Zarpazos de osos prehistóricos en las cuevas de O Courel

Francisco Albo
francisco albo QUIROGA / LA VOZ

LEMOS

En la cueva de Ceza -cerca de Noceda do Courel- se observan marcas de garras de oso.
En la cueva de Ceza -cerca de Noceda do Courel- se observan marcas de garras de oso. IUX / UDC

En los últimos diez años se hallaron varias muestras de este singular patrimonio

13 may 2015 . Actualizado a las 15:48 h.

Una parcela muy singular y poco conocida del patrimonio natural de las sierras orientales gallegas son las huellas que dejaron las garras de los osos prehistóricos en las paredes de las cuevas. El primer hallazgo de este tipo registrado en Galicia tuvo lugar en 1983 en Cova Eirós, en el municipio de Triacastela, un lugar ahora célebre por albergar uno los más importantes yacimientos gallegos del Paleolítico. El primer investigador que observó la presencia de estas marcas fue Juan Ramón Vidal Romaní, director del Instituto Universitario de Xeoloxía de A Coruña. Sin embargo, según indica él mismo, al principio creyó que estos arañazos habían sido causados por las botas de los espeleólogos que por entonces visitaban la gruta con frecuencia.

Más adelante, hace ahora diez años, la paleontóloga Aurora Grandal d?Anglade -adscrita a la misma institución científica- identificó otras marcas del mismo tipo en la Cova do Rebolal, en la sierra de Enciña da Lastra, situada en el municipio ourensano de Rubiá de Valdeorras. La investigadora constató que se trataba de huellas de garras de oso de la cavernas (Ursus spelaeus). Por su tamaño dedujo que los zarpazos eran de ejemplares de pequeño tamaño y los asoció a los juegos de los oseznos dentro de la caverna durante sus períodos de hibernación.

Nuevos hallazgos

El hallazgo de estas marcas en Enciña da Lastra hizo suponer a los miembros del club espeleológico vigués A Trapa-Cetra, encabezado por Marcos Vaqueiro, que podría haber más huellas de osos en otras cuevas del este de Galicia de las que se sabía que habían servido de refugio a las dos especies de plantígrados que vivieron en el noroeste ibérico, el extinguido oso de las cavernas y el oso pardo (Ursus arctos), que hoy continúa presente en el norte de la Península. Esto dio pie a que en los años siguientes se descubriesen más huellas de zarpas en varias cuevas de la sierra de O Courel, como las de Ceza, Arcoia, Tarelo, Pena Paleira, Purruñal y Liñares Sur -estas dos últimas se hallan en el territorio del municipio de Pedrafita do Cebreiro- y también en otros puntos de Enciña da Lastra.

Los investigadores señalan que la antigüedad de estas marcas de garras puede oscilar entre 20.000 y más de 500.000 años, que es la edad asignada a los fósiles de osos hallados en las referidas cuevas. Cuando los arañazos están sobre roca caliza, pizarra o cuarcita oscura -añaden- se descubren con relativa facilidad, aunque en Liñares Sur solo pudieron observarse gracias a la luz ultravioleta, ya que la piedra es demasiado clara para distinguirlos a simple vista. Por otra parte, en ciertos lugares -como sucede en Ceza y Cova Eirós- los zarpazos aparecen mezclados con grafitis que los visitantes humanos de estas grutas dejaron grabados en diferentes épocas, lo que hace más difícil reconocerlas.

Huellas de zarpazos de oseznos en la gruta valdeorresa de Rebolal
Huellas de zarpazos de oseznos en la gruta valdeorresa de Rebolal

Junto con los restos fósiles encontrados en las últimas décadas, estas señales son el testimonio más visible de la presencia de los osos en las grutas gallegas durante el Pleistoceno. «Es un hecho más que añade un valor excepcional al registro paleontológico de las cuevas calizas de Galicia», apunta Vidal Romaní.