María Merino, nutricionista: «Es preferible que los niños vayan al colegio sin desayunar a forzarles a comer»

VIDA SALUDABLE

María Merino es nutricionista y autora del libro Desayuno con garbanzos.
María Merino es nutricionista y autora del libro Desayuno con garbanzos.

La experta señala que la prioridad debe ser enseñarles a respetar las señales de hambre y saciedad para que su relación con los alimentos sea sana a lo largo de la vida

23 jul 2024 . Actualizado a las 11:08 h.

La nutricionista María Merino, diplomada en Dietética y Nutrición por la Universidad de Barcelona, saltó a la fama en el 2018 tras publicar en X, entonces conocida como Twitter, una imagen de su hijo de dos años con el texto: «Mi hijo no sabe lo que es una galleta. Él es feliz desayunando garbanzos». Hoy, la experta continúa reivindicando los hábitos saludables desde las primeras etapas de la vida y sostiene que incluso es preferible no desayunar a caer en las garras de la bollería industrial o los cereales que impone la industria.

—¿Cuál es la importancia del desayuno en los niños?

—Yo creo que se le da demasiada importancia al desayuno. Evidentemente, es importante. Y, normalmente, si los niños hacen las cosas bien, sobre las siete u ocho de la tarde deberían estar cenando. Entonces, contando con que se levantarán a las ocho de la mañana, tendrán doce horas de ayuno y van a tener hambre. Pero yo no soy partidaria de obligar a ningún niño a comer. Lo que podemos hacer es buscar maneras de que coma.

—¿Cómo se puede conseguir que coman?

—Si levanto a mi hijo a las ocho y a esa hora no tiene hambre, pero a las ocho y media nos tenemos que ir porque a las nueve entra al colegio, la solución sería acostarlo un poquito antes y levantarlo un poquito antes. Lo levantas a las siete y media y ya le das media hora de margen para que le entre el apetito y tenga esas ganas de comer. Tienen que desayunar sintiendo hambre, si los forzamos a comer, les enseñamos a que no respeten sus señales de hambre y saciedad. Es preferible que vayan sin desayunar a forzarles a comer. Podemos buscar esa manera de que tengan hambre por la mañana. Si no es posible, optaría por que tomaran a la mañana algo ligero como un vaso de leche o un yogur bebible sin azúcar. Algo que rompa el ayuno para darles energía, pero que a la vez, les apetezca. Si no, ya desayunarán en el recreo algo más completo. Entonces, a lo mejor, en lugar de llevarse una fruta como hacen muchos niños, le ponemos un bocadillo de pan integral, un puñadito de frutos secos y unas mandarinas. Así reforzamos esa ingesta más tardía. Para mí, es preferible que haga eso y no desayune a primera hora a que tome una leche chocolatada con galletas o que desayune sin hambre y por obligación.

—¿Este hábito de comer sin hambre altera la relación con la comida?

—Claro, porque al final, hoy en día comes sin hambre. A lo mejor estás saciada, pero como no escuchas tu señal de saciedad, porque la tienes atrofiada, sigues comiendo. Y eso viene de cuando éramos pequeños y nos obligaban a comer. Desconectamos de la saciedad y ya dejamos de sentirla. Respetemos esta señal y no se la quitemos a los niños obligándoles a comer.

—¿Cómo podemos introducir alimentos nuevos en el día a día de los niños?

—Lo más importante para que un niño introduzca alimentos saludables es que tú le des el ejemplo. Lo que no puedes pretender es que tu hijo desayune frutas si tú te estás untando pasta de chocolate en un pan. A la vez, si hay dificultades en la introducción de nuevos alimentos, lo que ayuda bastante es hacerles partícipes. Llevarles a la compra, preguntarles qué alimentos les gustaría probar, hacer una receta juntos. Les haces formar parte del proceso de diseño del menú, compra, elaboración y comida en sí. Pero lo primero es el ejemplo, porque si no ven a otras personas comer algo, no lo van a querer probar. Muchos niños comen por imitación. A veces vas a un cumpleaños y les ponen zanahoria, que no han comido en la vida, pero como todos sus amiguitos la están comiendo, tu hijo también la come.

—¿Qué alimentos deberíamos incluir en su dieta?

—En general, hay que quitar más que poner. Es más importante que empecemos a reducir el azúcar que toman los niños, que es exagerado, y no tanto que nos preocupemos de que coman ciertos alimentos. Preocupémonos para que no estén todo el día tomando zumos, leche con chocolate, galletas, postres lácteos azucarados, refrescos. Centrémonos en quitar todo eso, porque al final, así es como entra lo otro. Si yo le doy a mi hijo galletas para merendar, no le estoy dando fruta. La galleta está desplazando el consumo de esa ración de fruta. Si le quitas esa ración de galletas, merendará frutas o lo que tú le des. Pero si está la opción de la galleta, siempre la van a elegir.

—¿Qué consecuencias tiene este consumo de azúcar?

—Las consecuencias que esto tiene para la salud están claras. Cada vez hay más obesidad y diabetes tipo 2 en niños. Yo he visto niños de cinco, seis o siete años con hipertensión causada por una mala alimentación. Hay que pensar que todo va sumando. Nada más con que un niño desayune un vaso de leche con chocolate y galletas, al colegio se lleve un bollito o una chocolatina, se tome un yogur de sabores de postre y meriende un zumo, puede estar tomando casi cien gramos de azúcar al día. Solo hay que mirar las papeleras en las piscinas o los campamentos de los niños. Están llenas de envoltorios de bollería y de cajas de zumo. No podemos caer en la excusa de que es rápido. Un plátano también es rápido y, además, vale la pena detenerse unos minutos y dedicarle tiempo a la alimentación.

—¿Cómo podemos luchar contra la presión de la industria alimentaria?

—Son las políticas las que tienen que luchar contra eso. Sería bueno que se apruebe el etiquetado de hexágonos negros que hay en Sudamérica, que se regule la publicidad dirigida a menores, que no se puedan imprimir dibujos en las cajas de los cereales, que no haya comida basura en los colegios. Necesitamos leyes que organicen todo eso. Los ciudadanos vamos a contracorriente, porque todo nuestro entorno es obesogénico. Vamos a echar gasolina y nos encontramos con esos productos, vamos a hacer la compra y están en la cola para pagar, vamos al hospital y las máquinas vending ofrecen esas opciones. Entonces, nosotros como usuarios tendríamos que ir en contra del entorno para evitarlo.

—¿Qué errores suelen cometer los padres en la alimentación de los niños?

—Muchas veces las personas piensan que comen verdura, pero si les preguntas, se comen cuatro espárragos en un día. Esa es solo una ración de verdura y necesitamos dos. O piensan que comen suficiente fruta pero solo se comen una manzana a lo largo del día, y habría que comer tres. Cada día son necesarias tres raciones de fruta y dos de verdura. Y tres o cuatro veces por semana habría que comer legumbres. Entonces, esa falta de conocimiento nutricional de los padres se traslada a la alimentación de los niños, porque son los que les dan de comer a ellos. No podemos confiar en que lo que nos venden las marcas es verdad. La industria lo ha hecho para que creamos y confiemos en nuestros productos. Pensemos que la idea de tomar cereales en el desayuno es la industria la que se ha encargado de instalarla. La cultura de hacer ingestas entre horas es algo que viene de la industria alimentaria.

—¿Qué podemos darles a los niños para comer a media mañana, por ejemplo, sin que interfiera con las ingestas principales?

—Frutas, frutos secos en niños a partir de cinco años, crudités de zanahorias o pepinos, tomates Cherry lavados, pan integral, picos integrales, tostadas integrales, yogur natural, leche o queso. Podemos poner algún embutido magro, no tan habitualmente, pero sí de forma ocasional.

—¿Qué podemos hacer si no quieren comer frutas o verduras?

—Hacerlos partícipes del proceso y presentarles las cosas de la misma manera. Si no les gusta el brócoli hervido o al vapor, podemos hacerlo gratinado al horno con bechamel y queso rallado. Podemos saltearlo con la pasta y un poco de pollo. Si hay un alimento que no le gusta, se lo intento presentar de diferentes maneras y en distintas combinaciones. Si aún así no le gusta, que no coma brócoli. Que coma coliflor, calabacín o berenjena. El brócoli es fuente de vitamina C pero el pimiento también lo es y la naranja también. Lo que no obtenga por un alimento, lo obtendrá por otro. Cuando hay una limitación muy grande, hay que hacer un esfuerzo mayor, pero si es algo puntual que no le gusta, que no se la coma, no pasa nada. También podemos proponerles ir a la biblioteca a buscar un libro de recetas para preparar una juntos. Así ya ha cogido motivación para probarlo.

—En verano la rutina no es tan estructurada. ¿Cómo podemos mantener esos hábitos saludables en esta época del año?

—Los niños sin rutina son un caos, entonces, si no van al colegio, se la tenemos que crear nosotros y que la respeten. No puede ser que el niño se acueste a las dos de la mañana y se levante a las once, porque le desajusta los horarios y el hambre. Si desayuna a las once, no va a tener hambre a la hora de la comida y no va a comer, pero después a las tres va a tener hambre y se va a poner a picotear. 

Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.