La ciudad de los quince minutos: ¿ciudadanos encerrados o alternativa saludable?

VIDA SALUDABLE

París ha sido pionera en tratar de lograr las ciudades de 15 minutos
París ha sido pionera en tratar de lograr las ciudades de 15 minutos La Voz de la Salud

La polémica ha llegado a las redes sociales, donde se acusa al creador de este concepto de «querer encerrar» a la población

24 feb 2023 . Actualizado a las 16:08 h.

En los tiempos de la viralidad y los compartidos, donde todo se mueve tan rápido, es difícil ubicar el origen de una polémica. La Ciudad de los 15 minutos no es que sea una idea nueva. Este concepto urbanístico, que consiste en disponer de todos los servicios esenciales a una distancia de 15 minutos a pie o en bicicleta de cada ciudadano, fue la gran apuesta de Anne Hidalgo en el 2020 para ser reelegida como alcaldesa de París. Pero, ¿por qué se vuelve a hablar ahora de la Ciudad de los 15 minutos?

La publicación del libro La revolución de la proximidad (Alianza Editorial, 2023) es uno de los motivos. Su autor, Carlos Moreno, es el ideólogo de esta teoría de proximidad urbana y ha sido el asesor de la alcadesa Hidalgo en su objetivo de acercar a un cuarto de hora los servicios esenciales a los parisinos. El lanzamiento de su libro ha vuelto a agitar el árbol del urbanismo y de una vida más saludable, generando reacciones adversas. Ante los cambios, siempre surgen resistencias, y al colombiano se le ha acusado desde determinados sectores de querer 'encerrar a la gente' en burbujas dentro de la propia ciudad. Desde Telegram a Twitter, personalidades y grupos adversos a esta propuesta añadieron más madera al debate sacándose de la manga supuestos métodos que rozarían lo represivo —se habló de barreras electrónicas— para obligar a los habitantes de las ciudades a no salir de sus Ciudades de 15 minutos. Por si fuese poco visceral cualquier propuesta que intente eliminar parcialmente los coches de las calles, la polémica se volvió todavía más intestina por las comparaciones del propio Moreno entre Madrid y Barcelona en alguna entrevista, explicando que la urbe catalana lleva ventaja en esta carrera. Tanta polvareda se levantó que Carlos Moreno tuvo que aclarar que estaban surgiendo fake news que nada tenían que ver con su plan. 

¿Qué hay de cierto en estas críticas a la ciudad de los 15 minutos?, ¿es una buena idea movernos en un radio de 15 minutos?, ¿cómo mejoraría nuestra salud el hecho de disponer de todo lo que necesitamos en un radio de 15 minutos? Y lo más importante de todo, ¿es viable crear ciudades así y que sean funcionales?

La ciudad de los 15 minutos: cómo una vida sin coche mejora tu salud

¿Recuerdan el ya (casi) olvidado confinamiento con el que muchas comunidades autónomas limitaron el espacio en kilómetros cuadrados desde su casa? Por un momento, piensen. Si eso volviese a pasar, ¿cuentan con todos los servicios máximos a una distancia de, como mucho, 15 minutos? Un cuarto de hora con un objetivo claro: reducir las emisiones provocadas por los desplazamientos y mejorar la calidad de vida de sus habitantes.

Un hecho innegable es que la pandemia obligó a cambiar la forma de vivir. Con la vuelta a las calles, apreciamos (más si cabe) los paseos marítimos, los montes y las grandes avenidas con suficiente espacio para todos. Precisamente, una ciudad hecha para sus ciudadanos es una vocación que persiguen distintas administraciones desde hace ya algunos años. El ejemplo más cercano lo tenemos en Pontevedra, en la que es difícil ver un alien de cuatro ruedas (o tres, o dos) circulando por la zona centro. 

Otro ejemplo. En el 2015, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, celebrada en París, reunió a un millar de alcaldes de todo el mundo. Allí, pusieron en común todos los retos a los que debían hacer frente. La red C40 (conjunto de las grandes ciudades comprometidas contra el cambio climático) liderada por la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, puso la ciudad de los 15 minutos sobre la mesa. 

¿Qué es la ciudad de los 15 minutos?

Esta filosofía defiende que cualquier habitante de un municipio no se vea obligado a desplazarse más de un cuarto hora desde su domicilio para satisfacer sus necesidades y conseguir cualquier servicio básico. La actividad física, ya sea caminando o en bicicleta, sería el vehículo de la trayectoria. Al reducir este tipo de desplazamientos, la calidad de vida de los ciudadanos, así como la del aire que respiran, no puede hacer más que mejorar. 

Esta corriente fue creada por Carlos Moreno, catedrático de Emprendimiento, Territorio e Innovación de la Universidad de Sorbona en París y asesor urbanístico de Hidalgo, que adaptó el concepto del urbanista, Clarence Perry, La unidad vecinal de hace más de un siglo. «Esta idea ha abierto una nueva reflexión sobre el urbanismo pensado desde los usos y el papel del tiempo en nuestras vidas», destaca Moreno en la revista del Ayuntamiento de Barcelona. Para él, una ciudad solo puede ser sostenible si consigue ser justa, viable y habitable al mismo tiempo. 

El asesor de la alcaldesa de París defiende que las ciudades han sido creadas para construir una separación entre el tiempo y el espacio urbano, «con la degradación de la calidad de vida y el estrés como consecuencias». Por ello, el bienestar urbano está de su parte: «Los ciclistas y los peatones son los actores de este modelo, y sus viajes activos están en línea con los desafíos ecológicos contemporáneos», expone. 

Una filosofía que busca crear un punto de convergencia entre el tiempo, el bienestar, el espacio y la sociabilidad entre los locales de un barrio. Destacan tres de sus fundamentos:

  •  Una movilidad escogida en una ciudad multiservicios
  • Un mayor apego al lugar. «En una metrópolis densa, capaz de integrar una visión verde en su desarrollo, sus habitantes no necesitan realizar tantos viajes de escapada al exterior», explica el creador. Ello, a su vez, contribuirá a mejorar el nivel de vida social y a desarrollar vínculos con el vecindario. 
  • Por último, una mejor flexibilidad de los espacios. Cada lugar debería servir para múltiples propósitos. 

En la práctica, viene bien viajar a Francia. La calle Rivoli (París), en la actualidad solo transitada por peatones y ciclistas, se ha convertido en la viva imagen de la ciudad de los 15 minutos. Los habitantes pueden acceder a sus necesidades esenciales: colegios, supermercados, hospitales, centros culturales y centros de trabajo en un cuarto de hora. 

¿Cómo se relaciona este concepto con la salud? El autor apuesta por una reducción de la mejora de calidad de aire y de la contaminación acústica, dos claves que el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal) propone. Esta institución defiende que «nuestro bienestar, y el del planeta, dependen del diseño de las ciudades». 

La ciudad de los 15 minutos es bastante común en España, al menos, de base: «Este concepto me parece muy interesante. Pero en el fondo, salvando matices, creo que la mayoría del país vive en una ciudad de 15 minutos», precisa Javier Martínez Callejo, presidente de la Unión de Agrupaciones de Arquitectos Urbanistas. El verdadero reto se propone en las grandes urbes, como París: «Esta filosofía funciona en lugares con millones de habitantes, donde la deslocalización no hace posible vivir y tener tu centro de salud, trabajo o colegio a un cuarto de hora», explica. 

El experto habla de errores en el pasado que dificultad su pleno funcionamiento: «Hemos deslocalizado a periferias, debido al precio del sueño, y creado zonas monofuncionales de trabajo, de comercio o de residencias de baja densidad. Que si bien tienen hogares, no tienen equipamientos como comercios porque no hay mercado», detalla Martínez. Algo que sin duda «será difícil de revertir». 

Partículas en el aire, problemas en su corazón

La contaminación del aire afecta, en mayor o menor medida, desde que una persona nace. «El transporte motorizado es la principal fuente de contaminación en las ciudades. Además de la combustión, el desgaste de las ruedas y los frenos, también contribuyen a aumentar el nivel de partículas», asegura el ISGlobal. Las partículas en suspensión, una mezcla de distintos elementos como polvo o cemento, penden en el aire y suponen un factor de riesgo para pacientes de enfermedades cardiovasculares, cerebrovasculares o respiratorias.

El ozono se considera contaminante cuando de forma en la troposfera a raíz de la actividad humana y radiación solar, y en altas concentraciones pueden ocasionar un daño en la salud. Lo mismo ocurre con los óxidos de nitrógeno, que son gases tóxicos e irritantes. «El 70 % procede de los vehículos, sobre todo, de los diésel», apunta el instituto de salud. El dióxido de carbono también entra en la adecuación. Y aunque no sea perjudicial para la salud en los niveles que se respiran, «sí lo es para el medio ambiente ya que contribuye al calentamiento global». 

Contaminación acústica, el mal de no dormir

Obras, cláxones, motocicletas acelerando… Si algo ayuda a definir una ciudad es el ruido, el bullicio. Todos tienen claro que la contaminación acústica es una molestia, pero no se suele relacionar con la salud. Nada más lejos de la realidad. La Organización Mundial de la Salud considera al sonido procedente del tráfico como la segunda variable más perjudicial en Europa. Detrás de su hermana, la contaminación del aire. Por ejemplo, se asocia con estrés, trastornos del sueño, alteración del comportamiento, bajo rendimiento o deterioro cognitivo en la infancia. 

Más parques y zonas azules

El futuro es verde. Para unos un eslogan, para otros una realidad incuestionable. Lo que queda claro, es que los espacios naturales como los parques urbanos, los jardines, las calles arboladas o los bosques, «se relacionan con numerosos beneficios para la salud en personas adultas, como la reducción del estrés, vivir más o un mejor estado de salud física y mental», precisa la entidad catalana. En niños, el efecto no es menor. Se asocia con mejoras en la capacidad de la atención, en el desarrollo emocional y del comportamientos e incluso, con cambios estructurales beneficiosos en el cerebro.

Ocurre algo parecido con el azul. Espacios con fuentes, lagos, ríos o mares parecen aumentar los niveles de actividad física, lo que de por sí, repercute de forma positiva en la salud. Se acabó el cemento como paleta urbanística. 

Una ciudad que apuesta por la actividad física

El movimiento es vida. O al menos, salud. Por eso, dentro de una mejor ciudad tienen que haber cabida para soluciones que lo fomenten. Desde un transporte activo, gracias al cual el ciudadano puede caminar o ir en bicicleta a sus destino, hasta espacios públicos que lo permitan. 

Islas de calor, hasta 10 grados más de temperatura

Olas de calor que provocan islas de calor. Según el ISGlobal, «las temperaturas suelen ser más altas en las ciudades que en las zonas que las rodean». Tanto, que el termómetro puede subir hasta diez grados más. Un efecto conocido como isla de calor. Se produce sobre todo en ciudades con más de un millón de habitantes. Entre sus causas destacan:

  •  Edificios y superficies pavimentadas que absorben el calor
  • Falta de vegetación
  • Actividades humanas que generan calor
  • La forma geométrica de las ciudades. 

Así, este tipo de islas de calor están asociadas a un aumento de la mortalidad por enfermedades cardiovasculares y respiratorias, mayormente. Así, la entidad propone varias soluciones: desde mejorar el aislamiento de los edificios para depender menos del aire acondicionado, hasta el aumento de la vegetación. Más sombras, y menos temperatura abrasante.

La línea actual, que se puede ver en alguna ciudad gallega como A Coruña, es la tendencia a la peatonalización: «Se trata de perder esa supuesta comodidad que teníamos con el coche, y recurrir a la movilidad alternativa, aunque no me guste llamarla de esa manera. Realmente, es volver a andar a pie o la bicicleta, potenciando, desde luego, el transporte público», expone el urbanista.

Para que cualquier sitio sea más saludable no solo hay que atender a sus zonas públicas, sino también a la propia edificación: «Hay personas mayores que viven en pisos sin ascensor, como las típicas viviendas obreras de los 50 y 60, que no pueden bajar a la calle», protesta Javier Martínez. Les falta un paseo, un ápice de socialización y ratitos de felicidad compartidos con otros: «En ese tipo de barrios es más habitual que la esperanza de vida sea menor, y que haya más problemas cardiorrespiratorios por la simple cuestión, entre otros factores, de que no haya ascensor», señala el urbanista, que concluye: «Eso se traduce en que uno pierde la movilidad y deja de ejercitarse». Por ello, el cambio ha de caminar desde el edificio hasta los espacios públicos.