Esta señora Merkel está un poco pallá. Vino a decirle a los españolitos que los sueldos deberían depender de la productividad y del beneficio empresarial. ¡Qué locura! Imaginen a todos los funcionarios cobrando según la productividad: en los concellos, en la Diputacion, en la Xunta... No habría tiempo ni para echar una parrafada ni para hacerle una chaqueta al vecino. Imagínense que llega la señora Merkel y sospecha que sobran administraciones y hay que fusionar concellos. ¡Miles de funcionarios y alcaldes en paro! Imagínense a los médicos sin pacientes en la sala de espera; ¡antiestético y antiespañol! Pero es más. Imagínense a los sindicalistas, liberados y demás valedores de los derechos sociales cobrando según rendimiento. ¿Cómo podría ser? ¿Según el número de afiliados conseguidos? ¿por cantidad de asambleas informativas? ¿por huelgas organizadas? Inaudito. Si todos trabajasen por rendimiento, nadie atendería a sus reuniones y acabaríamos con el sindicalismo, ¡Dios Santo! Y no quiero ni pensar en los políticos trabajando por objetivos: no habría calle sin obra ni acera sin agujero.
Imagínense que hacemos caso a esa señora y acabamos como Alemania, un aburrido país sin paro, y sin cursos de parados, y sin Inem, y sin prestación de desempleo. Y trabajando más y cobrando menos. ¡Que horror! Eso que lo sufran nuestros hijos, señora Merkel, nosotros venimos del lazarillo de Tormes, del Buscón de Quevedo, buscavidas; descendemos unos de don Quijote y otros de Don Sancho. La longaniza sabe mejor si es robada. Pobres, pero caballeros, señora Merkel.