Alicia González, psicóloga: «La etapa de enamoramiento suele durar entre uno y dos años»

VIDA SALUDABLE

La experta asegura que es posible recomponer un vínculo después de una traición, pero advierte que esto requiere compromiso y trabajo
22 ene 2025 . Actualizado a las 12:16 h.Alicia González es psicóloga especializada en terapia de pareja. Su interés por las relaciones humanas y el deseo de acompañar a las personas en la reparación de vínculos que han dejado de funcionar fueron el motor que la llevó a esta rama de la psicoterapia, pero también a explorar formas de divulgar información sobre estos temas en redes sociales. Hoy, cuenta con más de medio millón de seguidores en Instagram y su comunidad de salud mental integral no para de crecer gracias a su enfoque cercano y personal. En su nuevo libro, Parejas mejores (Montena, 2025), ofrece algunas claves para construir relaciones sanas, fuertes y duraderas.
—¿Por qué muchas veces repetimos el mismo patrón en diferentes relaciones?
—Todo el mundo conoce a alguien que ha tropezado mil veces con la misma piedra en sus vínculos, sea porque elige a personas que se parecen a su ex o porque, por ejemplo, le gustan las personas que están casadas o que no están disponibles. Es algo que pasa sobre todo en el plano inconsciente porque cuando somos conscientes de ello difícilmente lo sigamos manteniendo. Porque esta compulsión nos genera sufrimiento. Pero da la sensación de que somos esclavos de ello, porque es algo que opera en ese plano inconsciente al que no podemos acceder. No es así. Lo único que hace falta es intentar traer a la consciencia todo eso que pasa en nuestra vida y procesar toda esa información con curiosidad. Entonces podemos cambiarlo.
—¿Cuáles son algunos elementos que no pueden faltar en una buena relación?
—La respuesta hay que dividirla por fases. Hay elementos que no pueden faltar en un inicio y otros que no pueden faltar cuando ya hemos hecho el traspaso del enamoramiento al amor de verdad. En el principio, tiene que haber un equilibrio entre la ilusión y la conciencia. Yo tengo amigas que han salido de relaciones tóxicas y dicen: «Yo intento no ilusionarme al principio». Pero es que te tienes que ilusionar. Otra cosa es que sea importante a la vez llegar a tu casa y ponerte a pensar en cómo ha ido esa cita, en qué ha pasado y si en algún momento te has sentido incómoda. Pero tiene que haber ilusión.
—¿Y en la siguiente fase?
—Cuando pasamos de ese enamoramiento al amor de verdad, y cuando digo de verdad es porque al principio llenamos los huecos que no conocemos de esa persona con nuestras ilusiones y expectativas, cuando eso cambia, empiezan a verse esos huecos y empiezan a llenarse de lo que realmente es esa persona. En ese momento, es muy importante recordar para qué quiero yo una relación. Cuando yo desarrollo mi autoconocimiento, puedo buscar que haya un equilibrio entre lo que quiero y lo que necesito. Y luego cuando pasamos a ese amor y nos conocemos en profundidad, ya nos da miedo que la rutina se torne en monotonía. En esa etapa es muy importante entender a mi pareja y mi relación como algo más allá de mí, más allá de lo que yo como ser individual necesito, y eso es lo que me va a ayudar, cuando haya conflictos o haya discusiones o cuando estemos en un bache, a poder sostenerlo.
—¿Cómo es esa transición del enamoramiento al amor?
—Por lo general, la etapa de enamoramiento suele durar entre uno y dos años, aunque hay parejas que tienen relaciones a distancia o que por diferentes motivos se ven muy poquito y en esos casos puede alargarse más. El traspaso al amor es una crisis, porque son las primeras decepciones que te llevas. Pero esas decepciones son las que construyen la realidad de la persona que estás conociendo. Y son necesarias porque son lo que te permite ver quién es el otro en lugar de imaginar cómo quieres que sea. Con esto pueden aparecer los primeros conflictos.
—¿Cómo podemos mejorar la resolución de conflictos en la pareja?
—Algo que no hemos tenido en cuenta como profesionales de la salud es que las parejas tienen que coincidir en su lenguaje comunicativo. Solemos decir que hay que hablarse bien en el momento de la discusión, pero ese no es el mayor de los problemas que puede haber. El gran problema comunicativo aparece cuando no tenemos la misma forma de discutir. Hay parejas que, a lo mejor, no discuten de manera saludable pero que funcionan bien porque los dos son iguales y entonces se entienden. A lo mejor pasan de cero a cien en un minuto, pero así también pasan de cien a cero en los tres siguientes y no consideran que haya un problema en su comunicación. El problema es cuando no hay coincidencia. Cuando, por ejemplo, soy mucho más ansiosa y necesito discutir en el momento y solucionar en el momento las cosas, y mi pareja es más evitativa. Entonces se generan dinámicas que generan mucho sufrimiento y malestar porque ninguno de los dos se satisface.
—¿Cómo se pueden compatibilizar esos modos de comunicación de cada uno?
—Cuando yo considero mi relación como algo más grande que tú y que yo, es como entrar en un templo, porque sabes que es un sitio que requiere un respeto. Si tratas a tu relación con esa solemnidad, hay un filtro muy grande de cosas que no vas a decir. Te ayuda a tener prudencia, a tener autocontrol, a no dañar la relación diciendo cosas que, por mucho que luego pida disculpas, cuesta mucho olvidar. Vas a filtrar el desprecio y la crítica. Vas a evitar ser hostil. En segundo lugar, si yo no me siento escuchada, validada o tenida en cuenta, es muy difícil que tenga una comunicación de equipo. Es muy importante esa empatía, esa validación y esa compasión. Esas cosas, si las fomentamos, cuando uno quiera comunicar algo, va a poder hacerlo desde la calma.
—Una de las crisis más frecuentes ocurre cuando se da una infidelidad. ¿Qué motivos pueden llevar a una persona a cometerla?
—Hay tantos tipos de infidelidad como personas. Por ejemplo, algo que yo he visto muchas veces es que cuando una persona llega a ser infiel es porque ha sentido que necesitaba cosas a las que no podía acceder o disfrutar en su relación y ha salido fuera a buscarlas, pero también puede ser por crisis personales que no tienen nada que ver con la relación, o por haber descuidado la relación, por sentirse solo o sola, o por falta de comunicación en la pareja. A veces, una persona puede tener una crisis vital en la que sienta que no ha disfrutado de ciertas etapas de su vida, entonces, piensa que si es infiel va a poder recuperar esos años de juventud. A esto se suma la química sexual que genera el secretismo. Como la infidelidad es algo prohibido que pasa por detrás de la relación, hay una especie de morbo y una excitación, un erotismo que surge cuando estoy hablando con alguien que no es mi pareja.
—¿Es posible recomponer la relación tras una infidelidad?
—Yo lo he visto. He visto a parejas salir mucho más fortalecidas, con una relación más honesta, después de una infidelidad. Si se sale, se sale con todas las cartas encima de la mesa. En ocasiones, una infidelidad invita a la pareja a hablar de cosas de las que jamás había hablado antes o a tocarse de maneras en las que no se habían tocado, con total transparencia. He visto a parejas resurgir, pero es muy complicado. Requiere muchísimo trabajo y compromiso.
—Otras crisis frecuentes de las que habla en el libro son las relacionadas con el reparto de tareas en el hogar. ¿Qué recomienda para evitar sobrecargar a una de las partes, que suele ser la mujer?
—El gran problema es la carga mental. Realmente, la mujer es la que suele estar sobrecargada en este sentido, y es porque aún hay un machismo integrado en la sociedad que nos carga a nosotras no solamente con la realización de las tareas, sino con la repartición de esas tareas. La mujer es jefa de obra en el hogar, aún hoy. Entonces, el hombre considera que si colabora en casa ya está haciendo su trabajo, pero no es así. Una cosa es ayudar y otra es ser corresponsable.
—¿Qué conlleva esa corresponsabilidad?
—Esta es la parte que menos gusta cuando hablo de ello, porque no hemos nacido sabiendo fregar o cocinar, alguien nos ha enseñado. Normalmente, nuestra madre. Imaginemos que yo estoy quemada porque estoy sobrecargada de tareas, estoy fregando los platos y estoy pensando en que después hay tres lavadoras por poner, tenemos que llamar al de la caldera, hay que planchar el uniforme de mi hija... Voy a terapia y mi psicóloga me dice que para que esto cambie, yo voy a tener que enseñar primero. Y eso es frustrante. Pero si no enseño, lo que pasa es que le digo a mi pareja que friegue y llego a casa y está fregado fatal, entonces, me enfado el doble, porque te he tenido que asignar esa tarea y, encima, he tenido que repasar después de que tú lo has hecho. Ahí es cuando te digo que paso, que ya lo hago yo.
—¿Cómo se resuelve este problema?
—Aunque toque mucho las narices, para que haya un cambio en el hogar, tendremos que hacer una lista de tareas y eso me va a tocar a mí. No puedo pretender que si a mi pareja no le molesta ver los calcetines de mi hija tirados, de repente le moleste. Y en segundo lugar, tengo que dejar claro qué es para mí fregar los platos. Muchas veces pasa que, cuando yo friego, también limpio la cocina y la encimera, pero cuando friega mi marido, solo friega los platos. Hay que dejar claro qué conlleva cada tarea y buscar un equilibrio, porque el que la mujer sea tradicionalmente la jefa de obra en el hogar no significa que las cosas se tengan que hacer al gusto de ella. Y en este proceso hay que tener paciencia, porque es un camino lento, pero tiene que ir en subida.
—¿Cómo podemos reconectar a nivel sexual cuando ha habido una etapa de baja libido?
—El sexo puede ser una de las cosas que más reparan una relación, pero también de las que más dañan. Lo importante es entendernos y comunicarnos acerca de lo que para cada uno significa el sexo y la intimidad. Porque cada persona es diferente. Para algunas personas, el sexo significa que soy importante para mi pareja, que aún nos queremos. Estos son mensajes muy poderosos, pero a lo mejor, para la otra persona, el sexo tiene otro significado y si nunca hablamos de eso no nos vamos a entender. Esas conversaciones no solemos tenerlas. Luego, recomiendo hablar de cuáles son nuestros aceleradores y nuestros frenos para el deseo. A lo mejor, para mí es un acelerador que mi pareja sea corresponsable y para él es un freno que lo critique. Son cosas que no suceden durante el sexo, pero están relacionadas con la libido.