Siete razones por las que siempre tienes hambre: desde la falta de sueño al consumo de alcohol

VIDA SALUDABLE

Estas son las razones por las que puedes tener hambre todo el tiempo.
Estas son las razones por las que puedes tener hambre todo el tiempo. iStock

Es una necesidad fisiológica que aparece con el claro objetivo de buscar alimentos que la satisfagan. Al ser esencial para la salud, las señales que emite el organismo son lo más llamativas posible

09 ago 2023 . Actualizado a las 19:09 h.

«Rabiar de hambre», «hambre canina» y hasta se junta al hambre «con las ganas de comer». Esta necesidad fisiológica, que en ocasiones se confunde con la gula, tiene casi tantos sentidos en el refranero español como motivos que hagan que se manifieste en el organismo. ¿El objetivo? Buscar alimentos que la satisfagan. «En el hipotálamo, que es una estructura dentro de nuestro cerebro, se alojan los centros de la sed y del hambre. Pueden detectar diferentes cambios en niveles hormonales y nutrientes, por ejemplo cuando descienden los niveles de glucosa, y se generan señales al tubo digestivo», explica la doctora María Riestra, médico especialista en Endocrinología y Nutrición y miembro del comité gestor del Área de Nutrición de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN).

El proceso que la provoca «es esencial para la salud» y las señales tratan de ser lo más llamativas posible. No es para menos. «Podemos notar debilidad, irritabilidad y en muchas ocasiones, aparecen ruidos en el abdomen llamados borborigmos, ya que podemos escuchar con más fuerza los movimientos intestinales cuando están vacíos», detalla la endocrinóloga. 

En cambio, la gula cambia de perfil. Se trata de «un apetito desmedido o excesivo por comer y beber», precisa la experta, que la describe con una actitud de ingesta muy desordenada, «rápida, sin masticar ni saborear o comer sin ganas», indica. Guarda dos diferencias con el hambre “real”: en primer lugar, que la gula aparece de repente y con intensidad, mientras que el otro es progresivo; y además, la persona suele tener preferencia por alimentos o productos altamente calóricos

Con todo, tener gula difiere de tener siempre hambre. Si esta sensación está continuamente presente puede indicar que algo no funciona como debería. La doctora Riestra apunta hacia varias direcciones: «Puede suceder por múltiples causas, a veces por problemas emocionales, por ansiedad, debido a un mal descanso nocturno, a comidas desordenadas o a una dieta baja en fibra; y en otras ocasiones, puede haber otra enfermedades relacionadas con el hipotálamo como el síndrome de Prader Willy», detalla. Se trata de una alteración congénita, que causa problemas en el crecimiento, hormonales o falta de saciedad en relación con el déficit de la leptina: «Una hormona que se encarga entre otras cosas de enviarle señales de saciedad a nuestro cerebro», aclara la especialista en endocrinología y nutrición.

Déficit de nutrientes

Comer poco puede ser una de las razones para tener hambre todo el tiempo. Pero esta no sería la única señal que mandaría el organismo, existen otras que también activan la alarma: «Tener poca energía, cansancio crónico, sensación de frío constante, problemas para dormir o la pérdida de menstruación en la mujer de edad fértil podrían ser signos indirectos», aclara la miembro de la SEEN. 

No tiene hambre, tiene sed

En esta línea, usted también podría preguntarse, ¿bebo lo suficiente? No es extraño confundir ganas de masticar algo con las de beber. Tanto la regulación del hambre, como la de la sed, se producen en el hipotálamo, de ahí, que las sensaciones similares. Riestra recomienda aprender a escuchar al organismo: «Identificar la sensación de saciedad, preguntarnos si es lógico tener hambre en relación a nuestra última ingesta, fijarnos si tenemos sequedad de boca o mucho cansancio, nos puede ayudar a diferenciarlo», detalla. La experta también destaca que una dieta rica en ultraprocesados puede hacer que una apetencia se confunda con la otra: «Si no se tiene clara la sensación de hambre o sed, es importante beber inicialmente un vaso de agua y observar después cómo nos sentimos», indica. 

Falta de sueño

No dormir lo suficiente o tener un sueño de calidad no solo afecta a la salud, sino también a las sensaciones de hambre. De hecho, es un factor importante en el control del apetito pues ayuda a regular a la grelina, hormona involucrada en el proceso. «La falta de descanso hace que nuestras hormonas que actúan sobre el apetito no se encuentren reguladas, la leptina disminuye y aumenta la sensación de hambre. Además el cuerpo quiere compensar la falta de sueño con comidas más calóricas, presentando mayor avidez por alimentos procesados y con grasas saturadas», explica la doctora Riestra. En otras palabras, además de provocar más hambre hace que la persona prefiera aquello que huye de lo saludable. 

Una dieta sin proteína y fibra

En materia de alimentación, una dieta rica en productos ultraprocesados y pobres en fibra o proteína también puede dejar, con el paso de las horas, a más de un comensal hambriento. En primer lugar, la endocrinóloga explica que este tipo de preparaciones, ricas en azúcares refinados, contribuyen a suprimir la secreción de leptina, «lo que elimina el estímulo de la saciedad». No solo esto, sino que al consumir poca cantidad de fruta, hortalizas o productos integrales, la persona excluye la ingesta de fibra, un nutriente esencial para aumentar la sensación de saciedad: «Se hincha con el agua en el sistema digestivo dando mayor plenitud. Si falta en nuestra alimentación, tendremos hambre con más frecuencia», explica. Precisamente por esta carencia, la digestión de los productos refinados es mucho más rápida. 

Así, si la ingesta tiene altas cantidades de este tipo de hidratos de carbono produce picos de insulina pronunciados y rápidos, que tan pronto como suben, bajan. En este punto, una reducción drástica de los niveles de insulina puede conducir a una hipoglucemia. La catedrática de Nutrición, María Izquierdo, explicaba cómo afectaba consumir un desayuno cargado de dulce a primera hora: «Nos dará un pico de glucemia muy elevado, algo que se siente como un chute de energía, pero después, al ser tan fuerte, bajará mucho. Y es tal el descenso que nos entra hambre antes de lo esperado y más de lo que debería». 

Consumo de alcohol

A su vez, en materia de lo que una persona puede tomar o no para regular sus niveles de hambre se encuentra el alcohol, que lejos de suprimir el apetito, lo aumenta notablemente. Existen varios mecanismos a través de los cuales se explica esta relación. Diversos estudios sugieren «que el alcohol podría estimular las células nerviosas del hipotálamo que regulan el apetito», precisa la doctora Riestra, que añade: «Esto lleva a que nuestro cerebro nos pida comer y el alcohol, aunque tenga calorías, envía señales para que no aparezca saciedad», precisa. También es capaz de inhibir los efectos de la hormona leptina, «encargada de aumentar la saciedad y por lo tanto, incrementa el hambre». Por último, este tipo de bebida inhibe las buenas decisiones: «Disminuye nuestro control sobre las decisiones de comedia saludable o el tamaño de las porciones», precisa. 

El dietista-nutricionista, Pablo Zumaquero, señalaba que beber alcohol antes de comer influye en lo que se escoge: «Hay una parte de nuestro cerebro que nos retiene y nos da conciencia a la hora de comer, y que tras beber alcohol se nubla. Esa parte, que es como un pequeño centro de control, se desactiva un poco». 

Hipertiroidismo o diabetes

Tener hambre constante, junto a otros síntomas, podría justificar la presencia de alguna enfermedad. Ocurre en el hipertiroidismo o en la diabetes. El primero conlleva un aumento de las hormonas tiroideas: «El metabolismo estará más activo y tendrá apetito constante, comer más cantidad de lo habitual y con más frecuencia podría ser uno de los síntomas», reconoce la endocrinóloga. En lo que respecto a la diabetes, el incremento del hambre o hiperfagia, junto a ala poliuria y la polidipsia (aumento de producción de orina y de sed) «pueden aparecer, especialmente, cuando existe un mal control de la enfermedad», precisa la miembro de la SEEN. ¿La razón? Al haber una falta de insulina, la glucosa no puede entrar a la célula para obtener la energía que necesita y aparecen las ganas de comer. 

El estrés que da hambre

El estrés también puede modificar la conducta que cada uno mantiene con la comida, con diferentes respuestas según la persona. En este caso, es tan capaz de reducir, como de aumentar el apetito. «A veces contribuye a tener una mayor sensación de saciedad, si se activa sobre todo la leptina, en momentos de estrés agudo; o en ocasiones puede provocar un aumento del apetito, si se genera mayor grelina o cortisol, sobre todo en situaciones de estrés crónico», precisa la doctora Riestra. A su vez, es probable que la persona busque productos o alimentos con un determinado sabor dulce, «que aumenta la liberación de dopamina y activa el circuito de recompensa», de forma que cuanto más se ingiera, mayor será la necesidad de seguir haciéndolo. 

Lucía Cancela
Lucía Cancela
Lucía Cancela

Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.

Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.