Gen Z vs «millennial», el debate: «¿Por qué dicen que sois la generación de cristal?»
VIDA SALUDABLE
Fuman menos y se cuidan más, pero viven mostrando su día a día en redes sociales y son conocidos como la generación de «cristal». Nos acercamos a la realidad de los jóvenes de hoy en día y confirmamos, con los últimos datos y consultando a diferentes expertos, qué es cierto y qué no
10 jul 2024 . Actualizado a las 13:03 h.El 13 de noviembre del 2004, La Voz de Galicia abría su sección de Sociedad con el siguiente titular: «Fumar quedará prohibido en centros de trabajo y escuelas a partir del 2006». Se presentaba el anteproyecto de la ley antitabaco y corrieron ríos de tinta. Se decía que toda la hostelería acabaría bajando la persiana, porque ¿quién iba a consumir dentro de un bar si no se podía fumar? El proceso fue arduo y se extendió bastante en el tiempo. Sintetizando mucho, primero se dividió a los locales de hostelería en dos zonas, con una exclusiva para fumadores y, al poco tiempo, los ceniceros desaparecían de las mesas interiores. Un cambio que pilló por sorpresa a los millennials, que tendrían que olvidarse de bailar con el cigarrillo en mano en pubs y discotecas, mientras que los centennials, casi ni se acuerdan.

En lo relativo a la salud, no cabe duda de que hechos como este, han cambiado el devenir de las generaciones. Los jóvenes de ahora ya no fuman tanto como antes ni de la misma forma. Pero viven permanentemente expuestos en las redes sociales y enganchados a la pequeña pantalla. Esa que ha puesto patas arriba nuestra vida y forma de relacionarnos. La principal diferencia, es que ellos han sido los primeros que han crecido con ella. Son conocidos como la generación de «cristal», aunque hablan abiertamente y sin tapujos de salud mental. Y siguen teniendo miedo a un posible embarazo no deseado, si bien parece que lo han perdido a contraer infecciones de transmisión sexual (ITS).
Abrimos el debate. ¿Son los centennials más saludables que los millennials? Queremos dejar claro que lo nuestro es una charla distendida con otros compañeros de profesión donde han surgido temas muy interesantes, pero que los que escribimos en La Voz de la Salud no pretendemos ser ejemplo (o por lo menos, no siempre) y que muchas veces, también en nuestro caso, como diría el refrán: «Consejos vendo, que para mí no tengo».
El quién es quién de las generaciones:
- Los «baby boomers»: son los nacidos entre el 1957 y 1977 en España. En otros países, las fechas pueden variar.
- La generación X: los nacidos entre 1965 y 1980.
- La generación Y o millennials: los nacidos entre 1981 y 1996.
- La generación Z o centennials: del 1997 al 2012.
- La generación Alpha: los nacidos a partir del 2012 a la actualidad.
Más ejercicio físico
El debate arranca con una pregunta de un millennial al lado Z: «¿Vosotros creéis que os cuidáis más que nosotros?». Y la respuesta generalizada, es un no. Con un matiz: «A lo mejor nos cuidamos más que vosotros a nuestra edad». Y una clave que puede apoyar esa teoría: de las ocho personas presentes, los que practican ejercicio de manera regular, son centennials.
Los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) confirman que, en el 2022, un 45,8 % de los jóvenes entre 15 y 24 años y un 37,8 % de entre 25 a 34 practicaba ejercicio asiduamente, entendiéndose como la realización de entrenamiento deportivo o físico varias veces a la semana. Una cifra que, en comparación con los datos publicados en el año 2012, ha aumentado. Hace doce años solo un 22,4 % de los jóvenes de entre 15 y 24 años y un 33,3 % de entre 25 a 24 años declaraba practicar ejercicio de forma regular. Con todo, cabe mencionar que la tendencia al alza a la hora de atarse las zapatillas deportivas es generalizada, ya que aquellas personas que a día de hoy tienen entre 35 a 49 años también practican más deporte (30,4 %) que los que tenían esa edad en el 2012 (24,2 %).
El abanico de actividades disponibles es muy variado: yoga, pilates, surf, escalada, ir al gimnasio y un deporte que cada vez gana más adeptos: el pádel. Sin dejar de lado las que se mantienen con popularidad desde hace años, como el running. Con todo, los expertos confirman que lo ideal es acompañar el entrenamiento aeróbico con el de fuerza. «Mejora nuestra composición corporal porque nos permite aumentar nuestra masa y calidad muscular, reducir el porcentaje graso, y tiene un alto impacto sobre la grasa visceral, asociada con un mayor riesgo de enfermedades. Por otro lado, incrementa el metabolismo basal, mejora el perfil lipídico, reduce la inflamación crónica y optimiza el exceso oxidativo y la capacidad antioxidante. Además, mejora la sensibilidad a la insulina, la homeostasis a la glucosa e incluso presenta beneficios en el sistema inmune», comenta Víctor Díaz, graduado en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte (Cafyd).
El INE también desgrana las cifras de sedentarismo, incluyendo en él a aquellas personas que nunca practican ejercicio físico al menos diez minutos seguidos. Los datos del 2022 apuntan a que un 15,3 % de la población española de entre 15 a 24 años y un 21,1 % de entre 25 a 34 años es sedentaria. En el 2012, el porcentaje de personas que no hacen ningún tipo de actividad física era superior: un 35,2 % entre los jóvenes de 15 a 24 llevaba una vida sedentaria; un 41,4 % (un 20 % más que en la actualidad) en la franja de edad de 25 a 34. Por lo que podría confirmarse que, en general, tanto los millennials como los Z se mueven más y hacen más ejercicio físico que hace una década.
Menos cigarrillos: ¿en la generación zeta son más conscientes de sus efectos nocivos?
Otro de los temas que se abordaron en el debate es el tabaquismo. La sensación colectiva es que la generación Z fuma menos que la millennial. Pero ¿qué dicen los datos?
En realidad, ha disminuido el consumo de cigarrillos a nivel general. En el año 2012 en España se fumaron 36.090.800 cigarrillos. Diez años después, la cifra se sitúo en 17.243.282. En este sentido, Ángel Esteve Fernández Muñoz, catedrático de Medicina Preventiva y Salud Pública y director del Centro Colaborador de la Organización Mundial de la Salud (OMS) para el control del tabaco del Instituto Catalán de Oncología confirma a La Voz de la Salud que el tabaquismo se ha reducido mucho y, además, lo ha hecho en gente joven. «Entre los de 18 y 24 años, habrá un 20 % de fumadores, que es mucho, pero no es lo que había antes».
Si bien sorprende que, aún sabiendo todos los efectos nocivos que tiene el tabaco en nuestra salud —porque es una generación que tiene mucho más acceso a la información—, siga existiendo ese porcentaje. «Ahora se vende más en el sentido de libertad, y además, la percepción de riesgo entre la juventud es menor. Eso es así y lo han estudiado muchos psicólogos. Es como la persona que va sin casco en moto. Lo malo es que a los fumadores jóvenes sí les ocurren cosas, pero dentro de unos años. Una de las trampas del tabaco es que las consecuencias son a largo plazo», reflexiona el experto.
Además, entran en escena otras formas de fumar, como el vapeo y los cigarrillos electrónicos que bajo el lema de «ser más sanos que el tabaco tradicional» se llegan a considerar una alternativa mucho más saludable, innovadora y hasta más apetecible al paladar. Están bastante presentes entre los jóvenes. Según la Encuesta sobre uso de drogas en Enseñanzas Secundarias en España (Estudes) del 2023, más de la mitad de la mitad de los estudiantes de 14 a 18 años reconoce haberlos consumido alguna vez en su vida (54,6 %). Supone un incremento de 10,3 puntos porcentuales respecto al dato del 2021, y sitúa el uso de estos dispositivos en el punto más alto de la serie histórica. Con todo, los expertos remarcan que no son inocuos.
Uso del móvil: tanto los Z como los millennials lo utilizan pero ¿de distinta forma?
¿Cuánto tiempo pasan de media al día con el móvil los participantes del debate? Toca abrir la aplicación de ajustes del móvil y estas son algunas de las respuestas: «5 horas», «3 horas y 39 minutos», «3 horas y 19 minutos», «2 horas y 58 minutos», «4 horas», «3 horas y media». Puede que no seamos el mejor ejemplo porque lo utilizamos también como medio de trabajo, pero más allá de eso, se confirma que tanto una generación como otra está enganchada al dispositivo.
El neurólogo Javier Abril Jaramillo, del Centro de Neurología Avanzada, detalla en La Voz de la Salud que la estadística dice que «miramos el móvil cada cinco minutos, lo desbloqueamos unas 50 veces cada jornada y estamos con él unos 250 minutos». Es decir, de media, cada día nos pasamos 4 horas y 10 minutos consultando nuestro smartphone.
Consultar Instagram, TikTok, Twitter, contestar Whatsapp, o mirar la pantalla del móvil en busca de notificaciones nuevas. ¿Podría considerarse una adicción? Lourdes Suárez, psicóloga y también directora de una unidad de trastornos adictivos en Carballo (A Coruña), asegura que sí, son conductuales, y están cada vez más presentes: «Existen algunas conductas potencialmente adictivas, como el juego, el sexo, las redes sociales, las compras o la comida. Al igual que sucede con las adicciones a sustancias psicoactivas, activan el circuito cerebral de recompensa y pueden convertirse en conductas repetitivas, compulsivas, que generen pérdida de control y dependencia». Sin embargo, puede que el uso del dispositivo cambie de una generación a otra, ya que los Z sí suelen subir más contenido a redes sociales.
Los Z no llaman por teléfono (o no tanto como los millennials): ¿son la generación muda?
Otra diferencia entre los Z y los millennials en cuanto a uso de smartphone se refiere es la acción de levantar el teléfono. Hay quien lo denomina «telenofobia». «Me parece invasivo», asegura una centennial en el debate. Incluso caras conocidas confiesan que no suelen hacerlo. Como la cantante Rosalía, que en un directo de TikTok compartió justo la misma opinión que nuestra compañera.
En realidad, esta forma de ver las llamadas parece ser bastante global entre los jóvenes. Una investigación publicada en el 2018 por la Sociedad Digital en España confirmó que un 96,8 % de las personas de entre 14 y 24 años preferían comunicarse por Whatsapp (mensajes o audios) antes que una simple llamada. Sin embargo, sí utilizan videollamadas para comunicarse, sobre todo entre ellos.
Si cruzamos el charco, un estudio llevado a cabo en Estados Unidos fue titulado como «Generation Mute»: Millennials Phone Call Statistics (Generación muda: estadísticas de llamadas en los millennials, en español). El término elegido ya proporciona bastantes pistas sobre cuáles fueron los resultados. Concluyeron que los jóvenes odian tanto recibir como realizar llamadas y, entre los motivos para no descolgar: un 75 % creía que las llamadas son ineficientes, un 64% piensa que al otro lado de la línea seguramente se encontrará con alguien que quiere quejarse o que les va a pedir algo, un 55% dice que nunca lo cogen si están ocupados y un 46% por el miedo a una confrontación verbal.
El melón de la salud mental: ¿es la generación «zeta» de cristal?
La generación de cristal. Así se suele llamar a los centennials, haciendo referencia a una supuesta falta de tolerancia ante la frustración y las críticas. Pero ¿se basan en datos objetivos o son meras interpretaciones de generaciones anteriores?, ¿son realmente más débiles?
Isabel Duque, psicóloga, sexóloga y autora del libro Acercarse a la generación Z, asegura a La Voz de la Salud que conoce de sobra a este grupo de jóvenes. «Cuando dicen que es la generación de cristal, deberían decir que es la generación del cristal transparente, porque denuncian cuestiones estructurales que se han reproducido sistemáticamente y que no tendrían que pasar», reivindica. Entre ellas, el peso de la salud mental, que según la experta, han reivindicado en manifestaciones y en las plataformas que mejor se mueven: las redes sociales. «Han vivido crisis sistemáticas una detrás de otra; una pandemia mundial que nadie se esperaba y ahora un contexto bélico», apunta Duque. Todo ello ha dificultado que puedan ver cubiertas algunas necesidades como la emancipación: «Una persona joven que quiera vivir sola tiene que dedicar el 82 % del salario medio para hacerlo», destaca.
«Que las personas tengan problemas de salud mental no tiene nada que ver con la fragilidad. Al final, ¿qué es la fragilidad?», se pregunta la psicóloga clínica Tamara Pineda, que es además parte de la generación Z. «Los problemas de salud mental a lo largo de los años, en las distintas generaciones, son distintos, pero no por eso son de mayor calibre ahora. Sí hay índices más altos de suicidio o depresión, pero no tiene tanto que ver con algo intrínseco a esta generación, sino a que estamos viviendo condiciones socioeconómicas, medioambientales y políticas muy complejas a las cuales las generaciones jóvenes están muy sobreexpuestas. Si hay algo que sufre esta generación es la sobreexposición a todo», explica.
«Venimos de personas que tuvieron que callarse mucho sobre muchas cosas. Hasta hace no tanto, no se hablaba sobre política; tampoco de sentimientos o emociones». Ahora bien, Pineda es escéptica sobre las posturas reduccionistas; sobre pensar en que lo de antes era peor y lo de ahora es mejor. «Es cierto que las generaciones de ahora son un poco más conscientes sobre lo que es la ansiedad, sobre la importancia de reconocer las emociones, pero la realidad es que no estamos hablando de sociedades que se estén haciendo cargo de esto de una manera ideal. No los usaría como un ejemplo para contraponer a las anteriores generaciones y decir “ahora lo estamos haciendo mejor y antes lo hacían peor”», reflexiona.
Relaciones e incremento de infecciones de transmisión sexual (ITS)
Europa sufre un crecimiento sostenido de infecciones de transmisión sexual (ITS) desde hace años. Los últimos informes publicados sobre estas patologías por el Centro Europeo para el Control y Prevención de Enfermedades (ECDC) corresponden al año 2022 revelan que todas han aumentado en el último año. Concretamente, la gonorrea lo ha hecho un 48 %, la sífilis un 34 % y la clamidia un 16 %. En nuestro informal debate, la pregunta fue directa al bando centennial: ¿corresponde ese incremento de casos a una relajación del uso del preservativo por su parte?
Para contestar de la forma más precisa, de nuevo, volvemos a los datos. Empecemos por la ITS que más incidencia ha tenido: la gonorrea. A nivel europeo, la mayor proporción de casos se dio en la franja de edad de los 25 a los 34 años, con un 37 % de los jóvenes, seguida de los de 20 a 24 años (con un 22 %) y de 35 a 44 (un 19 %). Y la mayoría de casos, son varones. Pasemos a la sífilis. De nuevo, la mayor incidencia se da entre los 25 y los 34 años (31 % de los casos) y en los mayores de 45 (32 %); en cambio, los jóvenes de 15 a 24 años, corresponden con el 11%. En ambas infecciones, los más perjudicados son los hombres. De hecho, los hombres que tienen sexo con hombres (HSH) representaron más de la mitad de los casos notificados de gonorrea (60 %) y sífilis (74 %) en el 2022. Por lo tanto, no se puede afirmar que la generación Z sea la «culpable» del aumento de infecciones de transmisión sexual (ITS).
¿Puede decirse que se les ha perdido el miedo? Asunción Díaz, especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública, y coordinadora de la monotirización de las cinco ITS sometidas a vigilancia epidemiológica en España (sífilis, infección gonocócica, infección por chlamydia trachomatis, el linfogranuloma venéreo y la infección por el VIH) considera que influyen diversos factores: «Por un lado, la falta de percepción de que estas enfermedades existen y que toda la población está en riesgo si se realizan prácticas sexuales no protegidas; que afectan a una esfera muy íntima de la persona y quizás por eso estén menos visibilizadas. O una reducción del uso de preservativo en la población joven. También está el inicio temprano de las relaciones sexuales, la falta de educación sexo-afectiva reglada en los colegios y el acceso a la pornografía a través de internet a edades tempranas. Además, hay que tener en cuenta otros factores como la mejora de los sistemas de vigilancia y de diagnóstico que pueden estar haciendo aflorar los casos».
En cuanto al perfil de paciente de ITS, la doctora describe que, en general, son más frecuentes en hombres (a excepción de la infección por clamidia) y adultos jóvenes (alrededor de los 35 años). «La edad mediana en los nuevos diagnósticos de VIH es de 36 años, 31 años para la infección gonocócica, 36 años para la sífilis, 27 años para la infección por Chlamydia trachomatis y 36 años para el linfogranuloma venéreo», amplía.
Por lo tanto, con todo lo expuesto, no se puede afirmar que la generación Z sea la culpable del aumento de incidencia de este tipo de infecciones en nuestro entorno. O por lo menos, no la única. Aunque no cabe duda de que debate sobre estas y muchos otros problemas de salud, hay para largo.