Productos «light», ¿son más saludables? Todo lo que debes saber

Lucía Cancela
Lucía Cancela LA VOZ DE LA SALUD

VIDA SALUDABLE

Todo lo que debes saber sobre los productos «light».
Todo lo que debes saber sobre los productos «light». iStock

Los expertos explican qué significa esta declaración nutricional que la gente puede confundir, erróneamente, con otros reclamos como «bajo en grasas» o «bajo en azúcares»

15 ene 2024 . Actualizado a las 15:25 h.

Cereales light, quesitos light y patatas fritas que —de alguna forma— también son light. Hace tiempo que el imperio de lo ligero se asentó en las baldas de los supermercados y, desde entonces, no ha desaparecido. Bajo la lupa de lo legal, esta afirmación o similares (véase «sin azúcar» o «sin grasa») se consideran «declaraciones nutricionales» y se regulan en el Reglamento nº1994/2006 de la Comisión Europea. 

Esta norma «intentó poner orden en las denominaciones de los productos dietéticos, homogeneizando los criterios terminológicos para cada uno y regulando la manera de mostrarlo en el etiquetado», explica Juan José López, miembro del Comité Gestor del Área de Nutrición de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN). Hasta el 2006, era una cuestión sin control en la que cada marca hacía lo que le venía en gana. 

En esencia, se habla de la versión light de un producto cuando este presenta un aporte calórico un 30 % menor al alimento original. «Los principales componentes del alimento sobre los que se cambian las características para que sean más saludables suelen ser el valor calórico, los azúcares, la grasa y la sal», precisa el endocrinólogo. 

Precisamente, al ir aparejados a las tradicionales dietas hipocalóricas, son varios los mitos que se han formado a su alrededor. Que quede claro que ni adelgazan a sus consumidores, ni son más saludables. Aunque, en ocasiones, superan en calidad al original: «Hay opciones que pueden ser mejores, ya que se reduce su contenido en azúcar o en grasas de mala calidad que al final no son variables buenas. Pero al mismo tiempo, light solo implica la reducción del 30 %, como mínimo», detalla Pablo Zumaquero, dietista-nutricionista y tecnólogo de los alimentos. Una disminución que, en muchos casos, se queda corto. 

La primera falsa creencia a la que hace referencia el experto en endocrinología es la siguiente: «Como no engordan, puedo comer la cantidad que quiera». Nada más lejos de la realidad. En el proceso de aumento de grasa y peso intervienen distintos factores, aunque el de mayor relevancia sea el equilibrio calórico. En otras palabras, lo que se come y lo que se gasta.

Comparación de los productos en versión original y versión «light».
Comparación de los productos en versión original y versión «light». María Pedreda

«Esta afirmación está muy extendida y muchas veces en ella se basa la compra de estos productos», detalla el doctor López. En realidad, tanto la versión original como la renovada tienen calorías: «Los lights han reducido su valor en un 30 %, pero si el producto de base tenía un valor calórico muy elevado, el reducido en grasa también lo será», indica el dietista-nutricionista y tecnólogo de los alimentos. 

Por el contrario, existen entidades que, en lugar de limitarse a ese tercio, van más allá y apuestan por reducir, al completo, el valor en cuestión. «El ejemplo clásico que siempre pongo es el refresco. Suelen tener mucho azúcar, pero la opción ligera no tiene absolutamente nada, porque lo cambian por edulcorante», indica Zumaquero. En este caso la diferencia entre ambas versiones es muy notable. 

No todos los productos tienen pocas calorías ni carencia de sal

En este sentido, es habitual pensar que todos los alimentos light son bajos en calorías. Lo cierto es que depende. A veces ocurrirá, y a veces no. «Es necesario diferenciar los productos light de los bajos en calorías que se definen como aquellos que tienen menos de 40 por cada 100 gramos de producto. En algunas ocasiones estas dos circunstancias pueden coincidir, pero en otros casos, el valor calórico sigue siendo elevado, aunque menor que el del alimento original», contempla el endocrinólogo. 

De igual forma, esta versión renovada tampoco tiene menos sal. De hecho, en la propia definición de ligero no existe indicación alguna que valore la reducción del contenido en sodio; solo es una posibilidad más. Así, el endocrinólogo recuerda que este puede ser elevado «por lo que habrá que tener precaución en pacientes con patologías que desaconsejan su consumo como es la hipertensión arterial», señala. 

La cantidad de azúcar que contenga el producto tampoco tiene por qué verse afectada. «En ocasiones estos azúcares pueden verse reducidos en el proceso industrial o incluso no ser añadidos, como en los zumos, pero esto nos significa que el producto sea libre de azúcar», precisa. Algo que cobra especial importancia en pacientes diabéticos o aquellos «con alguna alteración del metabolismo de los hidratos de carbono». 

No son más saludables

Por mucho que algo sea light, no presenta un beneficio extra sobre la salud. Si bien es cierto que algunos productos pueden mejorar sus ingredientes y, por lo tanto, tener un mejor perfil nutricional, «con el uso de aceite de oliva, ácidos grasos omega-3 o hidratos de carbono complejos»; lo más habitual es que, a esta versión ligera se añadan grasas «predominantemente saludables o azúcares simples para modificar sus características organolépticas como el sabor, el olor, la textura o el color», indica el experto de la SEEN.

Con ello, consiguen que las diferencias con la versión original no se noten en exceso. Es más, según Zumaquero, las marcas no están obligadas a declarar los nuevos añadidos en el etiquetado frontal. «Te pueden decir que es ligero en base a algo, pero no lo que incluyen», indica. 

Con todo, y pese a no ser el Santo Grial, su consumo es seguro e, incluso, pueden contar con el apoyo del público. ¿Cómo se pueden encajar en una dieta «equilibrada»? En primer lugar, nunca deben ser la base, sino que su consumo debe ser en una cantidad adecuada al sujeto. Además, más allá de ser ligero, es conveniente que tenga buenos ingredientes. «Hay que valorar que los nutrientes que contengan tenga propiedades adecuadas, como un bajo contenido calórico, un adecuado perfil de grasa con predominio de las mono o poliinsaturadas, así como de hidratos de carbono complejos, tales como una harina integral, en lugar de un alto contenido en azúcar», precisa el doctor.

¿Por qué existe una versión «light»?

En su reglamento, la Comisión Europea contempla el fin comercial de este tipo de declaraciones y, precisamente, lo regula para evitar que el consumidor caiga en engaños. No es para menos, diversas investigaciones encontraron que los usuarios los escogen sobre otras opciones, aunque variase según el tipo de producto.

Otros análisis concluyeron que este tipo de etiquetas hacían que los consumidores tomasen una mayor cantidad de comida. Las razones que daban para explicarlo eran dos: en primer lugar, que crean halos de salud en torno al alimento para que parezcan más saludables de lo que son y la gente consuma más; y en segundo, que incluso las formas y los tamaños reflejados en los paquetes sesgan la percepción del usuario por aquellos de mayor tamaño y hacen ver las porciones más pequeñas de lo que realmente son.

Entonces, ¿cuál se debe elegir?

Depende. Escoger la versión original o la propuesta ligera puede ser útil en ciertos casos. «Se ha visto que recurrir a ciertos productos light, como es el caso de los refrescos, sí conlleva una bajada de peso», precisa Zumaquero, que indica que en estos casos tiene sentido. Lo mismo sucede si se habla de una persona con diabetes. 

Con todo, este tipo de productos siempre son ultraprocesados. Nadie se encontrará una manzana light. Y, «aunque se debería hacer una escala entre ellos, porque algunos tienen mejor calidad que otros», su consumo tiene que ser ocasional. «Nunca le diría a una persona que sustituya el agua por una Coca Cola light, pero sí  la Coca Cola normal por una light», apunta el dietista-nutricionista.

Lucía Cancela
Lucía Cancela
Lucía Cancela

Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.

Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.