Manuel A. Fernández, neuropediatra: «Cuando se dice que un niño es molesto o vago, normalmente es que tiene un problema»

Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez LA VOZ DE LA SALUD

LA TRIBU

Manuel Antonio Fernández es conocido como El Neuropediatra.
Manuel Antonio Fernández es conocido como El Neuropediatra. La Voz de la Salud

El profesional explica cuáles son las señales de alarma a las que los padres deben estar alerta ante este tipo de situaciones

23 feb 2022 . Actualizado a las 12:31 h.

Manuel Antonio Fernándezmás conocido como El Neuropediatra, estudió medicina en la Universidad de Cádiz y se especializó en Pediatría en el Hospital Universitario Virgen del Rocío de Sevilla, donde acabó decantándose por la Neurología Pediátrica. Su principal motivación es ayudar a las familias que lo necesitan, y por eso, explica trastornos del desarrollo, de la conducta y del aprendizaje que se pueden dar en la infancia a través de sus redes sociales. Hablamos con él sobre las señales de alarma de este tipo de patologías, cómo influye un diagnóstico en la vida de los niños y sus familias, cómo se pueden tratar y de la importancia que tiene luchar contra el estigma y el desconocimiento que existe alrededor de ellos. 

- ¿Qué es la neuropediatría?

- La parte de la pediatría que se ocupa del cuidado del desarrollo del sistema nervioso desde que se empieza a crear, que tiene lugar aproximadamente en la tercera semana de embarazo, hasta el final del proceso de desarrollo del sistema nervioso, que se alarga hasta los 18 o 20 años. Se ocupa de cuatro áreas: la prevención, evitando que existan alteraciones; la promoción de la salud, es decir, qué se puede hacer para favorecer el crecimiento saludable del sistema nervioso; la detección y el tratamiento de las alteraciones que puede haber; y la intervención a nivel de rehabilitación cuando existe algún daño o secuela. En eso se resume. Y aquí me gustaría hacer una apreciación. El desarrollo empieza antes del nacimiento del niño. En España, la pediatría prenatal y todo el proceso que conlleva no está muy desarrollado. Tampoco es algo de lo que se sepa mucho. 

- ¿El neurodesarrollo comienza en el embarazo?

Efectivamente, más o menos en la tercera o cuarta semana de gestación es cuando se producen los genes embrionarios del sistema nervioso y, a partir de ahí, se puede producir algún cambio. Las alteraciones del sistema nervioso pueden tener diferente origen. Muchas de ellas son genéticas. Ya sean hereditarias, si es que se han transmitido de padres a hijos, o no hereditarias, que aparecen en los primeros momentos del desarrollo.

Entonces, tenemos un origen genético y otras que pueden ocurrir en el transcurso de embarazo que no tienen nada que ver con la genética ni son hereditarias, como las producidas por infecciones o traumatismos. Por ejemplo, una de las causas más frecuentes de la espina bífida es el déficit de ácido fólico, por eso a todas las embarazadas se les suplementa. De hecho las mujeres en edad fértil que están en intención de procrear se les recomienda la suplementación con ácido fólico para disminuir la frecuencia de aparición de enfermedades del sistema nervioso. 

- ¿Este tipo de alteraciones son difíciles de diagnosticar o depende de la alteración?

- Hay mucha variabilidad. Todo depende de cual sea la patología de la que estemos hablando. Por eso durante el embarazo hay tantas pruebas, para comprobar que todo el desarrollo del feto se está haciendo de forma correcta, que el aumento de tamaño está bien, que el desarrollo de los órganos es correcto. Las cosas «físicas», por así decirlo, se pueden detectar precozmente, aunque no siempre. Igual que ocurre con el síndrome de Down o otros problemas cromosómicos, que se pueden detectar en una ecografía o en las las pruebas y analíticas que se hacen para el cribado prenatal. Después, hay otros problemas que son genéticos y hereditarios y que pueden generar trastornos del desarrollo. Ya sea madurativo, autismo, déficit de atención, hiperactividad y demás, que no son detectables durante el embarazo y muchas veces tampoco en los primeros meses. Se detectan a lo largo de los años. 

- Sobre estos trastornos del desarrollo, ¿cuáles serían entonces las señales de alarma y cuándo se darían?

- Las principales señales de alarma, a nivel general, porque cada trastorno tiene unas características específicas, es cuando un niño no lleva un desarrollo madurativo correspondiente a la edad que tiene. La parte más importante, y por eso se hacen controles de salud de niños sanos, sería que los padres conocieran perfectamente cuáles son los procesos normales del desarrollo y en cuanto algo no evolucione como debe, pudieran consultar. Pongo algunos ejemplos a nivel motor qué es lo más sencillo de explicar. Un niño, cuando nace, normalmente desde ese momento ya sonríe espontáneamente. Es lo que se conoce como sonrisa social. A los tres meses de media son capaces de aguantar la cabecita solos. Alrededor de los seis, son capaces de sentarse. A los nueve, de ponerse de pie o por lo menos de aguantarse si tú les ayudas. A partir del año, más o menos, empiezan a andar y a decir las primeras palabras. A partir de los 18 meses, deben correr. Y si a nivel motor existe alguna cosa que no fluye como debe es algo a consultar. Pero claro, todos estos aspectos son más difíciles de explicar y valorar si no es conociendo al niño. El contacto visual, la respuesta a los estímulos de la llamada de los padres, cómo interacciona con el entorno o con los adultos. Cuando ya se va haciendo más mayor, cómo se relaciona con los niños de su edad. Ese tipo de cosas van orientadas a detectar trastornos del desarrollo tipo autismo, déficits de atención, etc. a partir de los dos, tres, o cuatro años. Aunque un problema del lenguaje sí que es verdad que se puede empezar a percibir antes, es algo que normalmente los padres no le dan importancia. Pero en muchas ocasiones es un signo de alerta. 

- ¿Y cuáles serían las repercusiones de sufrir un trastorno de este tipo?

- Depende del trastorno y de la gravedad. Yo siempre pongo el mismo ejemplo. Cuando empecé en la neuropediatría, que era sobre el 2009, hablar sobre autismo, hiperactividad, era poco menos que hablar de cosas desconocidas. Realmente cuando un niño sufre hiperactividad lo que aparentemente se le nota es que es muy nervioso, se comporta mal o es inquieto. Si tiene déficit de atención puede que el único problema que tenga es que le vaya mal en los estudios. No se trata de una forma de vagancia o torpeza del propio chico. Es algo que costaba mucho y que todavía sigue costando. De hecho, por eso hablo mucho de los problemas de aprendizaje, de conducta, de relaciones sociales o de desarrollo madurativo que puedan tener los niños. Porque los padres no tienen información clara sobre esto por parte de las administraciones para poder reconocerlo. Así como para asociar que son problemas neurológicos y que, dependiendo de la intensidad, puede haber más o menos dificultades, pero que el hecho de tener un déficit de atención no tiene por qué ser algo limitante en la vida.

 - ¿Cuáles serían estos posibles trastornos del desarrollo?

-Los trastornos del desarrollo como están hoy en día clasificados son ocho: los trastornos del espectro autista (TEA); el TDAH o trastorno por déficit de atención con o sin hiperactividad; los de la comunicación y el lenguaje; los del aprendizaje, que serían la dislexia, la disgrafía y la discalculia; el trastorno obsesivo compulsivo, que aunque es frecuente en adultos y adolescentes, también es un trastorno del desarrollo; los de la conducta alimentaria (TCA) como la anorexia o la bulimia; los del movimiento, como los tics, estereotipias y demás; y las alteraciones del coeficiente intelectual. Son ocho trastornos que además yo siempre digo que son como primos de una misma familia. no existen límites claros entre ellos.

Puede que un niño con TDAH tenga problemas de relaciones sociales aunque no sea autista, sufra un retraso en el lenguaje o tenga tics. Igual que un niño autista puede ser hiperactivo o no, hablar o no, o sufrir hiperactividad o no. Evidentemente, un niño autista va a tener muchas más repercusiones en su vida que un niño que solo tiene déficit de atención o que tiene hiperactividad. Al igual que no se va a detectar con solo tres o cuatro años un trastorno de la conducta alimentaria. Pero todo esto es poco conocido por la sociedad y los padres no cuentan con información suficiente y todo lo que afecta a la conducta o comportamiento de un niño, a su forma de relacionarse, siempre está condicionado por la percepción que los demás tengan de ellos. Por ejemplo, un niño con TDAH siempre ha sido el típico molesto o maleducado. Cuando se dice que un niño es torpe, molesto, o vago, normalmente es que tiene un problema. Esto ha hecho que los padres tengan una sensación de culpabilidad. 

También se dan a veces situaciones que son absurdas, como plantear que el autismo no es un trastorno o que tener TDAH no es un problema. Evidentemente sí lo es, si no lo fuera no estaríamos hablando de las dificultades que tienen estos chicos. Hay movimientos, digamos, que en busca de luchar contra el estigma o de llamar la atención de las familias se mueven de esta forma, pero realmente lo que deberíamos conseguir es que los padres conocieran cuál es el proceso normal de desarrollo y cuáles son las anomalías que se pueden encontrar. Y así, poder detectarlos pronto y que se pierda todo este tabú que existe hoy en día. 

- ¿Qué relevancia tiene el ámbito escolar a la hora de identificar este tipo de trastornos?

- En general se reparte mucho entre padres, pediatras y colegios. Varía mucho en función de cuál sea la experiencia formativa y la calidad del equipo docente del centro. Y da igual que sea público, privado o concertado. Realmente, los niños se pasan ocho horas en el colegio de media. El resto de horas, en casa o en la calle. De manera que tanto en el cole como en casa es donde más se aprecian estas dificultades. Si los padres y los colegios tuvieran esta formación e información todo esto se podría detectar mucho antes, pero si que es verdad que el papel de los colegios en la detección es fundamental y también en el apoyo a los padres. Hay muchos docentes que siguen empeñados en que no hay hiperactividad si no que es un problema educativo o de conducta, y esto dificulta mucho estos procesos.

- Cuando el niño es diagnosticado, ¿cuáles suelen ser las principales preocupaciones de los padres?

- Los padres normalmente se plantean preocupaciones relacionadas con el corto plazo. Es decir, si por ejemplo estamos hablando del TDAH, que el niño va mal en los estudios, tiene mal comportamiento, se pelea con los compañeros. A ellos lo que les preocupa es su futuro. Si hay un problema, quieren saber qué se puede hacer para solucionarlo y que cuando sea mayor todo esto no le limite. Que sea independiente y que haga una vida normal, básicamente, esas son las preocupaciones habituales de los padres. Pero en el corto plazo, un caso de TDAH lo que le va a dificultar es en rendimiento académico y por lo tanto, que el trabajo en casa sea muy frustrante, las notas malas y que le cuesta ponerse... es complicado, porque depende mucho de los padres para todo esto. 

- ¿Cuáles serían los tratamientos?

- Son muy diferentes. Por ejemplo en el TDAH se sabe exactamente cuál es la base o la alteración neurobiológica. Digamos que el grupo de circuitos cerebrales que no está funcionando correctamente se conoce y existe tratamiento farmacológico. En la mayoría de los casos, cuando la intensidad de los síntomas es alta, el tratamiento se combina con intervención psicológica y apoyo educativo. Esas son las tres patas del tratamiento. 

El TDAH se produce por una «fuga» de los neurotransmisores que son los mensajeros que llevan la información de un lado a otro del cerebro. Entonces, desde la región delantera de nuestro cerebro, que es el lóbulo frontal, deberían salir los mensajeros que regulan la atención, los movimientos y los impulsos, y dar instrucciones al resto de áreas del cerebro para que lo haga. El problema es que en el TDAH esos mensajeros no llegan a su destino y se vuelven a casa antes de tiempo. Los tratamientos lo que consiguen hacer es que esa vuelta o ese mecanismo funcione correctamente. De esta forma, mejoran los síntomas en un período bastante breve de tiempo, incluso en una semana pueden estar controlando mucho la sintomatología. El apoyo psicológico ayuda a que el chico aprenda a controlarse, porque al final en todo esto lo que hay es un problema de control de los movimientos e impulsos. El apoyo educativo ayuda a que el rendimiento mejore.

- El móvil, la tablet y las redes sociales, ¿son amigos o enemigos del neurodesarrollo?

- Son absolutamente enemigos del neurodesarrollo. Por varias razones. Primero porque esa serie de estímulos que son repetitivos, intensos, cortos e ilimitados, mantienen el cerebro de los niños con trastorno del neurodesarrollo hiperactivado, hiperalerta e hiperconcentrado. Y de las personas en general, también. A los niños con déficits de atención todas estas cosas les generan una conducta adictiva. Básicamente, nuestro cerebro funciona por sensaciones positivas y negativas. Lo que se llama la respuesta de recompensa depende de los niveles de dopamina cerebral. Es uno de los neurotransmisores que no trabaja bien en el TDAH. De manera que ellos se sienten constantemente insatisfechos. Cuando encuentran algo que les resulta estimulante, por ejemplo, redes sociales, esos niveles de dopamina suben y genera una conducta adictiva porque se encuentran bien. 

Además, te focalizas tanto en estos dispositivos que te desconectas de tu entorno. De hecho, muchos niños pequeños durante la pandemia, que han estado mucho tiempo con este tipo de dispositivos, pueden haber aprendido cosas, datos e información, pero todo está muy descontextualizado. No aprenden a utilizar todo eso dentro de contextos sociales ni a relacionarse. Por lo que sí, se producen alteraciones importantes en el proceso de neurodesarrollo si se abusa de estos dispositivos. En estos niños, los dispositivos electrónicos cuanto menos, mejor, y siempre asociados a resultados relacionados con el esfuerzo. Es decir, para poder utilizar el móvil, la tablet o lo que sea, el niño tiene que cumplir una serie de objetivos que le suponen un esfuerzo y que como resultado conseguirá el beneficio que él quiere. Lo que pasa es que muchos padres, en la inconsciencia, trabajan de forma opuesta. El niño tiene la tablet y cuando hace las cosas mal se la quito. No, se debe formar en uso responsable al revés.  

- ¿Su uso es perjudicial tanto en estos niños con problemas de neurodesarrollo como en otros que no los tengan?

- Sí. Cuando hago referencia a lo de la pandemia hablo de menores sanos. Lo que pasa que en este perfil de niños que tienen ese déficit de funcionamiento de neurotransmisores es todavía más significativo. Se hace mucho más acuciante. 

 

- ¿Qué se le podría decir entonces a personas cercanas a un niño con un problema de neurodesarrollo?

- Es importante tener claro que la gravedad de estos trastornos no siempre es alta y en muchas ocasiones siempre hay aspectos del comportamiento o características de las personas con este tipo de trastornos que son positivas. Por ejemplo, los chicos que sufren un TDAH tienen un alto nivel de creatividad, de imaginación, de resolución de problemas, de potencialidad. De hecho, hay muchas personas famosas con TDAH. Hoy en día en el mundo de la televisión y redes sociales existe mucho conocimiento sobre este tipo de personajes famosos porque son brillantes en muchas áreas, siempre que su proceso de seguimiento, tratamiento y demás, esté bien encaminado. Dentro del mundo del autismo o TEA hay una serie de características personales de alguno de estos casos en los que para determinadas empresas son importantes, porque requieren personas con una estructura cerebral muy rígida, organizada y cuadriculada. Como empresas de software y programación. Hay una serie de características profesionales que pueden beneficiar en muchos ámbitos de la vida, siempre que estén bien orientados.

Cinthya Martínez Lorenzo
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De Noia, A Coruña (1997). Graduada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela, me especialicé en nuevas narrativas en el MPXA. Después de trabajar en la edición local de La Voz de Galicia en Santiago, me embarco en esta nueva aventura para escribir sobre nuestro bien más preciado: la salud.

De Noia, A Coruña (1997). Graduada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela, me especialicé en nuevas narrativas en el MPXA. Después de trabajar en la edición local de La Voz de Galicia en Santiago, me embarco en esta nueva aventura para escribir sobre nuestro bien más preciado: la salud.