Jesús Eirís, neuropediatra: «Los dolores de cabeza en niños son mucho más frecuentes de lo que la gente puede imaginar»

Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez LA VOZ DE LA SALUD

LA TRIBU

PACO RODRÍGUEZ

El especialista explica que sufrir migrañas en edad pediátrica no implica que esta se tenga que padecer también en la adulta

12 jun 2023 . Actualizado a las 20:02 h.

Los dolores de cabeza son más frecuentes de lo que pensamos en edades pediátricas. Aunque muchas veces suelen ser leves, un porcentaje de ellos representan dolencias que pueden resultar muy incapacitantes para los más pequeños. Es el caso de la migraña, que, en palabras de Jesús Manuel Eirís, neurólogo pediátrico del Complexo Hospitalario Universitario de Santiago (CHUS), es una de las patologías que más se ve en consulta. Hablamos con él sobre sus características, pero también de muchos otros dolores de cabeza (y sus posibles causas) que pueden darse en la infancia. 

—¿Cuando es preocupante un dolor de cabeza en niños?

—En general, los dolores de cabeza en niños son bastante frecuentes, mucho más de lo que se puede imaginar. Incluso hay formas que sabemos que empiezan en los primeros meses de vida. Lo que sucede es que en ese momento no podemos tener, obviamente, datos concretos. Pero a medida que va creciendo el niño, vemos que aquello que le ocurría de pequeño, realmente era ya un dolor de cabeza. En general son problemas banales y ocurren en relación con cualquier proceso. Entre los más habituales, la fiebre. Los niños tienen muchos procesos febriles, ya sea por amigdalitis, otitis o una bronquitis, por ejemplo y, además, es habitual que este se acompañe de dolor de cabeza. Eso no nos suele preocupar. Si bien en el otro extremo, también tenemos niños que tienen problemas cerebrales. Lo que siempre está en la mente de los padres es que tengan un tumor. Es muy improbable, pero lógicamente existen, por eso debemos saber una serie de datos de alerta que nos orienten sobre cuándo tenemos que ir un poco más allá y pensar si ese dolor de cabeza puede corresponder a una causa que sea preocupante.

—¿Cuáles son esos signos de alerta?

—Por ejemplo, un dolor de cabeza que tiene un patrón determinado y este va cambiando, se va agravando, haciendo más intenso, más frecuente. Eso nos debe de alertar sobre la posibilidad de que exista algún problema de fondo. O uno en el que, cuando examinamos al niño, vemos que tiene algún problema o alteración en la exploración. Observamos que existe alguna asimetría, unos reflejos que no son, digamos, simétricos, o una alteración de la fuerza. Es decir, algún dato que llamamos de focalidad neurológica. 

Luego, aquellos dolores de cabeza que tienen lugar a primera hora de la mañana o en alguna localización especial, por ejemplo, en la parte de atrás de la cabeza, aunque muchas veces pueden ser banales, tenemos que tener un poco más de precaución porque pueden anunciar también el signo de alerta de un problema mayor. Dolores de cabeza que, por ejemplo, ocurren cuando un niño hace un esfuerzo. Lo que llamamos maniobra de Valsalva. Cuando tose, cuando está en el baño haciendo una deposición, cuando hace alguna presión y aparece dolor de cabeza en ese momento. También en el contexto de una infección, hay que valorar otros datos. Por ejemplo, un niño que tiene fiebre y que puede tener una meningitis, una encefalitis, tenemos siempre que valorar una serie de aspectos que son los que nos van a saber delimitar lo más frecuente y lo más banal, de los pocos casos en que exista un problema de fondo, que obviamente hay que tratar de manera diferente. 

—¿Y si el dolor no se va cuando se le administra algún fármaco?

—En general la mayoría de los dolores de cabeza tienen múltiples causas. Solamente con decir que la clasificación de dolores de cabeza tiene cientos de páginas, ya nos hacemos una idea de lo que estamos hablando. Lo que es aliviar la molestia se puede hacer con cualquier fármaco que utilizamos habitualmente. Suelen ser los mismos que prescribimos también para bajar la fiebre: tanto el paracetamol como el ibuprofeno, que son los más habituales y eficaces. No obstante, a veces no tiene nada que ver la respuesta a un tratamiento con la causa que origina el dolor. 

—¿Cómo de frecuente suele ser que un dolor de cabeza en niños sea una migraña?

—Diría que es lo más habitual, quitando los dolores de cabeza que llamamos agudos. Estos últimos se dan en el contexto de una fiebre. Muchos niños, como las tienen repetidas, pueden tener dolor de cabeza que acompaña a la tos y moco, a un constipado. Pero la migraña es uno de los exponentes principales de lo que llamamos cefaleas primarias. Es decir, que no son debidas a otra cosa, sino que, por sí mismas, constituyen una forma típica de dolor de cabeza. Son muy frecuentes y tienen un componente familiar. A veces nos encontramos que en hermanos, padres u otros familiares también se dan. Es uno de los procesos más habituales que vemos. En algunas series que evalúan prevalencias de dolor de cabeza, se han documentado que hasta un 15 % por debajo de los 15 años ha tenido episodios de dolores de cabeza de forma repetida y, muchos de ellos, se corresponden con migrañas. 

—Al igual que en los adultos, ¿la migraña puede ser con aura o sin ella?

—Sí, exactamente igual. En los niños muy pequeños ya nos comentan que, en general, un poco antes del dolor aparecen otras manifestaciones que pueden ser visuales o de otro tipo. Ven como unas sombras o un poco borroso, como si vieran a través de un cristal que está sucio. A veces visualizan puntitos o incluso dibujan líneas quebradas u onduladas. Todo eso es lo que llamamos aura visual y es la más frecuente. Pero puede haber otras, como alteraciones de la sensibilidad en alguna parte del cuerpo o de la cara, dificultades para hablar, incluso pérdida de fuerza, etcétera. Es decir, es muy variable. 

—¿Cómo diagnosticar cuando el niño aún no es capaz de contar lo que le sucede?

—Lo más habitual es que él mismo lo cuente. Hablamos de niños que es habitual que empiecen a tener dolores de cabeza a partir de los cinco, seis o siete años, aunque es verdad que pueden ser más precoces. Por eso, salvo que ese niño tenga algún problema de desarrollo que no pueda comunicarse, normalmente siempre va a decir que le duele la cabeza. Muchas veces nos dibujan su dolor de cabeza. Y son muy orientativos, porque dibujan una cabeza y al lado un martillo o un rayo, o a alguien que les estuviera presionando la cabeza. Los niños son muy comunicativos y nos suelen transmitir bastante bien cómo es su dolor. En otras ocasiones, se pueden apreciar manifestaciones que son típicas de dolor, como llevarse las manos a la cabeza. A lo mejor están decaídos, tienen náuseas, vómitos. Y nos estamos poniendo en el caso de un niño de que no podamos tener esa información que nos pueda transmitir verbalmente. En general, no se nos plantea demasiado problema.

—Entonces el dolor de cabeza puede ir acompañado de otros síntomas. 

—Sí, el dolor de cabeza es el síntoma principal. En un niño que esté sufriendo una migraña, al principio se va a sentir mal. Con una sensación como de debilidad o sensación de náuseas, la persona que lo ve se da cuenta de que tiene mala cara, puede estar pálido, ojeroso. Cuando vienen los vómitos, claro, son muy recurrentes y muy mantenidos y eso crea gran incomodidad. En general, no es solo el dolor, sino otras cosas. Por ejemplo, es muy habitual que les moleste mucho la luz o el ruido, como los adultos. Por eso en ese momento quieren estar solos, acostarse, se tapan, apagan la luz y optan por un entorno que tenga muy poco estímulo. El dolor de cabeza no es más que el síntoma principal, pero hay muchos otros. Incluso pérdida de apetito o que este se vea aumentado. Existen signos muy curiosos dentro de todo esto. 

—¿Existen posibles desencadenantes de este tipo de dolor, al igual que se habla en las migrañas de adultos?

—Sí. La persona migrañosa puede tener episodios de migraña de una manera en la que no sepamos identificar ningún precipitante. Pero en muchas otras ocasiones sí los vemos claramente. Por ejemplo, los cambios de hábitos de vida, el dormir poco, incluso una alimentación que sea irregular, como que no lleve un patrón de desayuno, comida y cena y que haya, por el motivo que sea, cambios en esa rutina. El descansar mal, también. Pero sobre todo, situaciones de estrés y esto en los niños es algo que puede estar a la orden del día. Por ejemplo, con la presión escolar. Hay que tener en cuenta que existe una gran relación entre lo que llamamos comorbilidad en trastos del aprendizaje, en especial, en el TDAH, y la migraña. De manera que un niño que tenga un trastorno de este tipo, con problemas escolares y que no se concentre, toda la ansiedad que genera esa situación, si es migrañoso es como alimentar, de alguna forma, las posibilidades de que tenga episodios. El estrés, ya sea académico o psicosocial, porque vivimos en un mundo en el que hay muchos niños que tienen ansiedad por diferentes motivos, como el acoso escolar. Todo eso, en un cerebro migrañoso, le estamos dando un montón de precipitantes.

—¿Cómo se puede abordar la migraña en este tipo de edades?

—Existen varios enfoques. Inicialmente, todo pasa por intentar modificar un poco el entorno de vida, el hábito donde se mueve un niño y si encontramos que puede haber algún factor que, de alguna forma, contribuya a esto. Es decir, posibles precipitantes. De poco vale que intentemos tratar a un niño con una migraña que el factor principal es que tenga un problema de aprendizaje. Si no resolvemos eso, va a seguir teniendo migrañas igual. Le pueda ir mejor o peor, pero no estamos abordando lo que es el elemento de fondo que le está manteniendo. Es relativamente frecuente un cuadro de acoso escolar en el que el niño no lo va a decir y se tarda mucho en reconocerlo y, toda esa sensación de miedo, ansiedad y rechazo es como algo que atenaza a uno y que si no es migrañoso, aflora enseguida en un dolor de cabeza. Ahí, lógicamente tiene que ser basada de forma especial a identificar y eliminar, en la medida de lo posible, todos esos factores que desencadenan o contribuyen. Además, existen fármacos para el dolor de cabeza en sí mismo, para los episodios, así como tratamientos que prescribimos intentando que el número de episodios de dolor de cabeza sea el menor posible, lo que llamamos preventivos. 

—¿Qué tener en cuenta a la hora de prescribir este tratamiento farmacológico?

—Ahí le damos toda una serie de normas. Por ejemplo, es algo muy habitual que nos digan que no les va bien el medicamento. Cuando indagamos un poco la razón, lo que suele suceder es que lo toman de forma tardía y, por eso, les aconsejamos que lo hagan nada más se inicie el dolor. Que tomen el analgésico que se les ha recomendado. Si está en el colegio, que se le permita salir un momento, en un sitio en el que pueda estar un rato tranquilo y, a ser posible, con poco ruido y poca luz para que pueda descansar un rato. Si está en casa, que se acueste en cama con la luz apagada habiendo tomado previamente el fármaco. Y luego, claro, depende todo mucho de cómo sea cada dolor de cabeza, porque hay niños que en el momento que aparece la molestia ya tienen vómito. Con lo cual, cualquier analgésico que le demos por vía oral lo va a vomitar y no va a ser útil. En ese caso buscamos alternativas, lo que llamamos triptanes, que son fármacos que se aplican como una especie de puf por la nariz. Tenemos que individualizarlo siempre mucho y eso lo podremos hacer cuando sepamos las características concretas de cada niño y van a ser diferentes entre sí. 

 —¿Si un niño sufre esta migraña en edad pediátrica quiere decir que la va a sufrir también de adulto?

—No necesariamente. Algunos migrañosos de adultos lo fueron en edad pediátrica, otros empezaron en la adultez. También hay que tener en cuenta que existen niños que tienen migrañas que llevan un compromiso muy importante y es algo que tenemos que ver. No lo he comentado antes, pero no es lo mismo aquel que, en consecuencia de su migraña, no asista a clase varias veces al mes o tenga que regresar del colegio a casa, que aquel que no lo haga. Lo que es la repercusión en la vida diaria de cada persona es relevante. Con todo, a lo que iba es que incluso aquellos que tienen una migraña muy fuerte en edad pediátrica, luego puede que dejen de tenerla de adultos o que esta sea más leve. Puede ocurrir cualquiera de los escenarios y, con lo cual, nunca lo vamos a poder, de alguna manera, anticipar.

Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez Lorenzo

De Noia, A Coruña (1997). Graduada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela, me especialicé en nuevas narrativas en el MPXA. Después de trabajar en la edición local de La Voz de Galicia en Santiago, me embarco en esta nueva aventura para escribir sobre nuestro bien más preciado: la salud.

De Noia, A Coruña (1997). Graduada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela, me especialicé en nuevas narrativas en el MPXA. Después de trabajar en la edición local de La Voz de Galicia en Santiago, me embarco en esta nueva aventura para escribir sobre nuestro bien más preciado: la salud.