Buenaventura del Charco, psicólogo: «Las ansias de perfección tienen unos efectos devastadores»
SALUD MENTAL

El experto asegura que necesitamos ser nosotros mismos, sin prejuicios, sin miradas críticas y sabiendo las cosas que podemos o no hacer, sin necesidad de sentir culpabilidad
11 oct 2023 . Actualizado a las 18:23 h.Ser nuestra mejor versión, luchar y siempre buscar lo mejor de nosotros mismos. Estas son solo algunas de las metas impuestas desde la infancia. Día a día, normalmente, se intenta mejorar, muchas veces, bajo la autoexigencia. En el libro Te estás jodiendo la vida (Ediciones Martínez Roca, 2023), Buenaventura del Charco Olea (1986), psicólogo y psicoterapeuta, busca que la sociedad aprenda y se acepte incondicionalmente. También considera que la gente debe reivindicar su humanidad y los valores personales. Empezar a ser uno mismo, sentirse a gusto y tratarse con respeto.
—En estos momentos las frases motivadoras están al orden del día, ¿qué opina sobre esta tendencia?
—El postureo nos lo hemos llevado al ámbito de la salud mental. Parece que continuamente tenemos que estar proyectando una imagen de nosotros como si fuésemos alguien positivo, con motivación, que lucha por conseguir sus objetivos. De esta misma manera intentamos parecer delgados o guapos en Instagram. Yo creo que lo que ocurre es que todo se ha convertido en una obligación de gustar, de ser nuestra mejor versión, sobre todo, con esa finalidad seductora, por decirlo de alguna manera. La obligación de la generación de mis padres estaba en el trabajo y en lo moral. Hoy en día, pienso que ya todo está contagiado de este deseo de gustar, de hacerlo bien y de ser nuestra mejor versión. Considero que, al final, mucho del contenido que hay en redes de salud mental está siendo un postureo actitudinal, más que una motivación o una preocupación real por la salud mental.
—¿A dónde cree que nos puede llevar esto de intentar pensar siempre en positivo?
—Las ansias de perfección que nos incitan tienen unos efectos devastadores. Si te paras a reflexionar, estamos en el momento de la historia de la humanidad que tenemos un nivel de bienestar mayor, en el que la vida es más agradable que nunca y, en el que la gente intenta cuidarse más. Sin embargo, las tasas de salud mental son las peores. Yo, fundamentalmente, lo achaco a esta continua autoexigencia, como nunca estamos satisfechos con lo que somos y siempre nos estamos pidiendo más.
—¿Considera que estos problemas que hay actualmente de salud mental se deben al rechazo?
—No tanto al rechazo como un sentimiento de no formar parte de lo social, sino al rechazo en términos de no ser suficientemente bueno. Yo creo que lo que nos está destrozando no es que otro nos rechace, el problema es estar todo el día metiéndonos presión. Sobre todo es la culpabilidad, la autocrítica y el perfeccionismo los que están provocando, en mayor medida, el deterioro de la salud mental.
—¿Por qué ha decidido hablar sin tapujos de sentimientos como la tristeza, la soledad o de los problemas que hay actualmente en la sociedad?
—Aunque escriba libros y tenga un perfil en redes sociales, yo no me considero un influencer o un divulgador. Creo que soy un psicólogo de trinchera, es decir, soy una persona que la mayor parte de mi actividad profesional consiste en ver pacientes y ayudarles. Me empezó a preocupar ver cómo cada vez más estábamos, incluso desde la propia psicología, deshumanizando al individuo. Es decir, ya parece que el valor de un individuo no depende de su condición de ser humano, sino que depende de sus características, sus atributos, las herramientas que tiene o su talla de ropa.
—Lo está haciendo en un tono coloquial, ¿cree que puede haber una mayor conexión con las personas que le leen o se debe a otra cosa?
—Es importante saber que Carl Roger es el padre del tipo de psicoterapia que yo hago. Él plantea que para que la terapia funcione, el psicólogo tiene que hacer tres cosas, la primera es ser empático. Tiene que practicar la aceptación incondicional que consiste en no criticar al paciente, que creo que es lo que estamos, por desgracia haciendo, hoy en día. Y, por último, dice que el psicólogo tiene que ser auténtico. Es decir, que la única manera de que la terapia funcione es que el psicólogo no vaya de gurú y que se muestre con el paciente como un ser humano. En mi vida privada, soy una persona que habla mal, que dice palabrotas y entendí que el personaje de Ventura Psicólogo, también tenía que tener esa autenticidad. Y, luego, está la cuestión filosófica en la que decidí que iba a combatir el pensamiento positivo, no solamente en los argumentos, sino también desde la estética.
—¿Cuáles son las variables para creer que nos están fastidiando la vida?
—Creo que la exigencia perfeccionista representaría esa voz interna de nosotros que continuamente nos está diciendo que no lo hacemos bien. Por encima, nos pone unos referentes y unos estándares absolutamente imposibles de alcanzar. Es esa parte que quiere que tengas la inteligencia de Albert Einstein, lo divertido de Ernesto Sevilla y el cuerpazo de Brad Pitt. Por otro lado, tendríamos la autocrítica, esa parte que nunca siente la menor compasión por nuestro dolor, lo que hace es fustigarnos para intentar obligarnos a correr e ir siempre al galope para llegar a esos estándares que nos impone la autoexigencia perfeccionista. No nos damos cuenta de que estamos todo el rato en un juego en el que somos nuestros propios jueces, pero también nuestros propios verdugos y, sobre todo, somos las víctimas.
—¿Por qué considera que somos propensos a huir de ciertas situaciones que no nos están generando bienestar?
—Es complejo, porque no huimos de todo el malestar. Cuando yo me estoy dando caña y me estoy diciendo que no lo hago bien, ahí hay una parte que sufre. Sin embargo, tenemos más tolerancia al malestar de la autocrítica que al malestar del sentimiento de rechazo. Vivimos en torno al "me gusta", en búsqueda continua de la aprobación de los demás. No queremos estar tristes para no ser tóxicos o no queremos sentirnos feos. De esta manera estamos huyendo continuamente de una parte de nosotros mismos, que es nuestra parte más disfuncional y la más vulnerable.
—¿Cómo considera que han influido mentalmente las redes sociales en la sociedad?
—Son un mecanismo perfeccionado. Sin embarco, esto para mí empieza con la dinámica del consumismo. Es decir, hay una época en la que comprabas cosas porque necesitabas ese producto. Ahora, lo que nos están vendiendo son sensaciones psicológicas y necesidades emocionales confiadas a un artículo. Las redes sociales han fomentado esta dinámica y han generado una serie de problemas. El primero es que los seres humanos nos hemos convertido en una mercancía y, como toda la mercancía, nos tenemos que anunciar. Otro problema es que nos lleva a mantenernos, pero también a compartirnos. Cuando me meto en redes, veo la vida de 50 personas, lo que hace esto es que todo el rato esté comparándome para ver si soy mejor o peor que los demás.
—¿Por qué piensa que hay personas que se ven en el derecho de criticar a otras por Internet?
—Fritz Perls, que es uno de mis psicólogos favoritos, dice que si necesitas la aprobación de otro le das el poder de ser tú. Cuando subo una foto para buscar validación, yo le estoy dando el poder a toda esa gente de juzgar. De hecho, cuando la gente me juzga tengo que entender que el juicio no siempre va a ser favorable y hay que asumirlo. La gente también puede atacar si se siente insegura y duda de su valía, entonces, machacar a otro y señalar sus fallos es una buena manera de subir, de manera artificial y falsa, la autoestima. Porque claro, al convertirse en juez, es superior y el que tiene la razón.
—¿Cómo ha cambiado en los últimos años la manera de relacionarnos?
—Hay que saber que en todo el discurso que hay actual, por parte de la psicología de panfleto que tenemos, parece que todo depende de nuestras herramientas, habilidades o de la manera de ver la vida. De hecho, sabemos que uno de los mayores protectores de la salud mental es, precisamente, cuánto ves a tus seres queridos. La sociedad actual cada vez es más individualista y solitaria, al final la conversación en el grupo de WhatsApp no es lo mismo que quedar con tus amigos a tomarme un café. Y con toda esta individualización, me parece interesante cómo estamos privatizando el malestar humano. Es decir, en esta narrativa que hay de tu mejor versión, de aprender herramientas, de aprender a ser positivo o de aprender a gestionar tus emociones, parece que cuando se está mal, se debe a que no tienes las herramientas suficientes. Sin embargo, sabemos que en los factores que influyen en el bienestar puede estar tener un contrato indefinido u otra cosa por el estilo. Me parece interesante señalar esto, ya que no todo lo que tiene que ver con la salud mental es individual, sino que también tendríamos que hablar de lo que tenemos que mejorar como sociedad y a nivel comunitario. Luego, lo que ocurre es que el mundo de hoy en día es tan cambiante que ya no sentimos el mismo arraigo. El otro día leía que, de media, un occidental tiene siete viviendas diferentes a lo largo de su vida. En la actualidad, el contacto es más superficial y ya no hay nada estable.
—¿Qué es exactamente la autoestima y cómo ha ido evolucionando?
—La autoestima es un criterio psicológico que ha calado mucho no solo en la población. La mayoría de las corrientes de psicología lo han comprado, a pesar de que paradójicamente la mayoría de psicólogos importantes del siglo XX criticaron este concepto y todas sus orientaciones. El problema es que cuando vas a tratar la autoestima con tu psicólogo, lo primero que hace es pedirte que escribas en un papel lo que te gusta de ti y aquello que se te da bien. Esto es lo perverso, porque si la autoestima es el amor propio, ¿por qué mi amor va a depender de mi resultado? Cuando yo quiero a mi hermano, no lo quiero más porque sea médico o no lo sea. Sin embargo, nos dicen que para querernos tenemos que evaluarnos, tenemos que ser nuestros jueces. Esto fomenta la autocrítica y la autoexigencia que está desquiciando la salud mental de las personas.
—¿Se puede relacionar a las personas perfeccionistas con la autoestima?
—Claro, el problema es que la idea de la autoestima, en vez de contrarrestar esa tendencia social al perfeccionismo y a la autocrítica, lo que ha hecho ha sido fomentarlo. En el momento en el que se dice que tu valor depende de una evaluación que haces sobre ti mismo, donde tienes que poner las cosas buenas y las malas, todos queremos sentirnos valiosos. Con lo cual, todos vamos a esforzarnos y a pedirnos hacer las cosas cada vez mejor.
—De hecho, en el libro comentaba que esto llevaría a tener ansiedad.
—Sí, está muy demostrado que la autoexigencia y la autocrítica son dos de los procesos mentales que más genera ansiedad en los seres humanos. En primer lugar, a nadie le gusta vivir bajo examen, ya que siempre tienen un componente de incertidumbre. Por otro lado, la ansiedad es un circuito de alerta que se activa cuando hay una amenaza. Si yo soy mi amenaza, porque soy mi juez y mi verdugo, mi sistema de alerta siempre se va a estar activando. Entonces, si tengo autoexigencia y autocrítica, es imposible no vivir condenado a ansiedad.
—En referencia al tema de la autoexigencia, ¿a qué se debe y, también, cómo se relaciona con el autoabandono?
—La autoexigencia nos lleva a una especie de juego sadomasoquista en el que yo soy el que tiene la fusta, pero también soy el caballo que golpeo. De esta manera, la mayoría de la gente se cree que la autocrítica y el perfeccionismo les ayuda a avanzar y a rendir mejor. Sin embargo, vemos que es todo lo contrario. En primer lugar, estoy agotado y por eso soy menos capaz de hacer ciertas cosas. Después, hay un momento en el que ya no puedo hacer más, hay un autoabandono. También existe la frustración, ¿para qué voy a pelear? Para qué voy a intentar hacer las cosas si mi perfeccionismo y mi autoexigencia nunca van a estar contentas. Y, por último, a un nivel más profundo y emocional, si cuando te autocriticas y autoexiges no te tratas como alguien valioso e importante, es imposible que el cerebro quiera luchar por ti.
—Habla de luchar y de avanzar, entonces, ¿por qué los objetivos pueden llegar a ser un problema?
—Las cosas se convierten en un problema cuando generamos una dependencia. Fíjate que el mensaje que nos dan hoy en día es que la felicidad depende de alcanzar tu objetivo. Con lo cual, pasamos a relacionarnos con los objetivos de una manera totalmente neurótica y angustiosa. De la misma manera que una persona anoréxica se angustia ante su propia talla y tiene una dependencia de su delgadez. En el momento que hacemos esto, los objetivos se convierten en algo que nos tortura. Si nuestra felicidad y valía como individuos depende de los objetivos, va a hacer que siempre vivamos con angustia y que, además, seamos unos yonquis de los objetivos, que siempre necesitemos una meta.
—¿Cuáles serían los consejos para que estos objetivos o estas metas sean de ayuda?
—El intento de este libro es tomar conciencia de cómo nos hemos deshumanizado. Yo creo que ese espíritu crítico ayuda a quitarle cuerpo a esos mecanismos. En el libro planteo ciertas variables, una de ellas es la autocompasión, que es lo que ayuda a disminuir la autocrítica, que consiste en aprender a ver nuestro dolor. En segundo lugar, tendríamos la aceptación incondicional, que es un proceso que consiste en aprender a aceptarnos a pesar de nuestros errores o a pesar de lo que no nos gusta de nosotros. Precisamente nuestra parte más disfuncional, nuestra parte más fea, es la que más sufre y, por tanto, es la que necesita el amor, la compasión, el ánimo y el cariño. También planteo la idea de la autenticidad como una manera de salir de ese modelo de lo que la sociedad nos dice que tiene que ser. Considero que reivindicar la honestidad y la autenticidad emocional, es de las mejores cosas que podemos hacer. Por último, en el libro también dedico un capítulo a valorar cosas que creo que también son importantes y ya no valoramos, como la rutina, el descanso, hacer cosas simplemente porque nos gustan y no mirar si es productivo o no el rendimiento. Me preocupa cómo nos hablan de que dediquemos tiempo a meditar, gimnasio o a estudiar idiomas, pero nunca nos dicen: «Saca tiempo para llamar a tu abuelo o tomar para ese café con un amigo».
—¿Qué provoca exactamente que a veces no nos sintamos válidos o válidas para ciertas tareas?
—No hay nada malo si yo no me torturo por ello. Es decir, asumir que no soy válido en algo o que no tengo la competencia no es algo malo en sí mismo. El problema es que hoy en día le tenemos miedo a esa sensación. Nos crean tantas dudas, nos hacen sentir tan poco capaces que ya nunca nos atrevemos a no ser válidos. Y ahí es donde aparece la crítica, el reproche, la frustración, la vergüenza o la culpabilidad.

—¿Cómo se puede dejar de ser nuestro peor enemigo?
—La autocompasión, la búsqueda de la aceptación incondicional, la honestidad y la autenticidad. También hay que aprender a hacer cosas sin mirar el resultado. Es decir, estar satisfecho con lo que soy más que fantasear con lo que debería de ser. Hay que mirar y entender que quizás nuestra mejor versión no es la más productiva, la que hace más cosas o la que tiene más like, sino la que disfruta más y la que no se pone en condiciones para ser feliz.
—¿Cree que este contenido que está ofreciendo ayudará a que la gente observe las situaciones desde un punto de vista diferente?
—Soy muy escéptico de hasta dónde puedo ayudar un libro de autoayuda. Yo no creo que este libro sea una receta de la felicidad que te transforma y te cambia radicalmente a través de un método secreto, como plantea la mayoría de colegas que escriben este tipo de material. Este libro no te da la receta de la felicidad, pero lo que sí que pienso es que te ayuda a poder mirar ese mensaje que nos están dando todo el rato que fomenta la autoexigencia, el perfeccionismo, la culpabilidad y que nos deshumaniza como individuos. Lo que ocurre es que esto pasa sin que nos demos cuenta. Algo que yo hago en piloto automático es algo que no puedo dejar de hacer, el mero hecho de darnos cuenta y desculpabilizarnos un poco por dejar de estar todo el rato siendo nuestra mejor versión, nos puede ayudar.