Sarah Belén Olarte, psicóloga: «Si eres un hombre y te dicen que no puedes llorar, es normal que quieras sedar cualquier emoción»

Laura Inés Miyara
Laura Miyara LA VOZ DE LA SALUD

SALUD MENTAL

Sarah Belén Olarte es psicóloga y divulgadora científica.
Sarah Belén Olarte es psicóloga y divulgadora científica.

La experta explica que el contexto social, histórico e individual son importantes a la hora de determinar nuestro bienestar emocional y que no debemos caer en reduccionismos como «si quieres, puedes»

18 jun 2025 . Actualizado a las 19:01 h.

«¿Cómo vas a liberar serotonina si no llegas a fin de mes?». Esta pregunta, formulada por la psicóloga Sarah Belén Olarte, va directamente al núcleo de su crítica a los manuales de autoayuda convencionales. La experta ha dedicado un libro a explicar en qué fallan esos enfoques basados en la psicología positiva. En suma, se trata de reduccionismos del tipo «si quieres, puedes», que no llegan a contemplar todas las variables contextuales que atraviesan la vida y la salud mental de las personas. Por eso ha publicado El cortisol no sube solo, sube con el alquiler (Penguin Random House, 2025), una lectura clave para entender cómo nuestras circunstancias influyen en nuestro bienestar psicológico y qué está en nuestras manos hacer para que estas circunstancias no nos definan.

—¿Cómo funciona el vínculo entre el contexto en el que vivimos y nuestra salud mental?

—Todo lo que hacemos, pensamos y sentimos siempre está conectado con nuestro contexto. No es que sea el contexto directamente el que cause nuestras conductas, pero sí que hay una interacción constante entre organismo y contexto que crea todo lo que hacemos. También influye nuestra historia, que es parte de ese contexto. Por lo tanto, no podemos explicar el comportamiento individual sin mirar, por un lado, al organismo y, por otro, al contexto. Sin embargo, se han popularizado otro tipo de explicaciones que sitúan la causa de la conducta en el interior.

—¿Qué impacto tienen los mensajes que recibimos, asociados a esa causa interna del malestar, en nuestra salud mental?

—Vivimos en una sociedad en la que efectivamente se mandan muchos mensajes por todos lados que promueven que si quieres puedes. No solo los tomamos como verdaderos por lo prevalentes que son, sino que hay un mecanismo que nos hace más propensos a caer en ellos. Si pensamos en que hay elementos contextuales que intervienen en nuestro malestar o bienestar psicológico, nos damos cuenta de que hay un montón de cosas que no controlamos y que nos pueden pasar, hay muchas injusticias, y al cerebro le cuesta mucho aceptarlo. Entonces, admitimos como ciertas explicaciones que son más fáciles de aceptar, que nos llevan a pensar que esas cosas son nuestra culpa. Esto, en el fondo, viene de esa búsqueda de una sensación de que controlamos más de nuestro bienestar de lo que realmente controlamos.

—¿Qué podemos hacer ante esas cosas que no controlamos?

—Cuando nos dicen: «Si tú quieres, puedes», en algunos casos puede ayudar, pero en otros no. A veces se nos dice: «La felicidad está en ti», y eso nos lleva a pensar que si nos levantamos un día, nos tomamos un café y nos vamos al gimnasio, eso nos va a hacer mágicamente felices. Pero eso solamente nos ayuda a tener esa sensación de control ante un mundo incierto. Lo interesante es entender esa incertidumbre como liberación respecto a esa culpa impuesta socialmente o en esa interacción con el entorno. No hablo de situar toda la carga en el contexto. Yo no tengo depresión por una bajada mágica de la serotonina, pero tampoco tengo depresión porque existe el capitalismo. Son dos variables que influyen, pero lo interesante es localizar qué es lo que yo controlo y ver qué puedo hacer al respecto con las herramientas y el contexto que tengo.

—¿Cuánta importancia deberíamos dar a los neurotransmisores cuando pensamos en nuestra salud mental?

—El problema de los neurotransmisores no es tanto el peso que pueden tener en la patología mental, sino el error filosófico que hay a la hora de divulgar este tipo de temas. Hay que entender que siempre hay una causa para un fenómeno. Las cosas no suceden de la nada. Entonces, cuando se divulga que uno está estresado porque tiene alto el cortisol mágicamente y de un día para otro sin ningún antecedente, esto no es correcto. Y por cierto, estos valores no se miden. Jamás se han medido los niveles de serotonina en un paciente vivo. Entonces, es más relevante intentar entender qué es lo que está haciendo que esa serotonina baje o no. Ahí sí estaríamos hablando de causas, mientras que si pensamos solo en neurotransmisores, nos quedamos en una correlación. Es como decir que salir con paraguas causa la lluvia, cuando en realidad esta correlación no indica una causa.

—¿Cree que la sociedad actual es especialmente hostil para nuestra salud mental?

—Lo que yo veo es que ahora nos encontramos ante contingencias que cambian muy rápido y que nos está costando adaptarnos como sociedad, sobre todo en este contexto de capitalismo tardío. Los salarios de hace años perfectamente podían mantener a una familia entera y a día de hoy eso no funciona así. Nuestros abuelos podían comprar una casa con lo que ganaban trabajando un solo verano y ahora el precio ha subido muy por encima de los sueldos. Por lo tanto, sí, hay un contexto social, político y económico que incide o dificulta ese bienestar psicológico a nivel individual.

—¿Diría que el dinero sí hace a la felicidad?

—Eso de que el dinero no da la felicidad normalmente viene de personas que sí tienen dinero y que no han tenido estos problemas. El dinero efectivamente puede incidir mucho en la salud mental. Diría que el dinero nos permite tranquilidad para disfrutar de las cosas. Pero es una relación más compleja que decir que hace a la felicidad o no. Tiene más peso, por ejemplo, el hecho de tener una comunidad en la que apoyarse. Yo diría que el dinero permite cosas que hacen más probable que puedas ser feliz, pero no lo garantiza, desde luego.

—Menciona la comunidad como un factor de peso para la felicidad. ¿Cómo podemos construirla y nutrirla?

La comunidad se puede definir como una red de cuidados recíprocos. Cuando nos ponemos a definir el amor, en todos sus sentidos, no es algo que sentimos sino más algo que hacemos. Hemos evolucionado gracias a esta red de cuidados y también para contribuir a ella. A nivel científico se ha visto que la comunidad es lo que más amortigua los inevitables malestares que podemos tener en la vida. A veces es la familia de origen, a veces la familia elegida, la pareja. En el contexto actual es difícil crear estos lazos porque somos nómadas, nos mudamos mucho, tenemos poco tiempo y energía, y la comunidad se crea a partir de ese roce y esa disponibilidad para lo inconveniente. Cuidar a otras personas es inconveniente y por eso es un trabajo. Es importante hacer ese trabajo para que pueda haber comunidad.

—Explica en el libro que, más que hablar de autoestima, deberíamos entenderla como una 'interestima'.

—Sí. La idea de autoestima nos da la ilusión de que es una cosa que elegimos nosotros y normalmente se nos da este mensaje: te está pasando esto porque no te quieres suficiente a ti misma, o quiérete para que los otros te quieran. Si pudiéramos elegir querernos, desde luego, lo haríamos. Pero no necesariamente tú te tienes que querer para querer a los demás y que ellos te quieran. Creo que ese mensaje es muy culpabilizante y reduccionista. La autoestima es cómo nos sentimos sobre nosotros mismos y hay que entender que esa manera de describirnos no viene de dentro. Nosotros aprendemos a describir las cosas por el entorno. Quererse es más bien un proceso más que una simple decisión y por eso hablo de interestima, porque todos estamos incidiendo en la vida de las otras personas, en la manera en la que se perciben y en cómo se quieren o se dejan de querer.

—¿Cree que esta 'interestima' es diferente para los hombres y para las mujeres?

—No hay problemas específicos para cada género, pero si es verdad que el hecho de que te traten como hombre o que te traten como mujer en una sociedad, sí puede predisponer más a de un tipo de problemas que otros. Las mujeres somos más proclives a tener ansiedad y depresión y no es porque tengamos desajustes hormonales o porque seamos demasiado sensibles. Los hombres tienen mucha más tendencia al alcoholismo, probablemente porque si eres un hombre de 20 años el mensaje que recibes es que no puedes llorar, entonces, es normal que quieras sedar cualquier tipo de sensación que tengas. Cando hablamos de género y malestar asociado al género, también tenemos que mirar el contexto social que hace que se socialice a unas personas y a otras de manera distinta.

—Mencionaba la importancia de identificar las áreas en las que sí podemos incidir más allá del contexto. ¿Qué recomendaciones daría en ese sentido?

—Sobre todo, recomendaría cambiar de culpa a responsabilidad. Este cambio de mentalidad nos va a ayudar a hacer cosas más efectivas de cara al bienestar y no caer en pensamientos como: «Vale, me explotan diez horas al día pero después me voy a tomar algo y eso me va a hacer feliz». No podemos volvernos simplistas con ese tipo de soluciones. Es importante localizar dónde está el malestar y eso es algo que se hace mucho en terapia, aunque no significa que todo el mundo tenga que ir. A lo mejor tengo una ansiedad por las nubes y no es porque no medite o porque tenga trauma de la infancia sino que simplemente tengo unas condiciones laborales complicadas y o puedo dejar mi trabajo en este momento. En ese caso, primero hay que localizar esa causa para ver qué podemos aceptar y cómo podemos manejar la situación. Aceptar también es una conducta que cambia muchas cosas.

Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.