Antonio Escribano, endocrino: «Hicimos engordar a los actores de "La sociedad de la nieve" para que luego adelgazaran hasta 30 kilos»
VIDA SALUDABLE
El experto en endocrinología y nutrición, junto a su hijo, también especialista en medicina interna, fueron los responsables del aspecto de los protagonistas de la película del momento
21 feb 2024 . Actualizado a las 10:39 h.Meses de trabajo en condiciones extremas, entre el covid (hablamos del año 2021) y los 15 grados bajo cero del rodaje. 30 actores que debían parecer, primero, jugadores de rugby y, después, tener el aspecto de las personas que sobrevivieron 72 días en los Andes sin comida y atravesando todo tipo de adversidades. Ese es el reto al que se enfrentaron Antonio Escribano Zafra, el padre, y Antoniol Escribano Ocón, su hijo. El primero, especialista en endocrinología y nutrición, catedrático de nutrición deportiva y con uno de los currículos más relevantes a nivel nacional en este campo, ya había participado en proyectos cinematográficos como la película Gordos. Su hijo completaba el equipo con la especialidad de medicina interna a la que se suma, entre otras muchas cosas, el máster en nutrición en la actividad física y el deporte. Juntos aceptaron una aventura que les ha convertido en parte de la película de la que todo el mundo habla y que ha arrasado en los, recientemente celebrados, Premios Goya.
El tono de voz de Antonio Escribano Zafra (abril, 1950), al otro lado del teléfono desde Córdoba, ya transmite en solo unos segundos la pasión que siente por su trabajo. «Juan Antonio Bayona quería todo el realismo posible en la película y eso incluye el aspecto que los supervivientes tenían antes y después del accidente.Todos habían experimentado una pérdida de peso enorme y estaban demacrados. El equipo de la película quería recrear eso en los personajes», recuerda. Meses antes de que comenzara el rodaje, estudiaron tanto a los actores como a los supervivientes para planificar todo el proceso que llevaría a los primeros a mimetizarse con los segundos. La primera toma de contacto fue en Córdoba, donde residen y trabajan los Escribano. Hasta allí llegaron todos para someterse durante dos días a todo tipo de pruebas, «las mismas que se le hacen a los deportistas de élite». La primera impresión de los doctores cuando los vieron llegar fue que algunos ya estaban demasiado delgados, lo que dificultaría todavía más el proceso de adelgazamiento continuo al que deberían someterse durante el rodaje. «Decidimos hacer un pequeño "truco", que fue ayudarlos a engordar», explica Escribano.
Los actores pasaron tres meses ensayando, musculándose y ganando peso. «No se les puede engordar a base de comer pasteles. Es un engorde serio, muy bien planificado, aportando vitaminas y nutrientes para que todo estuviera bien», aclara el doctor. Entre cuatro y ocho kilos ganaron para luego, en los meses posteriores, perder progresivamente hasta treinta.
Antonio Escribano y su hijo montaron una clínica con todo lo necesario en el hotel de Sierra Nevada donde iban a vivir los actores mientras filmaban la película, «un pequeño hospital con todo tipo de aparatos para medir, desde el consumo de oxígeno hasta la composición corporal». El día uno de rodaje comenzó la estructura de adelgazamiento diario personalizado. Un guion bioquímico para cada uno. El aspecto de cada personaje no solo debía parecerse al aspecto real de su alter ego, tenía que coincidir temporalmente. No estaban igual el día 20, que el 40 tras el accidente. Todo debía reflejar fielmente la realidad.
«Empezamos poco a poco. No siempre los tiempos de la película coincidían con los de la catástrofe. Por ejemplo, hubo una semana entera en la que se rodó el día 12, por lo que tenían que mantenerse iguales. Había algún actor que tenía que grabar una escena anterior porque no había podido hacerlo y teníamos que subirlo un poquito de peso para que rodase el día 4. Y así con cada uno», recuerda Antonio Escribano. Se montaron dos cáterings de comida. Uno en el set de rodaje a 3.000 metros de altura, solamente para los actores, y otro en el hotel para las cenas. La dificultad y la dureza se iban incrementando según pasaban las jornadas. «Tratamos de buscar platos que les gustaran a ellos. La mayoría eran argentinos o uruguayos, les gusta mucho la milanesa y la empanada. Nos seguimos riendo hoy de la cantidad de platos que tuvimos que inventar, algunos, complicadísimos, como una empanada en la que modificamos el hojaldre para que tuviese las menores calorías posibles. También hacíamos platos españoles. Logramos cocinar una paella baja en calorías que fue la delicia de todos. Por la noche, les dábamos sopas en las que las calorías eran mínimas. También usamos algunos disuasores del hambre, como gelatinas cero con sabor a chocolate pero sin chocolate y muchos caramelos sin azúcar», recuerda todavía entre risas uno de los responsables de todo esto, que agradece la labor del cocinero, con el que trabajaron mano a mano.
Y mientras los actores tenían que perder cada vez más peso, los médicos iban haciendo todo un encaje de bolillos entre energía y bioquímica. «Son dos partes muy importantes. Para quemar grasa, hace falta reducir mucho la energía que se consume para que el organismo queme la que tiene acumulada. Por otra parte, no nos pueden faltar elementos bioquímicos que son necesarios para el funcionamiento de todo el organismo y, en concreto, para el de una parte muy importante para una persona que está interpretando un papel, que es el cerebro». ¿Cómo se lograba esto? «Realmente, la parte de las calorías no es complicada. Lo complicado es esto otro. Entonces, suplementábamos con vitamina A, vitamina D, con el subgrupo de vitaminas B, con todos los minerales y con un ajuste al detalle de los miligramos de cada uno de ellos: ácido fólico, biotina, coenzima Q10, que es importante para el proceso muscular. Por supuesto, hierro, yodo, calcio, magnesio. Todo en dosis submáximas para completar luego con la alimentación. Había que controlarlo y medirlo todo. Si alguien pierde peso en una semana, no pasa nada, porque se recupera rápido, pero en siete meses, no», enumera el doctor.
A toda esta dificultad hay que añadir que la mayoría de los días el rodaje empezaba de madrugada, a 3.000 metros de altura con hasta quince grados bajo cero y se alargaba hasta diez horas. En la montaña había, además, un equipo médico, con enfermería y fisioterapia, que controlaban la salud de los actores, de los niveles de glucosa a la tensión. La recta final fue la peor. «Si ves la cara de Numa, el protagonista, se va quedando demacrada como en un campo de concentración. Para conseguir que la cara tuviera esos ángulos, que la grasa de los carrillos no se notara, fue necesario un adelgazamiento muy extremo. Conseguir eso fue una de las cosas que más nos preocupaban, porque había que forzar mucho más. La dieta se quedó muy reducida», recuerda Escribano. En las últimas semanas de rodaje había que bajar de peso más rápido, hasta tres kilos en cuatro o cinco días. La alimentación algunas jornadas se resumía en una sopa por la noche, una fruta al mediodía y medio plato de postre con algún alimento cocinado. «Al principio de cualquier proceso de adelgazamiento, se pierde mucho peso, pero no tanto volumen. La curva es logarítmica. Con el paso del tiempo, se pierde más volumen. Íbamos midiendo la grasa y el agua intracelular y extracelular, la integridad de la membrana. Este proceso tiene una minuciosidad que es como si en un partido de fútbol estuviésemos midiendo las hebras de césped que se van pisando. Eso nos servía de guía», trata de explicar el especialista.
Diez meses de trabajo delante y detrás de las cámaras que terminaron con una obra maestra y un festín sin contar calorías.