Ana Molina, dermatóloga: «En el maquillaje hay bacterias para alimentar a toda la humanidad»

Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez LA VOZ DE LA SALUD

VIDA SALUDABLE

Antonio Navarro Wijkmark

Hablamos con la especialista sobre cómo debemos cuidar nuestra piel, los peligros de la exposición solar, cúales son los principales timos que se dan en la cosmética o la caída del cabello

21 abr 2022 . Actualizado a las 16:49 h.

Ana Molina es médico experta en dermatología, tricología y estética. Ejerce como dermatóloga en el Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz (Madrid) desde hace más de doce años y es profesora de Dermatología en la Universidad Autónoma de Madrid (UAM). También se dedica a la divulgación científica a través de su cuenta de Instagram @dr.anamolina, como conferenciante y a través del podcast De piel a cabeza que presenta junto a su hermana Rosa Molina, psiquiatra y neurocientífica. Acaba de publicar Piel sana, piel bonita (Paidós, 2022), una completa guía en la que explica cómo debemos cuidar nuestra piel, cómo mantenerla saludable, cómo retrasar el envejecimiento o por qué se considera el nuevo punto G, así como las enfermedades cutáneas más frecuentes. 

—En el libro mencionas que la piel empieza a considerarse como el tercer cerebro. ¿Qué significa?

—Efectivamente. Porque ya se ha visto que toda la microbiota que habita en la superficie de nuestra piel influye mucho en nuestro salud. Primero se habló del cerebro, luego ya se empezó a hablar de toda la microbiota del intestino como el segundo cerebro, y ahora ya se ha visto que todas las bacterias saludables que habitan en nuestra piel tienen mucho impacto en nuestra salud global. Además, sabemos que la piel y el cerebro vienen de la misma capa en el embrión, el neuroectodermo que se llama, que es la capa más externa del embrión y que solo forma la piel y el cerebro. Son dos órganos que están muy relacionados y, de hecho, la única forma hoy en día de regenerar células cerebrales, es decir, de hacer tejido cerebral a partir de otras células y tejidos, es con células de la piel. Son las únicas con las que se está consiguiendo regenerar tejido nervioso. Pero más que el primer, segundo y tercer cerebro, al final es un todo. Tenemos que intentar no caer en la dualidad mente-cuerpo, sino entender que el cerebro está en todo nuestro organismo. 

—¿Es el sol lo que más daña la piel?

—Hoy en día ya sabemos que lo que más influye en nuestra salud y en nuestra piel, sobre todo en el envejecimiento, es lo que se llama exposoma. Que yo en libro —y en general— hablo de «explosoma», porque era algo que la gente no conocía y ahora ha explotado. Todo el mundo está hablando de eso. El «explosoma» son los siete factores que más contribuyen al envejecimiento de la piel y en su salud. Se sabe que el que más impacto tiene, el número uno, es ese: la radiación solar. Hasta el 70 % del envejecimiento se relaciona con la exposición solar. El segundo ya es la contaminación, que se ha visto que afecta mucho a nuestra piel. Luego ya vienen los tóxicos, como el alcohol y el tabaco. También hay que tener en cuenta la nutrición. Por ejemplo el azúcar, que nos destroza la piel. Y luego ya el estrés, la falta de sueño, el calor y la cosmética. Pero sí, el «number one» y la estrella absoluta de lo que más daña la piel es el sol. 

—Habrá quien se pregunte cuál es el equilibrio entre tomar el sol, porque es beneficioso para nuestra salud, y no dañar la piel… 

—Claro. El sol es bueno para todos los órganos del cuerpo excepto para la piel. Hay que tener eso siempre muy en mente. Los dermatólogos siempre decimos que no existe el bronceado saludable, porque es verdad que los efectos que el sol tiene en la piel son negativos. Produce inmunodepresiones, baja las defensas y por lo tanto produce cáncer de piel. y además nos envejece. Pero es cierto que los efectos del sol en el resto de órganos de nuestro son positivos. Es decir, lo necesitamos para que los huesos y músculos estén saludables, para estar felices, en el sistema nervioso, en el cardiovascular… Es que uno se pone a mirar y el sol es necesario para la vida. Por eso estos mensajes de dermatólogo, como los llamo yo, los tenemos que coger con pinzas. Hay que entender que necesitamos el sol para sintetizar vitamina D y para estar felices. Obviamente, la cara siempre protegerla, porque eso sí que no es negociable, hay que hacerlo siempre porque no hacerlo, nos lleva a envejecer rápidamente. Todos los días deberíamos intentar tomar 15 minutos de sol sin que haya un cristal de por medio, sin aplicar protector solar y en una hora que haya sol para sintetizar vitamina D. Al final, es encontrar el equilibrio. 

—También hablas sobre las cabinas de bronceado. La gente sabe que son malas, pero sigue yendo. ¿Crees que no se conocen bien los riesgos o que la gente en la balanza entre estar moreno y la salud, sigue optando por el primero?

—El problema es que el moreno sigue estando de moda. Cuando uno mira Google Trends, que es la herramienta de Google para saber lo que la gente está buscando, la gente sigue buscando «cómo estar moreno». Seguimos identificando moreno con belleza y eso no ha cambiado. De hecho, sigue al alza. La gente quiere estar morena y lo identifica con estar más guapa. Lo que sí ha mejorado, es que cuando miras las mismas curvas de Google Trends y pones «cabinas de bronceado», la curva, y por lo tanto el interés por ellas, ha disminuído. Esto quiere decir que la gente sí que empieza a entender el mensaje de que hay que estar moreno, porque se sigue identificando con estar más guapo, pero hay que conseguirlo mediante otras estrategias que desde luego no sean meterse en una cabina de bronceado. Hay muchos países como Francia en los que ya se iniciado una legislación para prohibirlas y yo siempre digo que en las cabinas de bronceado, igual que en las cajetillas de tabaco se ha puesto «esto mata», «esto es malo para tu salud» o «esto es malo para tu pulmón», debería de haber un cartel gigante que dijera «esto mata», «esto provoca cáncer de piel» y «esto es malo para tu salud». Porque la gente lo ve como solarium y centro de belleza, pero no, eso no es belleza, al revés. No hay nada menos bello que una piel que no está sana. De hecho, el título del libro viene por ahí. Cuando contemplamos una piel bonita, lo que estamos contemplando es una piel sana y salud. Pero bueno, algo hemos avanzado. Yo creo que las van acabar prohibiendo en España y la asociación de dermatología a nivel internacional tiene muchas campañas activas para intentar prohibir las cabinas de bronceado. 

—Hay muchos productos cosméticos para la piel con grandes reclamos. ¿Cuáles son los principales timos que se dan en el ámbito de la cosmética?

—Uno de los principales es el tiempo. La mayoría de los anuncios, si te fijas, son del tipo: «borra tus arrugas en siete días». Te están mintiendo. El tiempo mínimo para empezar a ver resultados son 30 días porque la capa más externa de nuestra piel tarda ese tiempo en renovarse. Como la menstruación. Entonces, sin que pasen como mínimo esos días, no va a hacer nada. Además de que un producto cosmético necesita mucho más tiempo para hacer efecto, entre tres y seis meses. 

Luego también hay mucho márketing del miedo: «sin parabenos», «libre de sulfatos», «libre de siliconas»… Los parabenos, las siliconas y los sulfatos, son seguros y no es más que márketing del miedo. Todos los ingredientes cosméticos comercializados están puestos por algo y por eso existe una regulación tan estricta a nivel europeo y a nivel internacional que regula los tóxicos de los cosméticos. Es decir, que si tú estás comprando un cosmético en una farmacia, supermercado o en cualquier superficie, puedes estar tranquilo porque te lo puedes poner con toda seguridad, no se necesitan esos reclamos cosméticos. 

Y luego también se usa mucho el de «testado por dermatólogos», que nos da mucha rabia. Porque claro, muchas veces lo ponen, y no es que los dermatológos hayan hecho estudios de eficacia, simplemente que se han hecho test de tolerancia cutánea y que esos cosméticos son seguros, pero no equivale a eficacia. Para que realmente exista esta, tiene que haber unos ensayos clínicos detrás con un número de individuos, midiendo unos ciertos parámetros. Se usa mucho este reclamo refiriéndose a que lo han probado un cierto número de pacientes bajo la supervisión de un dermatólogo para demostrar que es seguro, pero esto no es igual a que sea eficaz. 

Sobre lo de los cosméticos «naturales», es una pena. Porque se le atribuyen unos beneficios como que va a ser más sostenible, cuando no tiene por qué, o que va a ser más saludable para nuestra piel, cuando no tiene por qué. Es una pena porque se usa lo natural para todo y es un problemón porque es algo que aún tenemos que regular bien. Se está intentando, pero hay tantos certificados de cosmética natural y orgánica que está costando mucho. Porque al final la cosmética natural también se sintetiza en un laboratorio, también tiene química detrás, y no por ser natural va a ser mejor. 

—Lo que sí tienen los cosméticos es fecha de caducidad y es algo en lo que a lo mejor no nos fijamos demasiado. ¿Cuáles son sus riesgos?

—Lo primero, que cuando nos compramos un cosmético tenemos que fijarnos en dos fechas de caducidad diferentes. Con la alimentación es un tema que entendemos muy bien, pero con los cosmético es más díficil ver las alteraciones, porque no huelen tan rápido mal ni se desestructuran como la comida. Hay que fijarse en la fecha de caducidad, que viene representada por el símbolo del reloj de arena y en la fecha de caducidad una vez abierto el envase que viene representado por el PAO. Incluso recomiendo, si es posible, apuntar la fecha en la que hemos abierto ese cosmético, porque muchas veces no te acuerdas si lo abriste en junio o en abril. Y respetarlo, porque sino, corres el riesgo de infecciones, de alergias o de que no te sirva de nada. A lo mejor pierdes el tiempo aplicándote un sérum con antioxidantes, que además son bien caros, y el antioxidante ya no tiene nada eficacia y ya no te está sirviendo de nada. Donde más se nota esto y donde más lo vemos es con el maquillaje. La gente tiene paletas de sombras de ojos desde hace años y las sigue usando. Yo le llamo el festival de la microbiota porque ahí hay bacterias para alimentar a toda la humanidad. El maquillaje es donde mas nos cuesta. De hecho los estudios científicos han demostrado que casi el 90 % de las españolas tienen maquillaje caducado en su cuarto de baño. Por eso recomendamos mucho tenerlo en cuenta y sobre todo, comprarlo más pequeño. No comprarte una paleta de cuarenta colores, sino de los cuatro colores que uses para que cuando los gastes las puedas renovar. Y sobre todo, tener mucho cuidado con todo lo que se aplica en los ojos y en los labios porque puedes producir infecciones. Las máscaras de pestañas una vez abiertas, cada tres o seis meses, hay que cambiarlas. Esto la gente no lo entiende. Y luego ya no hablemos de compartir maquillaje, que eso ya es otra. 

—También preocupa mucho la caída del cabello, tanto en mujeres como en hombres. ¿Se puede frenar?

—Aquí la respuesta es ambigua, porque claro, depende de la causa. Nosotros dividimos las alopecias en permanentes y no permanentes. Claro que una alopecia no permanente, más que frenar, se puede solucionar. En las mujeres, es muy frecuente por falta de hierro. Haces una analítica, ves que esa chica está perdiendo mucho hierro y que por eso se le cae el pelo, la suplementas y se soluciona. Una alopecia por estrés, normalmente cuando este cede, la alopecia vuelve a su ser. Al igual que las alopecias por covid, que un vez se cura la enfermedad, los pacientes vuelven a estar bien. Y luego ya están las alopecias permanentes, en las que el folículo piloso desaparece y se cambia por una cicatriz. Ahí ya no queda otra que hacer un trasplante u otro tipo de soluciones como pelucas o sistemas de integración capilar. Las alopecias hay que individualizar mucho en cada caso y sobre todo, ver la causa. Porque hay tantos tipos de alopecia que es importante ver cuál es. Lo que sí, no podemos dejarnos llevar por los reclamos de «champú anticaída» o «vitaminas milagrosas», que todo el mundo recurre a ambos cuando se le empieza a caer el pelo y no sirven para nada. A un champú, en el tiempo en que está en contacto con tu cuero cabelludo, no le da tiempo de hacer ningún efecto sobre tu pelo y la mayoría de vitaminas y complementos alimenticios que venden para el pelo y uñas, si no hay una carencia de nutrientes, no van a servir para nada. 

—Ahora la gente empieza a recurrir a más tratamientos en cuanto nota, o sabe por tema hereditario, que le va a caer el pelo. ¿Crees que se empieza a normalizar la alopecia?

—Sí. La alopecia androgenética, que es la calvicie común, se llama así porque sucede sobre todo en varones y está genéticamente determinado a qué edad comienza. Aunque en realidad, la van a desarrollar todos más tarde o más temprano. No se considera una enfermedad, es un proceso fisiológico por el que van a pasar todos los hombres. Solo que si empiezas a pasar por la alopecia a los 15, a los 20 estás calvo. En cambio si empiezas a los 90, es como si no lo hubieras desarrollado. Sí que es verdad que antiguamente generaba mucho pudor y muy pocos pacientes consultaban. Pero hoy en día, no. Los hombres empiezan a compartir más estos trucos de belleza y a consultar qué pueden hacer para que no se les caiga el pelo. Hay determinados medicamentos para la alopecia que van fenomenal y sino, el trasplante. Consultan a tiempo, porque saben que tienen que consultar antes. Y se nota un avance brutal en que ahora ya no resignan en «mi padre era calvo, entonces yo también y ya no queda nada por hacer», como venían antes. Consultan prácticamente cuando son jóvenes, se hacen estudios del cabello para ver si han empezado a desarrollar la alopecia o no, cuándo y cómo tienen que tratarse, dónde… Ha mejorado mucho ese campo. 

—Una de las principales razones por las que visitamos el dermatólogo son los lunares. ¿Cuándo debemos preocuparnos?

—Siempre digo que una visita al derma al año, no hace daño. Y luego también, explorarnos habitualmente nosotros y dejar que nuestra pareja también lo haga. Porque se ha visto que las parejas, sobre todo las mujeres a los hombres, diagnostican muchos cánceres de piel. La regla más famosa es la del ABCDE, que indica lo que nos tiene que llamar la atención. La A de asimetría, es decir, un lunar que de repente se vuelve asimétrico o que sus bordes (B) son muy llamativos y regulares. La C de color, un lunar que tienen color rojo, blanco, negro… eso hay que preocuparse. La D de diámetro, que empieza a crecer y que es muy grande, eso también nos tiene que alterar. También la E de evolución: un lunar que nunca te ha dado problemas y que de repente te empieza a picar, doler o molestar. Esta regla tan sencilla nos sirve mucho, incluso en los niños. Pero luego en general, hay muchos pacientes que tienen millones de lunares y por mucho que ellos se miren, va a ser muy difícil. Para ellos tenemos los famosos mapas de lunares que hacemos en consulta. Monitorizamos microscópicamente lunar por lunar con un aparato que nos permite saber si hay cambios. Es muy útil y ha cambiado drásticamente el diagnóstico del melanoma y la prevención del mismo.

—¿Qué impacto tienen en la piel las relaciones sexuales?

—Es una relación muy bilateral. Por un lado, cuando tenemos relaciones sexuales nuestra piel se ve mejor. Tienen que ser relaciones sexuales mantenidas, no por una noche de pasión al día siguiente vas a tener una piel estupenda. A lo mejor sí, pero no va ser un efecto prolongado. Es verdad que como las relaciones sexuales generan endorfinas como dopamina y oxitocina, todas esas hormonas tienen un impacto en la piel. Y si son relaciones frecuentes, mantenidas, tu piel se va a ver más bonita, luminosa y saludable. Pero con lo que yo me quedaría de las relaciones sexuales y piel es más bien a la inversa: la importancia tan brutal que tiene la piel en las relaciones sexuales. Mucha gente dice que es el nuevo punto G o que es el órgano sexual más importante del cuerpo. Puede que no sea el más importante, pero sí el más grande. Está lleno de zonas erógenas que todos deberíamos conocer. El mapa de zonas erógenas son zonas de la piel que tienen mayor acúmulo de terminaciones nerviosas y que nos pueden dar más placer, como el cuello, los labios, detrás de las orejas o el pubis… hay mogollón y son diferentes para cada uno. La piel es súper importante y a veces se nos olvida. Cuando pensamos en relaciones sexuales, pensamos en el «aquí te pillo, aquí te mato» y en los genitales, pero se nos olvida que casi todos queremos tener relaciones por ese contacto piel con piel. Aunque cada vez se le está dando más valor. No solo las mamás con sus bebés, también dos personas que se quieren. Al final eso es lo que fomenta el apego a largo plazo, contribuyendo al amor de pareja y a estabilizar una relación. Es súper necesario, así que a la gente hay que decirle que no duerma en pijama, que duerma piel con piel con su pareja. Y sobre todo, que dediquen mucho tiempo a la piel en las relaciones sexuales. 

 —El libro se titula: piel sana, piel bonita. ¿Qué consejo darías para conseguirla?

—Entender que cuando contemplas una piel bonita y belleza, lo que estás contemplando es salud. Mi mensaje sería: no te obsesiones con conseguir una piel bonita o con el mensaje de la belleza, sino con el mensaje de la salud. Porque lo que pone tu piel saludable, como protegerla del sol y la contaminación, utilizar una rutina cosmética adecuada, hacer deporte o manejar el estrés, es lo que realmente te va a proporcionar belleza. Cambiar el chip y centrarnos en la salud, porque de esa forma va ser la piel más bonita del mundo. 

Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez Lorenzo

De Noia, A Coruña (1997). Graduada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela, me especialicé en nuevas narrativas en el MPXA. Después de trabajar en la edición local de La Voz de Galicia en Santiago, me embarco en esta nueva aventura para escribir sobre nuestro bien más preciado: la salud.

De Noia, A Coruña (1997). Graduada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela, me especialicé en nuevas narrativas en el MPXA. Después de trabajar en la edición local de La Voz de Galicia en Santiago, me embarco en esta nueva aventura para escribir sobre nuestro bien más preciado: la salud.