«El cuerpo se despierta, pero no el cerebro»: así son los terrores nocturnos

Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martinez LA VOZ DE LA SALUD

LA TRIBU

La Voz de la Salud - iStock

Aunque pueden confundirse con las pesadillas, no son lo mismo. Te explicamos por qué ocurren y cómo afrontarlos

08 oct 2022 . Actualizado a las 20:43 h.

Episodios de gritos, miedo intenso, agitación, sudoración y taquicardias. Son algunos de los signos que presentan los niños que sufren terrores nocturnos. Podría parecerse a una pesadilla, pero en realidad no lo son. Entran dentro de las parasomnias, es decir, trastornos del sueño que se caracterizan por episodios breves o parciales al despertar, en los que no se produce una interrupción importante del mismo ni una alteración del nivel de vigilia diurno. 

«Los terrores nocturnos son despertares incompletos y bruscos en los que la persona da impresión de estar muy asustada. A menudo se acompañan de gritos y se produce una activación del sistema nervioso simpático con sudoración, taquicardia y dilatación de las pupilas», afirma la doctora Ana Fernández, coordinadora del Grupo de Estudio del Sueño de la Sociedad Española de Neurología (SEN).

De esta forma, se producen en la fase no REM del sueño. «El sueño tiene dos fases diferenciadas. El no REM, es decir, el sueño en el que mientras dormimos no movemos los ojos, y el REM, que es la fase del sueño en la que, mientras dormimos, estamos debajo de los párpados moviendo los ojos porque estamos recordando lo que hemos vivido y esto nos permite archivarlo dentro de nuestra memoria», explica Gonzalo Pin, miembro del grupo de trabajo de Pediatría de la Sociedad Española del Sueño (SES).  «La mayoría del sueño no REM ocurre en el primer tercio de la noche. Los terrores nocturnos son unos eventos que ocurren durante esa fase de sueño, en un proceso de maduración en el que se mezclan un poco de sueño REM con sueño no REM», añade el doctor. 

Síntomas de terrores nocturnos

«Se despierta el cuerpo, pero no el cerebro. El niño sigue durmiendo, pero mientras duerme lo que tiene es un descontrol de todo su cuerpo, con un llanto terrible como si le estuviesen matando. Unos ojos abiertos que te miran y te atraviesan. Con sudoración y aumento de la frecuencia cardíaca», asegura Pin. «Se produce una activación del sistema nervioso simpático con sudoración, taquicardia y dilatación de las pupilas», añade Fernández. 

Ante esta situación, lo normal como padres es preocuparse e intentar despertar al niño. No obstante, no es una buena idea.  «En ese momento si nosotros vamos y lo intentamos calmar, todavía se pone más nervioso. Porque como su cerebro está durmiendo, no somos personas conocidas, somos personas ajenas que se están intentando inmiscuir o agredir», argumenta Pin.

Suele ocurrir en el primer tercio de la noche, a los 60 o los 30 minutos de haber iniciado el sueño. «Generalmente ocurre siempre a la misma hora con relación a cuando el niño se ha dormido», amplía el doctor. 

Se trata de un evento frecuente en distintas etapas de la vida, «sobre todo entre los tres y los seis años, que tienen mucha carga genética», comenta Pin. Además, varios miembros de una familia pueden sufrir parasomnias —ya sea terrores nocturnos o sonambulismo—. 

¿En qué se diferencian las pesadillas de los terrores nocturnos?

En un primer momento, pueden llegar a confundirse, pero las diferencias entre ellos son bastante claras. Según Gonzalo Pin, son las siguientes:

  • Momento de la noche en el que ocurre: 
    • Los terrores del sueño ocurren fundamentalmente en el primer tercio de la noche.
    • Las pesadillas, en el último tercio. 
  • Frecuencia: 
    • Los terrores del sueño son un solo evento por la noche y no se repiten.  
    • Las pesadillas sí se pueden repetir dos o tres veces en una noche. 
  • Cómo responde el niño: 
    • En el terror del sueño el niño no reconoce y cuando intento calmarlo todavía se pone más nervioso. 
    • En las pesadillas, cuando se intenta calmar al niño este se lanza a los brazos y se va calmando.  
  • La mañana siguiente: 
    • Si el niño ha sufrido terrores del sueño, no va a recordar lo ocurrido. 
    • Si se trata de una pesadilla, sí.
  • Edad:
    • Los terrores nocturnos suelen suceder entre los tres y los cinco años de edad. 
    • Las pesadillas pueden ocurrir más tarde. 

«Las pesadillas están relacionadas con algo acontecido durante el día, que puede ser una tontería, pero que a nosotros nos marca, por cualquier razón. Los terrores del sueño no tienen nada que ver con lo que acontece por el día», apunta el doctor. 

¿Debo preocuparme por las pesadillas?

Siempre que no sean excesivamente agitadas o repetidas y no conlleven a una alteración de la calidad de vida, no tienen por qué tener importancia. «Pero tampoco hay que despreciarlas porque suelen ser la luz roja de que ese niño durante el día no lo está pasando bien o no está pasando momentos saludables. Si se mantienen en el tiempo, son muy agresivas o producen alteraciones durante el día por falta de descanso, sí que habría que averiguar qué está sucediendo en casa, en el colegio, con sus redes...», remarca Pin.

¿Cómo actuar si un niño sufre terrores nocturnos?

«Estos episodios pueden ser muy traumáticos para las personas que acompañan porque el niño se muestra aterrorizado e inconsolable», apunta Fernández. «Lo más recomendable es protegerle de hacerse daño si hay riesgo de golpear algo y dejar que el episodio finalice por sí solo evitando cogerle o tocarle con brusquedad, puesto que el cuadro puede empeorar», añade. 

Pin recalca que lo que debe hacerse es observar, mantener la calma y no decir nada hasta la mañana siguiente. «Generalmente entre cinco y veinte minutos del episodio esto empieza a tranquilizarse y el niño se va calmando», asegura.

Posteriormente, la doctora recomienda comentarlo al pediatra para que descarte otros trastornos que, «aunque son menos frecuentes, pueden manifestarse de forma similar, como la epilepsia nocturna». 

¿Por qué ocurren?

«Generalmente tienen tres componentes. Un componente genético, ya que hasta un 60 % de los terrores del sueño o sonambulismo tienen antecedentes familiares. Un componente ambiental, de si se altera la cantidad o calidad del sueño. Y uno madurativo, de maduración de sistemas que controlan ese cambio de sueño REM a no REM», señala Pin.

Acaban desapareciendo solos

«Lo harán progresivamente si mantenemos una buena higiene del sueño. Unos horarios regulares y un tiempo total del sueño adecuado para la edad del niño», cuenta Pin. De esta forma, no es necesario recetar ningún tipo de fármaco. A no ser que «sean tan frecuentes que alteren la calidad del sueño y eso tenga consecuencias al día siguiente, pero eso ya depende del profesional sanitario». 

Fernández, añade: «Para reducir la posibilidad de tener un episodio es fundamental dormir un número de horas suficiente y adecuado para la edad de la persona y seguir un horario regular. Además, es importante evitar estímulos que puedan despertarle y si es posible dormir en la habitación de la casa en la que haya menos ruidos. Lo más habitual es que a medida que se hacen mayores los niños que lo sufren dejen de tener episodios, a pesar de que hasta un 5% de adultos pueden continuar teniendo algún episodio».

No obstante, el doctor Pin puntualiza que si sigue dándose en adultos, «habría que hacer un diagnóstico diferencial con un proceso que se llama alteración del sueño REM que tiene otros orígenes y necesita una investigación y un tratamiento. De forma que si una persona tiene este tipo de episodios pasada la adolescencia, hay que investigar». 

Por su parte, Fernández, señala: «En algunas ocasiones, sobre todo en el contexto de sueño insuficiente y horarios irregulares, los episodios pueden repetirse durante la adolescencia y en adultos jóvenes. En menor frecuencia se repite en adultos, siendo más frecuentes a esa edad los episodios de sonambulismo o despertar confuso». 

Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez Lorenzo

De Noia, A Coruña (1997). Graduada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela, me especialicé en nuevas narrativas en el MPXA. Después de trabajar en la edición local de La Voz de Galicia en Santiago, me embarco en esta nueva aventura para escribir sobre nuestro bien más preciado: la salud.

De Noia, A Coruña (1997). Graduada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela, me especialicé en nuevas narrativas en el MPXA. Después de trabajar en la edición local de La Voz de Galicia en Santiago, me embarco en esta nueva aventura para escribir sobre nuestro bien más preciado: la salud.