Teniendo en cuenta las duras condiciones climáticas y ambientales que se daban hacen 26.000 años en el norte de la Península, según apunta Arturo de Lombera, hay que suponer que los Homo sapiens que vivieron en esa época en Cova Eirós y fabricaron el colgante «controlaban muy bien el fuego, porque de otra manera no habrían podido sobrevivir en un período de frío intenso como ese».
Por la misma razón, los arqueólogos piensan que aquellos antiguos pobladores eran diestros en la confección de ropas hechas con pieles de animales. «En otros yacimientos de esa época se han encontrado adornos que según todos los indicios estuvieron cosidos a ropas de piel», señala De Lombera a este respecto.
Población escasa
Pese a estas habilidades técnicas, las poblaciones de ese período debieron de ser muy poco numerosas en comparación con las de otras etapas de la prehistoria, tanto en Galicia como en el resto del continente. El clima frío y seco que reinaba en aquellos tiempos empobreció considerablemente la vegetación y la fauna, creando en la mayor parte de Europa un paisaje estepario y abierto similar al que existe actualmente en zonas próximas al círculo polar. Las comunidades humanas disponían por lo tanto de unos recursos naturales bastante limitados y se concentraban en determinadas áreas de refugio que podían ofrecer unas condiciones algo más ventajosas. De hecho, hasta ahora ni siquiera se sabía con certeza si Galicia había formado parte por entonces de las zonas habitadas del continente, porque no se conocían rastros de presencia humana en el territorio en esa etapa.
En la Península Ibérica, otras áreas que contaron con poblaciones humanas en esa época han sido localizadas en la zona oriental de la cornisa cantábrica, la costa mediterránea, algunos puntos de la Meseta y el valle del Ebro y en el norte y el centro de Portugal. También se conocen yacimientos de ese período en diferentes territorios del oeste, el centro y el este de Europa.