Lorena Gascón, psicóloga: «Todo el mundo puede estar bien sin pareja, sin tener relación con su padre o con su madre»
SALUD MENTAL
La experta explica las claves para superar la dependencia emocional y aceptar los sentimientos más difíciles
02 ago 2023 . Actualizado a las 16:56 h.¿Cómo te sientes? ¿Estás feliz, triste, enojado? Quizás tu respuesta sea que «no es así de simple». Entender nuestras emociones es más complicado de lo que podría parecer, porque detrás de cada una de ellas se esconde un mensaje. Aunque lo cierto es que esos mensajes no están exactamente ocultos, sino que el problema es que no hemos sido educados para saberlos interpretar y entender. Así lo explica la psicóloga Lorena Gascón, conocida por su labor de divulgación en Instagram, donde cuenta con más de 265.000 seguidores y explica el funcionamiento interno de nuestro cerebro de una manera desenfadada e irónica a través de memes y posts. En su nuevo libro, Querido cerebro, ¿qué coño quieres de mí? (Ediciones Martínez Roca), Gascón se mantiene fiel a su estilo irreverente y da algunas claves para empezar a entrar, de manera didáctica y lúdica, en el complejo mundo de las emociones.
—¿Qué significan las emociones?
—Cada emoción tiene un mensaje. Normalmente, es que hay un obstáculo para obtener lo que queremos, o bien, que nuestra supervivencia se está viendo vulnerada. Si estamos en un atasco y necesitamos llegar pronto a un sitio, nos enfadamos. Esa emoción está indicando que hay un obstáculo para conseguir eso que queremos, pero ese enfado, realmente, no sirve, porque yo no puedo gritarles a los coches para llegar antes. Entonces, es normal que esté enfadada y esa emoción me da información, pero en ese contexto no me sirve para nada. Pero, por ejemplo, si yo estoy en mi trabajo y mi jefe me baja el sueldo y yo me enfado, esa emoción, bien manejada, puede ayudarme a que le diga que eso no me parece bien o a buscar otro trabajo. Ese enfado me está dando la información de que eso es injusto y también la energía para cambiar la situación. La tristeza, por ejemplo, me sirve para darme cuenta de que he perdido algo importante y que necesito darme el tiempo para sentirla y hacer el duelo hasta aceptar esa ausencia, si no me permito ese espacio para pararme y llorar y dejar que eso fluya, puedo llegar a estar triste toda la vida. Necesito expresarlo y necesito consuelo. El miedo, lo que me está diciendo, es que hay algo con lo que me siento insegura y necesito encontrar seguridad de alguna manera. Gracias al miedo sobrevivimos, pero a veces se activa en situaciones seguras. Tenemos muchos miedos que son irracionales. Aunque esa emoción te esté dando el mensaje de que te pongas a salvo, lo que necesitas es seguir insistiendo en enfrentar esas situaciones para ver que es una falsa alarma. Esto hay que hacerlo en terapia.
—¿Qué pasa cuando intentamos reprimir emociones?
—Lo que solemos hacer sin querer cuando algo que sentimos es desagradable es intentar evitar estar en situaciones en las que sentimos eso. Esto es porque el propio cerebro funciona así, hace que nos acerquemos a lo agradable y nos alejemos de lo desagradable. A esto le sumamos que, culturalmente, se nos ha enseñado que hay emociones positivas y otras negativas, y que las negativas son malas. Entonces, si parece que algunas emociones están mal, tenemos una tendencia a reprimirlas y, teniendo en cuenta que las emociones están ahí para avisarnos de que hay algo que pasa que no está bien, cuando las reprimimos salen en forma de síntomas y dolores del cuerpo, es decir, somatizaciones, o puede pasar que una emoción se transforme en otra, por ejemplo, una pérdida, un duelo mal gestionado nos debería hacer sentir tristeza y esa tristeza puede que se convierta en rabia y en irritabilidad constante. Al final, puede que no sepamos ni qué nos pasa.
—¿Cómo podemos gestionar las emociones y afrontarlas de una manera más sana?
—Necesitamos cambiar las creencias que hay debajo y que no están dejando que gestionemos las emociones bien. Por ejemplo, la creencia de que mostrar llanto o tristeza es debilidad o que la ansiedad es mala y hay que evitarla. Lo que necesitamos hacer es, cuando tenemos una emoción difícil, ir poco a poco siendo capaces de enfrentarnos a ellas. ¿Cómo? Primero, dándonos cuenta de que es normal sentirlas. Tratándonos con amabilidad, que es muy importante, porque a veces nos castigamos o somos muy autocríticos y eso lo único que hace es que sea más difícil. Y hay que ir poquito a poquito, si puede ser, con ayuda de un profesional.
—Las emociones tienen un mensaje detrás, pero ¿qué hay de los pensamientos?
—Los pensamientos son más complejos. La función de los pensamientos es hacernos sobrevivir, aunque a veces parezca justo lo contrario. Yo siempre lo explico como si fuera el algoritmo de Reels. Es como si los pensamientos fueran vídeos que nos va poniendo nuestra mente y nosotros vamos haciendo scrolling. Esos vídeos en los que nos detenemos más tiempo, ya sea porque nos interesan más o nos agobian, luego nos los trae más el cerebro. La mente no sabe qué es lo que te está haciendo pensar, no es mala ni buena y no tiene la capacidad de ver si eso te hace bien o mal. Ella ve que eso es a lo que le prestas más atención y entonces te lo repite. El problema es que la mayoría de nosotros creemos que lo que pensamos es la realidad. Confundimos esas dos cosas y, cuando nuestra mente nos hace pensar cosas que nos hacen sufrir, nos quedamos más tiempo pensándolo y sufrimos un montón. Lo que tendríamos que hacer con los pensamientos es ser conscientes de que son ideas que nuestra mente crea, que es imposible que sepamos lo que va a pasar o lo que piensan los demás. Y ser capaces de diferenciar la mente de nuestra realidad. Poco a poco, si conseguimos hacer esto, al final, la mente deja de traer ese pensamiento al que no le estamos prestando atención.
—Hablemos de las relaciones. ¿Por qué desarrollamos dependencia emocional?
—Lo que hay debajo son creencias arraigadas sobre el amor o sobre cómo debe ser una pareja. Si yo pienso que lo normal es dejarlo todo por mi pareja, hacerlo todo con mi pareja y no tener tiempo para mí, porque dedicarme tiempo a mí es egoísta, esto va a hacer que tenga una dependencia emocional. Si yo pienso que lo normal es que mi pareja cumpla todas mis necesidades y que yo no me haga cargo de ellas, voy a acabar creando una relación con dependencia emocional. Estas ideas están arraigadas desde que somos pequeños por la crianza y el contexto. Todo el mundo tiene cierto grado de dependencia hacia otros y eso es normal, el problema es cuando la dependencia nos hace sufrir, cuando sentimos que sin esa persona nos morimos. Tendríamos que entender que todo el mundo puede estar bien sin pareja, igual que todo el mundo puede estar bien sin tener relación con su padre o con su madre.
—¿La idealización tiene que ver con esa dependencia?
—La dependencia emocional suele ser más hacia nuestras parejas que hacia amigos o familiares, porque el objetivo de nuestro cerebro es que sobrevivamos y que procreemos. Entonces, para conseguir que lo hagamos, hace que idealicemos a las personas. La corteza prefrontal queda medio atontada cuando nos enamoramos, precisamente para que sea más fácil crear un vínculo con esas personas. Esa idealización hace muy complicado que podamos dejar esa relación cuando nos hace daño. Pero para dejar de idealizar hay que dejar de tener contacto con la persona. Cuando nos alejamos podemos darnos cuenta de que esa persona no era todo lo que creíamos que era y ser más emocionalmente independientes de ella.
—¿Los celos también vienen de esa dependencia?
—Los celos no son solamente de la pareja, podemos tener celos por la familia o los compañeros. Los celos tienen que ver con la creencia de que la otra persona nos pertenece o que es algo nuestro. Está basado en la idea del amor como posesión. Entonces, cuando creemos que algo nos pertenece, si se ve amenazado por otra persona, por ejemplo, si nuestros padres le dan atención a nuestro hermano pequeño, nos vemos amenazados y nos molesta. Si a nuestra pareja le ponemos la etiqueta de «mío», si vemos que le dedica tiempo o atención a otras cosas o personas que amenacen su amor hacia nosotros, ahí es cuando se despiertan los celos. Esta idea del amor como posesión también tiene que ver con la autoestima. Sentir celos en algún momento, sobre todo al principio de una relación, es normal y no tiene por qué ser algo malo. El problema es cuando acabamos teniendo conductas de control, cogiéndole el móvil a la persona. Ahí es cuando habría que buscar ayuda para trabajarlo.
—¿Qué herramientas podríamos utilizar para mejorar esa autoestima?
—Depende mucho. Hay personas que tienen baja autoestima porque han sufrido rechazo o maltrato y hay personas que tienen baja autoestima porque les han echado del trabajo o porque se tratan a ellos mismos muy mal. Esto último, es lo más común. Entonces, en primer lugar, hay que cambiar la forma de hablarse. Cuando uno se dice a sí mismo que es un inútil o que no vale para nada, hay que intentar corregirse como uno lo haría con alguien que quiere. Si tu mejor amiga dice que es una inútil y no vale para nada, le dirías: «No te digas eso, no es verdad, fíjate en todo lo que eres capaz de hacer». Podemos hacer esto con nosotros mismos. Si nos decimos que no valemos nada, respondernos: «Soy humano, lo hago lo mejor que puedo», o «no es cierto, sí que puedo hacer cosas». Luego, también ayudan las acciones de autocuidado. Esto para cada persona es distinto. Para una puede ser ir a hacerse las uñas, para otra ir a un concierto, o dar un paseo o darse una ducha larga. La idea del autocuidado es hacer algo que nos haga sentir bien, no para conseguir un objetivo de ser mejores, sino para darme un regalo a mí mismo. Otra manera de trabajar la autoestima es siendo consciente de las cosas que se nos dan bien. Una tarea que doy mucho es que cada día, la persona reflexione algo que haya hecho por lo que se sienta orgullosa. No necesariamente tiene que ser haber subido una montaña o corrido muchos kilómetros. Puede ser haber limpiado la casa, haber dado un paseo, haber puesto límites. El hecho de poder ver los pequeños pasos que damos nos ayuda a querernos más.