Melisa Gómez, nutricionista infantil: «Cuando el bebé empieza a comer, es mejor ponerle una o dos cucharadas en el plato»
LA TRIBU
La experta, que publica un libro con el chef y asesor Juan Llorca, señala que a un niño «hay que dejarle comer, no caer en una hipervigilancia de todo lo que está haciendo»
05 dic 2024 . Actualizado a las 17:50 h.El inicio de la alimentación complementaria es confusa para muchas familias. Qué ofrecer, cuánto dar y en qué orden son las grandes preocupaciones de padres y madres. Melisa Gómez, dietista-nutricionista especialista en nutrición clínica en pediatría recoge el paso a paso de esta etapa en el libro Con 2 dientes y a bocados (Vergara), junto al chef y asesor Juan Llorca.
—¿Qué suele causar más dudas en las familias a la hora de preparar el menú de sus hijos?
—Fíjate, estas suelen aparecer según las edades y se suelen repetir bastante. Entre los seis y doce meses, me preguntan si el peque está realmente listo para empezar con la alimentación complementaria o no. Después, como comen muy poquito porque están probando, les hace dudar de si será suficiente. De hecho, las preguntas sobre cantidades se mantienen en los primeros años de vida. También está el tema de cómo combinar los alimentos y de cuánto esperar para introducir los posibles alérgenos, o cómo saber si un alimento no es tolerado por el bebé. A medida que van creciendo, aparecen dudas sobre el consumo de lácteos, qué tipo de leche ofrecer, y volvemos al tema de cantidades y del rechazo a más alimentos.
—¿Cuáles son las señales que mandan los niños acerca de las cantidades?
—Hay varias señales sin entrar en condiciones especiales. En población general, los niños tienen un sistema innato de autorregulación que funciona increíble. De hecho siempre remitimos a las familias a pensar en la lactancia materna donde la recomendación es que sea a demanda. Es decir, que cuando ellos no quieren más suelten el pecho o el biberón haciendo saber que han tenido suficiente. Con la alimentación sucede lo mismo. Nosotros ofrecemos una determinada cantidad, preferiblemente una o dos cucharadas para que vean poquito en el plato, y según vaya terminando, le ponemos más hasta que él o ella nos haga saber que ha alcanzado su saciedad. Esto lo hacen quitando la carita, o apartando el plato o la cuchara. Así, dentro de dos o tres horas le podemos ofrecer otra vez. Lo que pasa es que, muchas veces, cuando el niño da un bocado o dos y para él es suficiente, las familias se angustian.
—A veces no se deja que el bebé sea quien guíe este proceso.
—Claro, y hay que saber leer lo que nos dicen. A veces siento que durante esta etapa, para sentirnos tranquilos con la cantidad que le damos, se fuerzan estas señales de autorregulación. Hay que entender que a un bebé le pasa como a un adulto, que también pueden comer más de lo que necesitan. Esto es como cuando vamos al cine con palomitas o como en las comidas de navidad, que estamos entretenidos y acabamos comiendo de más, sin escuchar a nuestro cuerpo. Pues los niños tienen este instinto muy sensible y le hacen muchísimo caso, pero si con el tiempo vamos forzándoles, poniendo distractores como los dibujitos, hacemos que dejen de reconocer todas esas señales. Si las respetásemos como cuidadores, tendríamos adultos muy saludables en este sentido, que comerán cuando tengan hambre, y no lo harán cuando no la tengan.
—¿Cómo debe ser la estructura al sentarse en la mesa?
—Lo ideal —aunque luego cada familia encontrará lo que funcione para ellos— es evitar los distractores y aprovechar, siempre que sea posible, el momento tan bonito que se puede dar. El hecho de sentarlo en una trona, pegarlo a la mesa nuestra, servirnos la comida y compartirla todos juntos. Hay que dejarle comer, no caer en una hipervigilancia de todo lo que está haciendo. En este sentido, se habla mucho del término como de micromanaging, de gestionarle todo: lo que coge, si no lo coge, si lo toca, si no lo toca. El enfoque sería sentarnos, que tenga esa comida en el plato, y que él pueda explorarlo a su ritmo disfrutando de un momento en familia. El valor de compartir este momento se ha visto que funciona mucho mejor que estar pendiente de que se lo coma todo, o de jugar con él.
—¿Qué es el «baby led weaning»?
—Hay muchas definiciones. Se puede traducir como la alimentación autorregulada o guiada por el bebé. No es el adulto el que marca el ritmo con la cuchara, la típica imagen en la que el bebé está tragando y ya tiene la siguiente cucharada delante. Es él mismo, con sus habilidades, el que va cogiendo los alimentos con su mano y se los lleva a la boca. Esto va a permitir que coma la cantidad que quiera. El formato en el que se ofrece cada alimento es de forma individual, a diferencia de los triturados, que se mezclan. También se juega con otras texturas, como sólidos blandos normalmente. Se toma un trozo de brócoli o de sandía, sin apenas dientes, en su forma más natural.
—¿Qué beneficios presenta este método en comparación al tradicional puré?
—Por un lado, permite que vayan reconociendo desde el inicio de la alimentación diferentes texturas, colores y sabores; en los purés, en cambio, mezclan varios alimentos y no les permite conocer el sabor por sabor. La variedad de texturas permite que tengan menos dificultad a la hora de seguir una alimentación variada en el futuro, que no nos pongan tantas trabas a la hora de aceptar diferentes frutas o vegetales porque ya las han descubierto a su ritmo. Por otro lado, evita la sobrealimentación. Cuando le vamos dando con la cuchara, al final, el bebé tiene un rol muy pasivo. Solo abre la boca y traga, básicamente. En esta situación es muy fácil que se pueda exceder. Con el baby led weaning, como es él o ella quien coge la comida, se relaciona con una menor posibilidad de sobrealimentación. Y, como tercer punto, se potencian las comidas en familia y nos ayuda a crear este buen hábito desde el comienzo. Hay estudios que dicen que el bebé es más explorador a la hora de comer, por ejemplo.
—¿Cuándo se puede dar el paso hacia la alimentación complementaria?
—Si cumple con ciertos hitos del desarrollo, como son que se mantenga erguido sin dificultad, es decir, que pueda sostener su cuello y espada, sin irse de lado; que coordine la mano con el ojo y la boca para poder llevar las cosas a la boca sin dificultad; que muestre interés en lo que nosotros estamos comiendo, y otro requisito, que todavía está en revisión, es que haya perdido el reflejo de extrusión. Sin embargo, una cosa que quería dejar claro es que la mayoría de estos hitos se dan a los seis, seis y medio o incluso siete meses. Y el problema es que los permisos de paternidad y maternidad no siempre permiten que la familia espere hasta ese momento y este proceso se adelanta por nuestras necesidades, y no tanto porque le bebé esté preparado.
«Cuando el bebé aparta la cara, los padres lo persiguen con la cuchara de la comida. Eso es un error»
—¿Se puede mezclar sólido con purés?
—Sí, totalmente. De hecho, en el libro recogemos este escenario, porque es algo que le pasa a las familias. Piensan que para hacer baby led weaning siempre tiene que ser sólido y no es así. Realmente, el nombre quiere decir que es el bebé el que se lleva la comida a la boca, pero en ningún lugar se especifica que tenga que ser sólido. Por eso, se puede combinar. En el libro damos el ejemplo de preparaciones como gachas de avena, que es una preparación bastante grumosa pero más triturada que algo sólido, también ponemos algún puré o un hummus. Y para este tipo de textura, existe un tipo de cuchara especial que ellos pueden agarrar con la mano y llevársela a la boca, o que el propio cuidador se le acerque y el bebé complete el movimiento. Hay muchas formas. Lo único importante es que se respete las señales de saciedad. Precisamente, lo que suele pasar es que cuando le bebé aparta la cara, lo perseguimos con la cuchara, le ponemos unos dibujos o jugamos con él.
—¿Se suele caer en el error de forzar al niño a comer de más, por medio, en ocasiones, de dulce?
—Muchas personas tienen estas ideas preconcebidas de que a un niño le va a gustar más algo dulce. De hecho, nos pasa mucho con la fruta, que le ponen azúcar, y vemos la fresa con azúcar, por ejemplo. Pero esta idea que tenemos es un juicio que se basa en nuestro gusto, realmente, el niño es un lienzo en blanco. Se ve que el brócoli, que a muchos adultos nos parece un alimento menos agradable, para los niños es un alimento nuevo y resulta muy emocionante. De todas formas, si queremos ofrecer algo más dulce, tenemos las frutas, que son maravillosas en ese sentido, y sino podemos hacer unas galletas caseras. Pero claro, hay que entender que culturalmente, está la idea de que si un niño no come aparezca el miedo de que le va a pasar algo, se va a enfermar o no va a crecer bien.
—Con la presencia de los sólidos, aparece el miedo al atragantamiento. ¿Este forma de alimentarse aumenta el riesgo?
—Primero, aunque sea sentido común, no viene mal recordar que hay alimentos que, por las características que tiene, no se puede ofrecer entero. Por ejemplo, una manzana. ¿Qué se hace? Se raya, se pone al vapor, al horno, en un puré, como quieras. Pero, no la podemos dar entera. Lo mismo con las uvas, con los tomates cherrys, con las fresas, con cualquier alimento que sea esférico. Realmente, es increíble lo equipados que están los bebés para aprender este proceso. De hecho, si no se siente listo para tragar este alimento o si se le va algún trocito, ese alimento va a volver. Es decir, o lo vomitan, o lo devuelven, o hacen arcadas. Pero el niño está preparado para poder enfrentarse a ese momento.
—¿Cómo se organiza la introducción de alimentos?
—No hay un primer alimento como tal, que se haya encontrado como fundamental para probar primero. Pero tiene sentido que empecemos por alimentos ricos en hierro, porque es uno de los motivos por los cuales empezamos a dar comedia diferente de la lactancia. Si la familia es omnívora, puedes empezar con pollo, con carne picada se puede hacer algo de boloñesa y mezclarla con pasta, una hamburguesa, por ejemplo. Y si no comen carne, las lentejas son geniales para probar. Mucha gente espera hasta los ocho o nueve meses para probar las legumbres, y realmente no es necesario. Eso sí, si les damos alubias, por ejemplo, como son muy pequeñas no las van a poder coger y es necesario dárselas en una hamburguesa. Los alimentos que funcionan bien son el arbolito de brócoli, o la judía verde, porque la agarran fácil y la van chupando, explorando ese sabor y textura nueva.
—¿Cuáles no?
—La leche entera no se puede dar antes del año, no se puede dar miel por el riesgo de botulismo, ni espinacas ni acelgas, por el tema de los nitratos. Y también está la recomendación para los pescados de gran tamaño, que son el emperador, el lucio, el tiburón y el atún rojo, por lo que este tipo de pescados es mejor evitarlos. Pero a los seis meses pueden cualquier otro; en el grupo de frutas no hay nada que evitar, sino modificar por el tema de atragantamiento, cremas de frutos secos. Y el orden, el que cada familia considere, teniendo en cuenta que cada día probamos un alimento nuevo, y si hay un alérgeno (como el gluten o los frutos secos) debemos esperar tres días para saber que ese alimento, que es un poco más complicado de tolerar, se está tolerando bien. Es muy complicado ver una alergia a una patata, o a un calabacín. Por eso podemos probar uno cada día. Pero con el huevo, ya que las alergias al huevo son muy frecuentes, esperamos tres días. Lo podemos tomar en diferentes formas, tipo un huevo cocido, una tortita, y si al tercer día, no vemos una reacción, se entiende que el niño tolera ese alimento y al cuarto día lo podemos mezclar con otra cosa que queramos.