El teniente de alcalde de Tizón, Miguel Chapel, está desaparecido desde 1936

Francisco Albo
FRANCISCO ALBO MONFORTE

LEMOS

ALBERTO LÓPEZ

Un testigo de la época recuerda que hasta ahora no se aclaró el paradero del maestro y concejal republicano Juan Tizón Herreros, el último alcalde republicano de Monforte, no fue el único gobernante municipal que desapareció al estallar la guerra civil. Según ha recordado un antiguo militante de la sección ferroviaria de UGT, en julio de 1936 también se perdió el rastro del teniente de alcalde Miguel Chapel Salgueiro y, a diferencia de Tizón, desde entonces no se supo nada de él.

31 ene 2001 . Actualizado a las 06:00 h.

Chapel era un maestro que había tenido su escuela en la actual calle Concepción Arenal y pertenecía a una familia que, según se cree, era de origen francés. Al parecer, hoy no queda ningún pariente suyo en la comarca. Este veterano ferroviario, que prefiere no decir su nombre, opina que es imposible saber en qué momento se perdieron de vista el alcalde y su segundo. Según explica, «por entonces desaparecía mucha gente y nadie se enteraba. Había personas de las que se sabía que habían sido paseadas, pero se hablaba poco de eso porque había mucho miedo. Hubo gente que preguntaba en voz baja qué había sido del alcalde, pero nadie sabía nada de él y lo dimos por muerto», añade. Víctimas El ambiente no estaba como para hacer averiguaciones al estallar la guerra, cuando la represión provocaba numerosas víctimas. Si el destino de Tizón y de Chapel quedó envuelto en el silencio, de otros miembros de la corporación, como el antiguo alcalde Rosendo Vila o el oficial mayor Argimiro Díaz, sí se supo que habían sido asesinados. El militante ugetista rememora diversos sucesos que evidencian la situación caótica de la ciudad cuando desaparecieron los dos responsables del gobierno local, entre los que destaca el caso de un sastre domiciliado en la calle de A Coruña. «Hubo un tiroteo a la entrada de esa calle, murió un falangista y le echaron la culpa al sastre. Alguien escribió en la fachada de la sastrería la palabra Caerás, con pintura negra, y efectivamente lo mataron poco después», explica. La pintada siguió allí mucho tiempo. Otro día corrió la voz de que se acercaba a Monforte un batallón de mineros. El cuartel de la Guardia Civil se dispuso para el combate y hasta se taparon las ventanas con colchones, pero no pasó nada. Otra muestra del clima de persecución que reinaba en esos momentos es el caso de un grupo de trabajadores que se refugiaba de día en una casa de O Morín y por las noches se ocultaba en los sembrados de Ribas Altas.