, pero é seguro que van quedar moi tocadas pola perda de toda esa masa vexetal e tamén polas grandes fumaredas que houbo durante estes días», opina Díaz.

Destrucción de fauna

Por otro lado, el biólogo considera que el incendio ha supuesto un desastre para la fauna de pequeño tamaño que vivía en la cubierta vegetal quemada. «Os xabaríns e outros animais grandes poderían escapar, pero en toda esa zona tiveron que morrer motísimos réptiles, paxaros e mamíferos pequenos -apunta- e toda esa biodiversidade vai tardar moito en recuperarse».

Temor a que las cenizas arrastradas por la lluvia contaminen el río cercano

Guillermo Díaz y Antonio Rigueiro coinciden en señalar el grave problema ambiental que acarrea la desaparición de la cubierta vegetal en una zona de terrenos muy empinados como el valle del Lóuzara. A su juicio, si en las próximas semanas o meses se registran precipitaciones fuertes, existe el riesgo de que la ceniza depositada sobre el terreno sea arrastrada hasta el río y provoque una importante contaminación en el cauce. «As augas corren o risco de acidificarse e pode haber mortandades de troitas», señala Díaz. Al haber quedado desprotegida la superficie, por otro lado, las lluvias pueden propiciar arrastres de tierras y empobrecer los suelos.

También árboles

Al margen de estos problemas, indica por otra parte el biólogo, la vegetación de ericáceas de las laderas quemadas podrá regenerarse en unos cuatro o cinco años. «Pero nas zonas baixas tamén tamén hai moitas árbores, entre elas castiñeiros centenarios, e para que medren outros que substitúan os que arderon estes días terá que pasar moito tempo», agrega.

Por otro lado, cerca de la zona afectada por el incendio -en el pueblo de Seceda- se han registrado en tiempos recientes incursiones esporádicas de osos pardos juveniles procedentes del Bierzo o de Asturias. Por ahora no se puede saber si la degradación ambiental provocada por el fuego tendrá algún efecto en la presencia de estos animales.

Uno de los siniestros más graves registrados en la sierra de O Courel en los últimos años

El incendio registrado en el valle del Lóuzara entre el sábado y el lunes es uno de los más graves que ha habido en la sierra de O Courel en los últimos años. El más reciente de los sucesos que alcanzaron una dimensión similar en la zona se produjo también en el entorno de este mismo río a mediados de marzo del 2012. Entre los días 15 y 16 de ese mes se quemó una superficie que la Consellería de Medio Rural calculó en unas 440 hectáreas. El incendio afectó a terrenos situados principalmente en el vecino municipio de Samos, pero pertenecientes a la sierra desde el punto de vista biogeográfico.

El suceso se produjo al final de un invierno inusualmente escaso en precipitaciones. En un principio existió un riesgo serio -como advirtió en su momento el biólo Javier Guitián, entonces director de la Estación Científica do Courel- de que las lluvias provocasen arrastres de cenizas hacia el río, como se teme ahora que suceda en la zona afectada por el último incendio. Sin embargo, en las primeras semanas de la primavera siguiente se produjeron unas precipitaciones moderadas que ayudaron a que se recuperase la vegetación sin que llegasen a darse arrastres importantes hacia el cauce.

Por otro lado, casi en las mismas fechas que las del mencionado siniestro hubo otro importante incendio en la zona de Paderne, en el que se calcinaron en torno a 300 hectáreas de terreno. Con anterioridad a estos hechos, en agosto del 2010, el fuego quemó unas 35 hectáreas cerca del pueblo de Leixazós, en el municipio de Quiroga y en el entorno del plegamiento geológico de Campodola.

Dos años antes, en agosto del 2008, otro incendio causó serios daños ambientales en el valle del Lor, en las proximidades de la aldea de Ferreirós de Abaixo, donde ardió una superficie de en torno a 66 hectáreas.