«Dimitry vive cerca de Chernóbil y con 8 años apenas pesa veinte kilos»

Lucía Rey
Lucía Rey LUGO/LA VOZ.

LEMOS

Un niño ruso disfruta el verano acogido por una familia «lucense de corazón» y lejos de la contaminación radiactiva, a través del programa solidario de Ledicia Cativa

18 jul 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

Las barreras con el idioma complicaron un poco las primeras jornadas que pasó en España Dimitry, uno de los 17 niños rusos que disfrutan ya del verano acogidos en el seno de familias lucenses, y alejados de la contaminación radiactiva que sigue generando Chernóbil. Para el pequeño, que tiene 8 años, esta es su primera experiencia fuera de su hogar en Novozibkov, una ciudad de la región ucraniana de Briansk, situada a unos 200 kilómetros del monstruo nuclear, de cuya explosión se han cumplido ya 24 años.

«Al principio no quería hablar nada, no paraba de llorar. Desde que lo conocimos en el aeropuerto estuvo llorando. Es muy niño», confiesa con dulzura María Eugenia Gómez André, la madre acogedora. «No sabemos si no quería venir o si se esperaba otra cosa [...] Tenemos un diccionario de ruso y le decimos palabras, pero es difícil. Los primeros días lo único que le apetecía hacer era hablar con su familia, y el resto del tiempo estaba llorando», apunta Jesús, el marido de Eugenia. Todos los días, Dimitry llama a su familia a través del ordenador, por el Skype. «Sabemos que tiene padre, madre y un hermano de 18 años, pero por ahora no sabemos más porque habla poquito».

La mala calidad del ambiente del lugar en el que vive ha dejado en Dimitry algunas secuelas físicas. En este sentido, sufre algunas complicaciones en el aparato digestivo y en el aparato respiratorio, aunque lo más preocupante según la revisión médica que le realizaron en Lugo es el bajo peso que tiene para su edad. «Es muy pequeñito. Con ocho años pesa apenas veinte kilos, casi como si tuviera seis», indican Eugenia y Jesús, que son profesores y «lucenses de corazón», ya que son naturales de Oviedo y Segovia, respectivamente.

Poco a poco, día tras día, el pequeño ha ido ganando confianza y se ha encariñado con la pareja, sobre todo con sus dos hijos, Beatriz, de 4 años, y Mateo, de 2. «Las primeras palabras que dijo en español fueron ''Mateo'' y ''Beatriz''; ahora ya dice ''adiós" y "no"», relata Eugenia. Los tres pequeños ven la televisión -les encantan los dibujos Dora la exploradora - juegan, pintan... «Ahora se llevan bien. Dimitry quiere jugar más con Mateo, pero como es más pequeño a veces no consigue seguirle el ritmo. Se entienden bien, pero hay que pensar que son seis años de diferencia...», sonríen.

Sandía, plátano y carne

Dimitry come muy bien. Le encanta la fruta, especialmente la sandía y el plátano, y «le chifla la carne». Eugenia y Jesús aseguran que la experiencia está siendo muy positiva para ambas partes. «Es un niño muy ordenado: siempre hace su cama, recoge su ropa, se pone las zapatillas al llegar a casa..., y a los nuestros les enseña a comer fruta», sonríen.