María Puy Portillo, catedrática de Nutrición: «La alimentación de una mujer embarazada afecta a sus hijos y también a sus nietos»

Lucía Cancela
Lucía Cancela LA VOZ DE LA SALUD

VIDA SALUDABLE

aría Puy Portillo es catedrática de Nutrición de la Universidad del País Vasco y miembro del Ciber de Obesidad y Nutrición (Ciberobn)
aría Puy Portillo es catedrática de Nutrición de la Universidad del País Vasco y miembro del Ciber de Obesidad y Nutrición (Ciberobn)

La investigadora del Ciber de Obesidad y Nutrición recuerda que el patrón actual de España no cumple con el estilo de vida mediterráneo

18 mar 2023 . Actualizado a las 17:22 h.

Un buen patrón alimenticio y la salud suelen ir de la mano. Es más, la dieta se considera un factor determinante para el bienestar de las personas hasta el punto de que juega un papel fundamental en el desarrollo de enfermedades crónicas no transmisibles como la obesidad o la diabetes. María Puy Portillo es catedrática de Nutrición de la Universidad del País Vasco y miembro del Ciber de Obesidad y Nutrición (Ciberobn) del Instituto de Salud Carlos III. Más allá del ámbito académico, fue presidenta de la Sociedad Española de Nutrición hasta el 2021, patrono de la Federación Internacional de Nutrición (Finut) desde el 2014 y miembro de honor de la Academia Nacional de Nutrición y Dietética desde 2017, entre otros. 

—Llega marzo y, con ello, mucha gente se plantea cambiar sus hábitos de cara al verano. Sin embargo, no siempre se afronta de una manera saludable. ¿Por qué cambios debe empezar alguien que no sigue una dieta de calidad nutricional?

—La primera recomendación es algo que llevamos mucho tiempo diciendo. Hay que incluir cinco raciones de fruta o verdura al día. Es muy importante que tomemos estos alimentos frescos pues tienen un bajo aporte calórico, gran cantidad de vitaminas y minerales, fibra y otros compuestos bioactivos que no son nutrientes, pero que ayudan a mantener una buena salud. De igual forma, es importante que consumamos legumbres unas tres veces por semana porque nos aportan calorías, hidratos de carbono complejos, vitaminas, muchos minerales y una gran cantidad de fibra. A su vez, estas se pueden ir alternando con cereales integrales como fuente de energía. También debemos tomar fuentes de proteína de alta calidad, como son las carnes magras, los pescados o los huevos; así como los lácteos. Son una buena fuente de vitamina D, calcio y proteínas de alto valor biológico. La frecuencia de consumo dependerá de cada persona, pero las pirámides y las guías de la Aesan dan orientaciones generales. 

—Menciona los compuestos bioactivos, que si bien no son nutrientes, tienen mucha relevancia. Entiendo que se refiere a los polifenoles, ¿cuáles son sus beneficios?

—Hay una gran cantidad de compuestos bioactivos. Los polifenoles son uno de ellos y, quizás, los más estudiados. Se encuentran siempre en alimentos de origen vegetal, de ahí que insistamos tanto en el consumo de frutas y verduras. Tienen dos efectos muy importantes: uno antioxidante y otro antiinflamatorio. Hablo de su papel en la salud porque los procesos inflamatorios y el estrés oxidativo son dos fenómenos que subyacen en muchas de las enfermedades más prevalentes en nuestra sociedad, como la obesidad, las patologías cardiovasculares o la diabetes. Así que estos compuestos nos ayudan a prevenir el desarrollo de todas estas patologías. 

—Por el contrario, ¿qué productos nunca deben estar en la despensa?

—Los ultraprocesados, cuyo consumo debe ser lo más bajo posible y por lo tanto se han de comer de vez en cuando. Son productos que tienen elevadas cantidades de sal, de azúcares simples y de grasa saturada. Aún por encima, tienen una baja densidad de nutrientes muy interesantes como son las vitaminas y minerales. El problema es que son de muy fácil consumo, muy atractivos, cómodos, palatables y ricos; por lo que se vuelve difícil concienciar a la población de que no los coman. Con todo esto me refiero a los platos precocinados, las pizzas o toda la bollería. 

Según la Organización Mundial de Salud, los azúcares libres son los monosacáridos o disacáridos añadidos a un producto o bebida, también los azúcares presentes en la miel, en los jarabes (por ejemplo: jarabe de glucosa), en los concentrados de jugos e incluso, en los zumos naturales de frutas.

—Con este tipo de productos suele ser recomendable leer la lista de ingredientes. Sin embargo, a veces se vuelve algo difícil de entender. ¿Qué consejos podría dar para interpretarla?

—Para mí, la regla básica es que debemos tener en cuenta que los ingredientes aparecen según su cantidad. Es decir, cuanto más adelante esté en la lista, mayor cantidad habrá en el producto. Por ejemplo, a veces nos encontramos con productos en cuyo envase pone “contiene hongos”, que es un alimento muy interesante. Sin embargo, miras la lista de ingredientes y estos se encuentran al final. Esto significa que su cantidad es tan mínima que no aportarán beneficio alguno. Por otro lado, hay que concienciar a la población de que, para conseguir unas ingestas de azúcares simples recomendadas, hay que leer muy bien la composición. En ocasiones, puede no poner azúcar, sacarosa o glucosa, que es lo que la gente conoce, pero sí indicar que tiene dextrosa, maltodextrina, jarabe de maíz o de caramelo. Pues mucho cuidado, porque esos son azúcares simples. Es lo que llamamos encubierto. 

—Según un informe de la Organización Mundial de la Salud, solo el 13 % de los niños en España come verduras todos los días.¿Por dónde debe empezar el cambio?

—Es un reto bastante difícil de conseguir porque los niños no tienen tendencia a comerlas. No les gustan y las suelen rechazar. Hace unos años, nosotros hicimos un programa de intervención en niños de primaria de los colegios de Vitoria. Eran un conjunto de actividades en las que, por ejemplo, había sesiones formativas en clase con juegos para que ellos aprendiesen conceptos básicos de nutrición; también trabajábamos las cualidades sensoriales de las frutas y verduras, de sus colores, sabores y texturas; los llevamos al mercado para que descubriesen nuevos tipos ya que había algunos pequeños que solo conocían las típicas; introdujimos talleres de cocina y, finalmente, hicimos una cosa que funcionó muy bien. Tenían una competición entre ellos para ver quién tomaba más. Pues fíjate, el programa tampoco obtuvo resultados extraordinarios. Conseguimos que aumentasen media ración al día. Eso sí, no pudimos hacer un seguimiento. 

—¿De qué forma afecta la dieta de la mujer embarazada a su hijo? Hay estudios que muestran una mayor predilección en el niño por unos sabores u otros, por ejemplo. 

—Sí. Hay una ciencia que lo estudia, se llama epigenética. Se ha visto que el patrón de alimentación, si es o no es correcto en esos períodos claves de la vida del feto y después del bebé, influye muchísimo en su salud presente y futura, cuando son adultos. Va a condicionar su manera de enfermar. Se producen marcas epigenéticas, que son las que condicionan si una persona tendrá más o menos propensión a desarrollar obesidad, diabetes, dislipemia o patología cardiovascular. Al ser marcas que se heredan, lo más sorprendente no es que la alimentación de la mujer embarazada afecte a su hijo, sino también en la de sus nietos. Por eso es fundamental que en esas ventana de programación metabólica, la madre se alimente muy bien, ya que las consecuencias pueden trascender de una generación. Un ejemplo que permite ilustrarlo es la hambruna holandesa. A finales de la Segunda Guerra Mundial, Holanda vivió una gran limitación de disponibilidad de alimentos por parte de los alemanes. Así que a los hijos de las mujeres embarazadas en ese momento se les hizo un seguimiento y se vio que cuando tenían 40 o 50 años, especialmente la población femenina, presentaba una prevalencia de enfermedades muy superior a sus coetáneas que no habían pasado por esa hambruna. 

—¿De qué forma afecta una dieta sin calidad nutricional a la manera de envejecer?, ¿puede acelerar el proceso?

—Sí, la alimentación siempre tiene una influencia directa en nuestra salud, pero en la tercera edad es muy claro. Lo explico desde los dos extremos. Por un lado, un exceso de energía y nutrientes puede acelerar el envejecimiento porque, por un lado, hay una pérdida de funcionalidad de nuestro organismo lo que facilita desarrollar una diabetes o una obesidad, pero al mismo tiempo, el exceso de alimentos es un factor de riesgo para estas patologías. Es una suma de dos factores en la que se aumentan las posibilidades. En el otro lado de la balanza se encuentra una desnutrición, algo muy típico en las personas mayores. No toman suficientes micro y macronutrientes, aparece la sarcopenia, que es la pérdida de masa muscular por encima de lo que ya se considera normal durante el envejecimiento. Por lo que, si a medida que cumplimos años ya perdemos músculo, al no comer suficiente, también ocurre. Esto me aboca a desarrollar diabetes, a ser una persona frágil o a perder autonomía porque no tengo capacidad físicas de movimiento adecuados. Esto hace que mi proceso de envejecimiento se acelere y la calidad de vida sea peor. 

—Cuando se estudió la elevada presencia de centenarios entre los habitantes de Okinawa, se observó que todos tenían una restricción calórica de entre el 10 y el 15 %. ¿Por qué?

—Se han hecho bastantes estudios en modelos de animales y se ha visto que, someterlos a una restricción moderada sin déficit de nutrientes, alargaba su vida. Si bien esto es un dato muy interesante, no es algo que se pueda extrapolar a la población. No podemos dar una restricción calórica como pauta saludable porque es muy peligroso. Dicho esto, hay que reconocer que son un tipo de experimentos que muestran cómo una restricción calórica mejora el funcionamiento de muchas rutas metabólicas del organismo y, por lo contrario, un exceso de energía lo empeora. Es una línea de investigación que nos da mucha luz a este respecto. 

—Una de las líneas de investigación del Ciberobn, grupo en el que usted participa, estudia la relación entre dieta mediterránea y salud. Varios estudios muestran que en España la estamos olvidando un poco. ¿Qué tendríamos que reincorporar?

—Totalmente cierto. Somos un país de zona mediterránea, pero ahora es pseudo-mediterráneo, porque estamos incorporando muchas influencias externas que la están estropeando. Habría que volver a insistir en lo que siempre decimos. Incluir frutas y verduras en esas cinco raciones al día; recurrir a los cereales integrales que son una fuente muy importante de fibra y energía, lo que tiene muchas ventajas de cara al control glucémico. Habría que añadir legumbres, frutos secos en cantidades moderadas. Son altamente energéticos pero aumentan mucho el aporte de fibra y tienen un tipo de grasa muy cardiosaludable, así como reducir el consumo de carne. En esta dieta está presente, pero en mucha menor cantidad de la que estamos comiendo ahora. Por último, no puedo olvidarme del aceite de oliva virgen extra, ya que es uno de los pilares básicos de la dieta mediterránea. Esto no es tan fácil porque, con todo el problema económico que estamos teniendo, su precio siempre ha sido relativamente alto. Tengo claro que es fácil dar esta recomendación desde un punto de vista nutricional, pero puede que luego no todo el mundo pueda llevarlo a su lista de la compra. 

—Otra de las áreas en la que usted investiga es el estudio del papel que tienen los compuestos bioactivos en la obesidad. ¿Cuál es?

—En estudios en animales se ha puesto de manifiesto que muchos polifenoles son capaces de reducir la grasa corporal. Lo que ocurre es que este efecto no ha quedado tan claro en los estudios de intervención que se han hecho en humanos. Sin embargo, está claro que si vas a incrementar el consumo de compuestos bioactivos, también se incrementará la ingesta de frutas y verduras. Será una dieta más saludable, por lo tanto, en los grupos de personas que tengan obesidad por seguir un patrón de mala calidad, es probable que no se excedan en calorías y se mantengan en un peso mucho más adecuado. 

—Por último, ¿qué medidas considera adecuada para intervenir en los números de sobrepeso en la población? Se han intentado muchas técnicas como subir el IVA a las bebidas azucaradas o el Nutriscore. 

—Creo que sería muy importante incluir educación nutricional en la formación reglada de los niños en los colegios. Cambiar los hábitos de alimentación de una persona adulta es muy complejo, pero en un niño, que absorbe la información como esponjas, es más fácil. Esto es prevención. Luego, también se podría incrementar el número de horas de actividad física obligatoria pues ser una persona activa es tan importante como una correcta alimentación. Más allá, podría ser importante machacar con anuncios en la televisión, porque aunque lo escuchemos en segundo plano y sin prestar atención, siempre nos va calando. Finalmente, considero que, para impactar en determinados grupos de población como los adolescentes, habría que contar con influencers. Eso sí, que estuviesen formados en el tema. 

—¿La microbiota intestinal envejece también con nosotros?

—Se ha visto que está influenciada por muchas variables y una de ellas es la edad. Es decir, va cambiando conforme nos hacemos mayores, por lo que podemos decir que envejece con nosotros. Es más, en determinados puntos de la vida avanzada podemos tener una disbiosis. Con todo, luego nos encontramos con otra variable muy importante, y es que a medida que nos hacemos mayores, siempre acabamos tomando algún tipo de tratamiento. Es algo inevitable. 

Lucía Cancela
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Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.

Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.