Gerardo Rodríguez, ludópata rehabilitado: «Llegué a tener diecisiete tarjetas de crédito»

SALUD MENTAL

Empezó jugando a las tragaperras cuando era un adolescente y a día de hoy está rehabilitado
29 jun 2025 . Actualizado a las 12:00 h.«Entonces no había, gracias a Dios, apuestas deportivas ni juego online, porque si no, hubiera caído más», dice Gerardo Rodríguez. Cuando era un adolescente, echaba la vuelta del refresco a la máquina tragaperras. «La mayoría de las veces no daba nada. Pero un día, con 18 años y 20 céntimos, te tocan 240 euros. Ese día se activa el razonamiento erróneo: «Si con 20 céntimos me toca tanto, esto es un chollo». A partir de ahí la apuesta aumenta, se genera tolerancia y se va entrando en un bucle del que cuesta salir. «Empiezan a aflorar las mentiras, los estudios flojean, decides dejar el mundo académico para trabajar. Pero llega un momento en el que estás más pendiente del juego que del ámbito laboral y también acabas perdiendo el empleo. Ahí, empiezan los problemas».
La punta del iceberg
Gerardo era un habitual de las tragaperras. «También jugué al bingo y he estado en el casino, pero la sensación que tenía con las máquinas, cuando te toca el premio y te caen todas las monedas, era diferente», cuenta. «Puedes pensar que al haber ganado, te llevas el premio y ya está. No, seguías o ibas a otra». Así, aunque al principio se juega para ganar, «luego lo hacemos para recuperar el dinero perdido y después, porque necesitamos seguir jugando».
Engloba todos los círculos de la persona, como un efecto dominó. «Con tu familia, tus amistades, en lo laboral, lo económico e incluso hay quien también lo sufre a nivel jurídico. Yo me pude salvar». Gerardo reconoce que lo primero que suelen ver los más allegados es la deuda, «pero esta solo es la punta del iceberg». Por debajo están las mentiras, el qué dirán, la culpa. «La de ruedas pinchadas que se han dado, reparaciones de coche, cuando en realidad, no le pasaba nada. Pedir dinero y no devolverlo. Pequeñas mentirijillas, pero era capaz de vender el sol si hiciera falta, buscaba el dinero hasta debajo de las piedras».
Dos llamadas telefónicas que cogió su madre acabaron destapando el pastel. La primera, de su trabajo. «Un toque de atención», dice. La segunda, del banco. «Tenía 17 tarjetas de crédito y por una, saltó todo. Al final entras en un círculo vicioso en el que contratas una para pagar otras y otro poco más para jugar, pero cada vez te endeudas más y más».
Existe una necesidad de apostar cantidades cada vez mayores para sentir la misma emoción y, además, se intenta recuperar dinero perdido. «Mi deuda era lo equivalente a un Audi A5. Teniendo en cuenta que se dice que se juega cinco veces más de lo que se pierde, puedo decir que me he jugado cinco Audis A5 en mi vida. Nunca recuperas todo lo que pierdes, la banca siempre gana».
La rehabilitación
En el 2005, su madre descubre Agalure (Asociación Gallega de Ludópatas Rehabilitados), que ofrece atención psicoterapéutica, jurídica y los apoyos necesarios para la rehabilitación de los afectados por ludopatía u otras adicciones comportamentales. «Tan pronto como llegué organizaron un encuentro con otra persona que había pasado por lo mismo. Me estaba contando su vida y estaba retratando también la mía. Y pensé: ‘‘Si él pudo, yo también puedo’’». Al año, Gerardo estaba rehabilitado. Si bien, recalca: «Un ludópata lo es para toda la vida, nunca se cura». En ese momento, pasa a formar parte de la junta directiva con el fin de ayudar a otras personas que, como él, también quieren salir de la adicción. «El tratamiento lo llevan a cabo profesionales, nosotros solo somos un apoyo».
Gerardo no ha sufrido una recaída, pero la posibilidad de que esta se produzca, está ahí. «Lo principal es que no surja y, si lo hace, que las consecuencias sean las mínimas. Que se lo comentes a tus apoyos para que se aísle en el tiempo», indica José Manuel Haro, psicólogo sanitario en la entidad, que también desmonta algunos mitos que pueden existir sobre la adicción. «El nivel socioeconómico sí que influye. Las casas de apuestas están en mayor proporción en barrios menos nobles, por así decirlo (al contrario que los casinos). Y la desesperanza, el hecho de conseguir mucho con poco, es lo que en muchos casos genera adicción».