Los secretos de las parejas duraderas: «La finalidad de una relación no es hacernos felices»
VIDA SALUDABLE
La terapeuta Rosa Rabbani analiza los ingredientes que tienen que estar presentes para que un vínculo amoroso tenga éxito, desde los comentarios positivos hasta la voluntad de cambiar junto al otro
02 feb 2024 . Actualizado a las 09:19 h.Las relaciones ya no son para siempre. El clásico voto matrimonial, «Hasta que la muerte nos separe», ha sido reemplazado por un ideal de laxitud que propone no forzar las cosas cuando ya no funcionan. Hoy, una pareja exitosa ya no es, según el criterio de muchas personas, aquella que perdura en el tiempo, sino una que ha sido sana y mutuamente beneficiosa mientras duró. ¿Y después de la ruptura? Que nos quiten lo bailado.
Este modelo tampoco es tan nuevo. Hace ya dos décadas que el sociólogo Zygmunt Bauman lo describió en su libro Amor líquido, sobre la fragilidad de los vínculos humanos. Tanto es así, que las nuevas generaciones ya entienden su vida amorosa en estos términos.
Pero este paradigma que se ha impuesto a las relaciones no nos sale gratis. Cuando el amor no es para siempre, se pierde uno de los aspectos más importantes y fundamentales que lo hacen valioso: dejamos de apoyarnos en él para crecer. Así lo observa la psicóloga Rosa Rabbani. Terapeuta familiar y de pareja con más de dos décadas de experiencia, la experta es también investigadora en el ámbito de los estudios de género.
En su nuevo libro, El enigma de las parejas duraderas (Plataforma actual, 2024), Rabbani explora las claves que hacen que una relación pueda seguir siendo exitosa año tras año y mantener esa esencia que alimenta el crecimiento mutuo. Analizamos esta receta del éxito junto a la experta.
Compromiso
La liquidez de las relaciones, para Rabbani, no es un síntoma aislado, sino que se enmarca en un paradigma generalizado. En otras palabras, no son solo las parejas las que no duran para siempre: son también los puestos de trabajo, los hogares, e incluso objetos como los muebles o los electrodomésticos, que ya no se heredan de una generación a la siguiente. Esta cultura de la obsolescencia programada ha llegado a influenciarnos a la hora de entablar vínculos amorosos.
«Las relaciones de pareja no son una excepción dentro del momento en el que vivimos. Pasa como con tantas otras cuestiones. Las relaciones perdieron el sentido de compromiso del que tendrían que estar dotadas. Esta es una de las conclusiones a las que han llegado muchos estudios: el sentido de compromiso es una de las variables más importantes que condicionan la durabilidad de una relación y vivimos en un momento en el que la solidez que tendría que caracterizar a las relaciones de pareja se ha ido perdiendo», observa la psicóloga.
Este nivel de compromiso es una de las variables que determinan la solidez de un vínculo. «Cuando uno tiene un hijo, no piensa: "Mientras las cosas vayan bien, yo me voy a hacer cargo de él, pero cuando las cosas se pongan complicadas, lo devuelvo". Hacemos todo lo posible para que las cosas vayan bien, pero cuando se pone difícil, ahí ponemos toda la carne en el asador, hacemos lo posible y lo imposible para resolver, superar y reconducir las cosas. Este es el tipo de compromiso que requieren las relaciones de pareja, pero lo vivimos de forma distinta, pensando que nadie es indispensable y que un convenio humano se puede deshacer», señala Rabbani.
Pero ¿qué significa el compromiso con la pareja? Ante todo, implica estar dispuestos a hacer un esfuerzo. Entender que el amor no surge espontáneamente de manera fácil, sino que se va construyendo, y que ese proceso requiere tiempo, voluntad y atención. Este esfuerzo y esta apertura al cambio son fundamentales para resolver constructivamente los conflictos.
«Es muy importante no focalizar la solución de los problemas en el otro. Claro que tenemos que hacer demandas a nuestras parejas para que hagan las cosas mejor, pero los humanos no tenemos ningún control, autoridad o poder sobre lo que hace otra persona, no podemos cambiarla. Solo tenemos autoridad y control sobre nuestro propio cambio y lo que queremos hacer nosotros mismos. Y la mayoría de veces, el hecho de que generemos un cambio en nosotros mismos produce movimientos en la maquinaria de la relación», explica la experta.
Comentarios positivos
¿Cuándo fue la última vez que le hiciste un cumplido a tu pareja? ¿Le elogias cuando hace algo bien? ¿Demuestras que te has fijado en su nuevo corte de pelo? ¿Le felicitas cuando logra sus metas? Todo esto, que puede parecer mundano, es en realidad uno de los aspectos más importantes para la durabilidad de una relación. Un simple comentario, como «Qué bien te sienta ese color», puede ser más valioso de lo que creemos.
«Los científicos tienen absolutamente medidas las acciones que acometen las parejas a las que les va bien. Una de las cosas que han visto es que las parejas que funcionan bien son capaces de hacerse comentarios positivos. Eso no quiere decir que no discutan, o que no se hagan también comentarios negativos, pero esa habilidad de darse elogios es importante», observa Rabbani.
¿Por qué es tan necesario elogiar a nuestra pareja? El científico John Gottman, psicólogo y matemático norteamericano, fue el que descubrió el rol de estas palabras cariñosas. «Teniendo en cuenta que un comentario negativo tiene un efecto devastador en nuestro bienestar y nuestra forma de sentirnos, investigó y trató de medir cuántos comentarios positivos neutralizarían esos efectos. Concluyó que son necesarios cinco comentarios positivos para neutralizar uno negativo», explica Rabbani.
«Lo cierto es que si cuidamos nuestros comentarios negativos y tratamos de reducirlos, tendremos menos trabajo para neutralizarlos. Pero en general, el ser capaces de reconocer un esfuerzo en la pareja, de dar una palmadita en la espalda, ese es uno de los rasgos que caracterizan a esas parejas que, estadísticamente hablando, tienen más probabilidades de que las cosas les vayan bien», detalla.
Felicidad versus crecimiento
Cuando conocemos a una persona y nos enamoramos, es probable que el impulso que vayamos a sentir sea un deseo de entrar de lleno en una relación sin pensar en un aspecto clave, que es el para qué. Para Rabbani, el sentido de encontrar a alguien con quien compartir la vida está lejos de lo que indica el saber popular. «Cuando pasan parejas por la consulta, les pregunto cuál creen que es el propósito de la pareja. La gran mayoría dicen que es hacernos felices. Más desencaminados no podemos ir», señala.
«La finalidad de una relación no es hacernos felices. Evidentemente, tampoco es hacernos desgraciados. Pero la felicidad es una responsabilidad personal. Yo tengo que construir mi propia felicidad, no hay otra persona que sea responsable de ella. Por lo tanto, esa no es la finalidad de una relación. Lo que realmente la dota de sentido es crecer», indica la experta.
Además, las relaciones de pareja plantean un contexto en el que se propicia ese proceso de crecimiento. «Si yo estoy soltera, mis decisiones no afectan a nadie más allá de mí. Pero cuando uno tiene a alguien al lado, sus defectos afectan al otro, y viceversa. Entonces, vas a tener conversaciones en las que le planteas que aquello que hace, aunque sea sin ninguna intención, te sienta mal y en ese momento nos embarcamos en un proceso de esfuerzo para el cambio. Este proceso de transformación que desemboca en el crecimiento personal es el propósito más importante de una relación», explica.
«Cuando entendemos ese propósito en clave de crecimiento, empezamos a vivir nuestra relación en modo de aprendizaje y esto cambia todo el escenario. Muchas de las cosas que nos asustan, porque pensamos que nos ponen en el precipicio de la ruptura, no las interpretaríamos así. Veríamos que no tiene por qué ser el fin de la relación, pero sí que tiene que ser el principio de ese camino de esforzarnos para superarlo», añade Rabbani.
Apertura al cambio
Tener presente el propósito de crecimiento en la relación es un requisito previo para llegar a construir un vínculo sólido y duradero. Pero no es el único. Debe ir acompañado de una voluntad de cambio por parte de ambos miembros de la pareja. Este es, para Rabbani, uno de los pilares de la relación. «Si tuvieras que elegir, ¿preferirías que la persona con la que estás sea poco conflictiva pero tenga poca capacidad de ver sus errores y sus defectos y, por tanto, poca capacidad de esforzarse para superarlos? ¿O que te genere algún conflicto más, pero que tenga mucha capacidad de ver sus defectos y, por tanto, de esforzarse en reconducirlos?», interroga la experta.
«A veces, un miembro de la pareja va evolucionando y subiendo escalones en su proceso de maduración, y si la otra persona tiene grandes dificultades en asumir esos cambios y llevarlos a cabo, con el tiempo, la diferencia que se genera es tan grande que las dos personas se pueden desconectar. Un día estuvieron en el mismo escalón y se entendían, pero como uno ha madurado y el otro no lo ha hecho, están en planetas distintos y así es muy difícil gestionar una convivencia diaria y una relación de pareja», señala Rabbani.
De hecho, esta capacidad de cambiar es, para la psicóloga, la clave para lograr la compatibilidad. Según ella, esta afinidad y este entendimiento no se dan de manera espontánea, sino que se construyen a lo largo del tiempo. «La idea que tiene todo el mundo es que para que la relación entre dos personas puede funcionar, tienen que ser compatibles. ¿Cómo pueden dos personas ser compatibles en el inicio de la relación?», dice.
«La relación es la que hace que vayas cambiando y mejorando como persona y que el otro también lo haga día a día y os vayáis haciendo compatibles a lo largo del tiempo. Originalmente, en el inicio de una relación, la compatibilidad no puede ser una variable condicionante, porque cada uno viene de su educación, de su modelo familiar, de su historia. Que todo eso esté compatibilizado antes de empezar es una quimera», asegura.
Por eso, Rabbani sostiene, no hay que darle tanta importancia a aspectos como los intereses, las ideas o incluso el sentido del humor de una potencial pareja: «Muchas personas piensan que es importante que la persona con la que estén comparta sus aficiones, que tenga sentido del humor, que sean sexualmente compatibles. Cuando oigo estas cosas, es evidente que hay que hacer una reflexión más profunda. Construir una relación de pareja es como hacerse una casa. Si fallan los pilares, tarde o temprano, se van a empezar a hacer grietas y el edificio se va a caer. Y si tuviéramos que resaltar uno, la capacidad de cambio sería el más importante».